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Miércoles, 4 de marzo de 2009

RUBéN BISCEGLIA Y EL BALANCE DE LA FERIA DEL LIBRO CHAQUEñO

“Los libros deben estar al alcance”

El encuentro cultural que finalizó el domingo fue otro capítulo importante en la historia de una cultura federal. Su fundador apela a la necesidad de una política que contemple a toda clase de públicos y no sólo al pudiente.

 Por Silvina Friera

Desde Resistencia

Los chaqueños están orgullosos. Se les nota en el brillo de sus miradas, en la forma erguida de caminar, como diciendo “acá estamos, vean”. Han logrado conjugar cosmopolitismo y regionalismo, sin que se pueda precisar dónde empieza y termina cada uno. Enhorabuena, porque hace falta horadar viejos prejuicios telúricos y ensanchar el horizonte. Se pueden jactar, con razón, de tener una Feria del Libro Chaqueño y Regional, cuya novena edición terminó el domingo, que está escribiendo una página importante de la historia cultural de la Argentina. Muy machadianamente, saben que están haciendo camino al andar. Es la única feria del país que integra a la cultura nordestina –Corrientes, Misiones, Formosa– y, como rechaza las fronteras, extiende uno de sus brazos a Paraguay y Venezuela, el país invitado en esta edición. El otro brazo se prolonga hacia Buenos Aires, una ciudad muchas veces mezquina con sus hermanos cuando cree que la cultura sólo se produce hasta la General Paz, y a gatas incluye sus adyacencias. Hospitalarios como pocas veces se ha visto, han recibido a María Rosa Lojo, Ana María Shua, Raquel Robles, Federico Jeanmarie, Daniel Santoro, al antropólogo Pablo Wright y a José Pablo Feinmann, que el sábado hizo explotar el Complejo Cultural Guido Miranda, cuando más de mil personas asistieron a la presentación de La filosofía y el barro de la historia. No hay acontecimiento cultural sin hambre y sed de lectura. “Los libros que no leemos son las palabras e ideas que nos faltan”, el lema de esta edición, ha calado hondo en el ánimo y la conciencia de los chaqueños. “Desmonopolizar, descentralizar y democratizar: son las tres D que logramos llevar a cabo y demostramos que se puede hacer de otra manera una feria del libro”, dice Rubén Bisceglia, fundador de la Feria y dueño de la editorial y Librería de la Paz.

A los 41 años, se puede afirmar sin exagerar que Bisceglia es el hombre orquesta de Resistencia. Un tipo grandote, con contextura de rugbier, de esos que ponen el cuerpo y se la bancan cuando están convencidos de que una idea o un proyecto está bien perfilado. En abril, a más tardar en mayo, en plena Feria del Libro de Buenos Aires –se percibe que le gustan los desafíos–, abrirá una sucursal de Librería de la Paz en San Telmo, sobre la calle Estados Unidos (“esa que ha aparecido pintada con el nombre de Pueblo de Irak”, ironiza el librero y editor chaqueño), casi llegando a Defensa, un pequeño local de 25 metros cuadrados que acaba de alquilar y que está terminando de refaccionar.

Siempre empezó en espacios chicos, cálidos. En 1989, hace veinte años, abrió el primer local de Librería de La Paz en Resistencia, sobre la calle Franklin. En un contexto en el que país llegó a tener 4000 por ciento de inflación, el joven Bisceglia daba sus primeros pasos en apenas 36 metros cuadrados. “Mi padre era un librero muy bohemio; él fue el que me sugirió que le pusiera Librería de la Paz. Yo había fundado y militaba en el Partido Obrero Chaqueño”, repasa el librero y editor sus comienzos. “Siempre trabajé, nunca renuncié a mi ideología y militancia, excepto en 2007, cuando de alguna forma me consideré expulsado del partido.” No quiere precisar los pormenores de esa autoexpulsión, pero cuando Página/12 le recuerda que probablemente a más tardar se habría ido el año pasado, cuando ante el lockout patronal del campo el PO apoyó a los dueños de la tierra, Bisceglia esboza una sonrisa, por cierto un tanto amarga, y se planta con firmeza: “Sin lugar a dudas apoyo la resolución 125 porque entiendo perfectamente el porqué de las retenciones”.

De ese exiguo local de la calle Franklin, un tanto alejado del centro de Resistencia, que aún sigue funcionando como una de las cuatro sucursales de la librería, pasó en noviembre de 1998 a otro local más amplio, sobre la avenida 9 de Julio, en pleno centro. “El día de mi cumpleaños, el 5 de septiembre de 1998, pude cumplir el sueño de mi vida. Compré un local de 8 metros por cincuenta en un primer piso, un local inmenso”, recuerda Bisceglia, sucursal donde calcula que tiene unos 150 mil títulos. Aunque la librería García fue durante muchos años también una editorial, cuando en 2004 Bisceglia decidió publicar libros, García hacía más veinte años que no renovaba su catálogo editorial. “Retomé la tradición de la librería–editorial que estaba paralizada en Resistencia. Empecé a editar libros por capricho. El disparador fue Aledo Luis Meloni, un gran poeta del Chaco. Me daba rabia que tuviera que publicar sus libros solito, pagarse la edición y llevarlos a las librerías. Así que decidí publicar su obra poética total, La tentación de la palabra, el primer libro que sacamos como editorial. Fue una decisión política inaugurar nuestro catálogo con un libro de poesía”, admite el librero y editor.

En casi cinco años, lleva publicados cien títulos. Un 20 por ciento del catálogo se hizo en coedición con el ahora Instituto de Cultura de la Provincia, presidido por el escritor Francisco “Tete” Romero. “De la actual gestión, me parece muy importante el hecho de que se haya logrado la rebaja en textos escolares y la política de coedición que lleva adelante con varias colecciones. Después de veinte años de librero, siento una enorme satisfacción de poder llevar los libros de textos a la mitad de precio. Fue una pelea muy dura, porque hay sectores vinculados con el mundo del libro que sólo defienden la rentabilidad, porque tienen un mercado elitista –subraya Bisceglia–. Un libro que sale 40 pesos o 60, saben que lo pueden seguir vendiendo muy cómodamente a 80 o 100. Cuando sólo te dirigís a un sector social y no te interesa tener una política realmente democrática en torno del libro, subís el precio.”

El hambre y la sed de Bisceglia no se sacian tan fácilmente. “Mi objetivo es industrializar los libros en el Chaco, es algo que se puede hacer –admite–. Aunque en los últimos años ha cambiado mucho el universo de la edición de libros en la provincia, creo que todavía hace falta más inversiones. Pero a partir de la Feria, en estos últimos nueve años, el libro se profesionalizó. Ahora se cuida mucho más el diseño, las tapas, la calidad del papel, la corrección y los pagos de derecho de autor. Hoy a nadie se le ocurriría sacar un libro con una tapa y un diseño que no esté medianamente presentable, bien impreso. Pero debemos afianzar la industria del libro en el Chaco. Los sectores que intervenimos tenemos que promover el libro como una herramienta cultural y un objeto de consumo de la sociedad. Creo que esto es posible, siempre que el Estado se comprometa para poner el libro al alcance de todos.”

Bisceglia traza un balance de la Feria del libro Chaqueño y Regional, que fundó en 2000 en una carpa en la plaza 25 de Mayo. “Cuando las cosas están bien hechas, avanzan. Cuando pensás a largo plazo, los proyectos salen. De esa carpa que cuando llovía había goteras y había que poner aserrín en el suelo, pasamos a ocupar más de 3000 metros cuadrados de los dos complejos culturales más importantes de la ciudad, con aire acondicionado, baños y una exposición hermosa –compara–. Aunque ya nos quedan un poco chicos, aún no estamos para ir al Domo. Todavía falta un año para la décima edición y tenemos que replantear qué haremos. Quizás una solución sea extender la feria de siete a nueve días para que la afluencia de la gente sea más repartida. El espacio es el problema de todas las ferias en el mundo. Se soluciona de manera muy creativa. Hay que asustarse si la feria no crece y la gente no viene. Pero con casi 30 mil personas, es muy alentador lo que está pasando con esta feria. Como dice Mempo Giardinelli: ‘Leer y hacer leer abre los ojos’.”

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“Creo que somos todos el interior de un gran continente que necesita emerger”, dice el editor y librero.
 
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