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Sábado, 7 de febrero de 2009

ADRIANA ROSENBERG Y UN BALANCE DE LA MUESTRA DE PROA

La huella de Marcel Duchamp

Como cierre de la exposición que trajo al artista francés a la Argentina, la presidenta de la Fundación Proa analiza el valor de su obra, repasa las reacciones generadas y anticipa los nuevos proyectos de la institución.

 Por Suyay Benedetti

A doce años de su fundación, Fundación Proa inauguró en noviembre del año pasado su renovada y ampliada sede en La Boca. Sumando tres inmuebles a su edificio, incorporó nuevas salas, un auditorio, una biblioteca y una cafetería. En coincidencia con el cierre de la exhibición Marcel Duchamp: Una obra que no es una obra “de arte” –que dio el puntapié inicial– en el nuevo edificio–, Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación Proa y codirectora del proyecto Duchamp, realizó con Página/12 un balance sobre lo sucedido en estos últimos meses.

–El barrio de La Boca estaba habituado a convivir con Proa. Pero, ¿cómo trabajaron la aceptación de la remodelación edilicia con los vecinos?

–Con el barrio trabajamos mucho durante el cierre por obra. Era necesario, ya que el nuevo edificio es una intervención muy contemporánea, de alguna manera, para un lugar que tiene su sostén en la recuperación de algunas tradiciones más folklóricas y urbanas. Esta nueva apuesta es un aporte de mucho crecimiento para la zona. Turísticamente resulta muy seductora esta mixtura entre lo contemporáneo y lo tradicional, que puede llegar a ser también una forma de que el barrio salga de lo marginal manteniendo su identidad.

–¿Cuál es el nicho dentro del cual se puede encontrar la propuesta de Proa? ¿Se podría decir que se dedican al arte contemporáneo?

–No diría que la fundación se dedica sólo al arte contemporáneo, sino que todo proyecto cultural que afrontemos lo hacemos desde una mirada contemporánea y con un punto de vista del tratamiento museológico e institucional contemporáneo. Por ejemplo, hace unos años expusimos una cabeza Olmeca. Para esta exhibición utilizamos un texto de Octavio Paz sobre la sonrisa y llenamos el lugar de caritas felices. El tema fue tratado con una mirada artística y no desde el punto de vista arqueológico. Más allá de que esté transitando la historia, éste también es el caso de Duchamp. Ya no es contemporáneo, su obra tiene casi un siglo, pero sí nos parece que desde la Argentina es contemporáneo.

Durante el siglo XX, espacios como centros de arte y museos eran erigidos como templos de culto donde se exhibían diferentes piezas. En la actualidad, los lugares que reciben día a día un público masivo y heterogéneo. Fundación Proa abre sus puertas con una nueva perspectiva educativa para quienes la recorran, planteándose como lugar de exhibición y, al mismo tiempo, espacio de debate y reflexión.

–¿Cómo se crean nuevos espacios de debate dentro de una exhibición, en el sentido tradicional de la palabra?

–Dentro de cada sala, cada guardia es un educador entrenado. Esto hace que haya dos modalidades para el público, recorrer el lugar con visitas guiadas con horarios programados o, en caso de que así lo desee, consultar sus inquietudes con el guardia de sala especializado. Esta tarea educativa está planteada desde un lugar de mucho respeto para con el visitante: hay mucha gente que viene muy formada a ver la muestra, por eso no toman la visita guiada y generalmente solicitan información acerca de aspectos institucionales, y por otro lado hay otras personas que están interesadas en alguna situación particular. El concepto general es que en cada sala un especialista pueda atender específicamente la demanda que se plantee.

–¿Cuáles son las repercusiones que han recibido sobre la muestra del público?

–Las reacciones de los visitantes se ven plasmadas en el libro de visitas: hay personas que se quejan, otros dicen que es extraordinario, otros salen muy emocionados. La actitud general, más allá de que les guste o no la obra de Duchamp, es que la exhibición es una oportunidad única para ver estos materiales. El público valora la propuesta, a pesar de que después cada uno emita su juicio. Lo importante es que se supo dar verdadero valor a lo que significa tener a Duchamp en Buenos Aires.

–Además del espacio y la capacidad de exhibir la obra de un artista como Duchamp, ¿Proa va a tener espacios para que participen artistas emergentes?

–Nosotros estamos diseñando un programa, que de alguna manera se definió en el proyecto de arquitectura. El edificio cuenta con cuatro salas donde se puede alojar cualquier tipo de muestra, sobre todo patrimonial. Después, el resto de la fundación está conformada por todos espacios de intervención. Por ejemplo, la librería va a tener un programa propio de cultura.

–¿Cuáles son los siguientes proyectos?

–En marzo, llega Art in the Auditorium, una exposición itinerante en formato de cine, video y animación, organizada por The Whitechapel Art Gallery, de Londres. La muestra se realiza en conjunto con nueve instituciones internacionales y se presenta en sus sedes durante 2008 y comienzos de 2009. El artista que Fundación Proa eligió para participar de esta muestra fue el argentino Leandro Erlich. Vamos a plantear una discusión y una puesta en valor sobre el libro como concepto –no recuperación literaria, sino plástica–, como forma de expresión artística.

Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929). Abierto al público de martes a domingo y feriados, de 11 a 20.

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Adriana Rosenberg atribuye a Proa ofrecer “una perspectiva educativa”.
Imagen: Rafael Yohai
 
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