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Miércoles, 28 de diciembre de 2005

OPINION

Pelear en las grandes batallas y en las pequeñas escaramuzas

 Por David “Coco” Blaustein *

En una nota del día viernes, el Dr. Julio Raffo reseñaba con sapiencia las tareas pendientes para las nuevas autoridades del Incaa. A la recuperación de la autarquía, la defensa de su presupuesto, la creación de los espacios Incaa, la política de integración Mercosur y el pago de deudas atrasadas, entre otras, Jorge Coscia ha agregado algo que funciona como broche de oro: la fijación de la cuota de pantalla, un ejemplo de voluntad política acorde con otras decisiones adoptadas por la presidencia de Néstor Kirchner. Si por un simple corte directo pudiéramos alejarnos de esta coyuntura y abstraernos de los lobbies y presiones que dicha decisión –reglamentar la cuota de pantalla de cine argentino para TV– puede significar, podríamos imaginar otros escenarios quizá muy menores, pero que deberían contribuir a una mejoría en ciertas tradiciones de distribución de nuestro cine.
Si uno invitara a participar a un evento o mesa o estreno a Fernando Solanas, se va a encontrar con la notable sorpresa de que Pino aún acompaña el estreno de La dignidad de los nadies en ciudades de provincia, a tres meses largos de su estreno. Traemos el caso para contrarrestar el comentario de un cineasta joven quien, defendiendo su estreno solitario en una sala muy paqueta, comentaba que los estrenos le generaban estrés. Reivindico el ejemplo de Solanas porque los colegas no suelen acompañar sus estrenos en las provincias, abandonando a suerte y verdad sus realizaciones para pasar a despotricar –con justa razón– contra el exhibidor o el distribuidor de turno. Los gastos de avión y alojamiento son caros, pero privamos a nuestros paisanos del interior de mucho material cuando está comprobado que la presión en el interior abre puertas impensadas. Quizás el canje de nuestras películas en líneas aéreas le permita al Incaa acumular pasajes para que fuéramos a Ushuaia y a Jujuy para acompañar a nuestros films y solicitar a las secretarías de Cultura provinciales o municipales nuestro alojamiento.
Por toda la Ruta 40 se multiplican las filiales de Radio Nacional. No llegan los materiales de promoción. Fortines de resistencia cultural son lugares centrales para promocionar el cine argentino y la presencia de sus realizadores en esas ciudades. Cada una de las capitales de provincia tiene corresponsales de la agencia oficial de noticias Télam. Su capacidad de transmitir y difundir también está subexplotada y ellos podrían ser verdaderos jefes de prensa de nuestros estrenos. Quince ciudades de 500 espectadores hacen un total que no está para desperdiciar, sobre todo si se tienen en cuenta las cifras de recaudación de algunos largometrajes. La crisis económica expulsó del paraíso cinematográfico a esos espectadores que llenaban las salas de la costa para ver a Porcel, Olmedo y las comedias de Galettini y Cahen Salaberry. Hoy, vistas algunas cifras, parece que regresan. Los festivales de Mar del Plata y Buenos Aires achicaron la época de estreno, pero eso no quita que el Incaa ejerza su persuasión para que ciertos productos sean mucho mejor atendidos y defendidos en enero y febrero, y no que pasen más que desapercibidos en mayo y junio.
Dicho sea de paso, el sentido del Festival de Mar del Plata y Pantalla Pinamar, y la articulación del Bafici con nuestro cine, también son debates pendientes, ya que el Incaa es casi el principal aportante a cada uno de ellos. La misma energía que se ponga en verificar las últimas medidas habrá que usarla para verificar que los espacios Incaa (cines de provincia que gestiona nuestro Instituto, expresión real de “política social cinematográfica”) no sean utilizados para otros fines que no se correspondan con el objeto de su diseño y puesta en marcha. Los espacios Incaa en el exterior cumplen la tarea de mantener la presencia de nuestro cine. Cabría preguntarse si no podríamos avanzar en la creación de una empresa mixta estatal y privada que sólo se dedique a la venta de nuestro cine, capitalizando las experiencias de las gestiones Antín-Getino. Las prioridades deberían ser las televisiones públicas de la vieja y nueva Europa –afines al estilo de nuestro cine– para luego avanzar sobre el mapa de nuestras exportaciones. Un bife = una peli. Y un día habría que sentarse con los jefes de las secciones de espectáculos de los diarios para hacer el cálculo de cuánto aporta el cine argentino en inversiones anuales de publicidad. Y que si no vuelven a la sagrada práctica de una nota de rodaje y estreno de cada uno de nuestros productos, quizá sea mejor gastar la guita en volantes y cadenas de correos.
Cuando hayamos cumplido con una milésima parte de lo dicho, quizá debería quedarnos sabiduría y madurez para debatir el papel de la crítica sin que los colegas se sientan perseguidos y macarteados, ni que los directores ovacionen en sus asambleas a quienes propongan su desaparición. Las cifras del 2005 muestran una caída del público en las salas. Quizá sea porque no hubo tantos tanques americanos como en el 2004, y podríamos ser optimistas si las comparamos con las del 2003 y las del 2002. Pero también hay una tendencia mundial a la baja, por la presencia del DVD, los equipos de home theatre y las bajadas por Internet, entre otras causas. Las cifras de cine argentino hablan de pocas películas de más de 400.000 y muchas, demasiadas, con escasos espectadores. Debatir la cuota de pantalla para salas y TV, la cantidad de estrenos que nuestras pantallas y espectadores aceptan por año, la transparencia en la administración de recursos y la venta del cine al exterior son parte de nuestras grandes batallas. Las otras son pequeñas escaramuzas. Para ambas debemos estar preparados.

* Cineasta. Director de Cazadores de utopías y Botín de guerra.

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