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Miércoles, 28 de diciembre de 2005

TELEVISION › PESADILLESCA “TRANSFORMACION” DE LA TOTA SANTILLAN

“Yo no me opero nunca más”

Daniel “La Tota” Santillán es el primer arrepentido del boom quirúrgico en programas y cuestiona esos ciclos con su relato de una operación fallida. “Lo natural es lo que sirve”, dice.

 Por J. G.

Un soplido interrumpe la voz en el teléfono: casi no puede respirar. El que habla es el primer arrepentido de la movida quirúrgica en TV, uno de los operados célebres que invadirán el quirófano de Transformaciones con famosos, desde los primeros días de enero, en Canal 13, y que está dispuesto a contar más su derrota que una apología. Si los experimentos foráneos en materia de cirugía mediática (Extreme Make Over, de Sony, Doctor 90210, de E!, y el más radical El cisne, de Warner) son el elogio acrítico de la intervención y la formulación algo ingenua de una felicidad estética, lo que llegará –si se cumple el anuncio de Daniel “La Tota” Santillán– podría revolucionar las leyes del género de masas del siglo XXI. “Voy a aparecer en el programa para contar mi operación y marcha atrás. Me pusieron un by pass gástrico y me lo hice sacar porque mi organismo no lo toleró. Voy a decir ante cámaras: lo natural es lo que sirve. La obesidad es una enfermedad. Cuando te metés en el quirófano estás solo con el banquito. ¡Recuerdo el miedo!”
“Acá estoy, recomponiéndome” sigue la voz en la charla telefónica pautada por descarte; el sueño del cronista hubiera sido tener al equipo completo de operados celebérrimos, posando con sus patologías solucionadas: estarían Alejandra Pradón, Riki Maravilla, Lorena Paola –tal vez–, Gladys “La Bomba” tucumana, los ya intervenidos Nicky Jones, Raúl Lavié y –claro– Daniel “La Tota” Santillán luego de su by pass luciendo su baja notable de kilos tras el nudo al estómago. Los famosos, más que los comunes, incluyen el plus de una legitimación, como si el programa quirúrgico fuera a la vez un entretenimiento y un blanqueo pendiente, legitimando una belleza autónoma en televisión hecha a base de labios hinchados y tetas duras. Pero eso era el prejuicio. Lo que llegará –según la Tota– está más cerca del género “la TV que habla de sí misma”, cuando el operado cuestione las leyes mismas del género desde la pantalla. ¿Estrategia de supervivencia? ¿El modo de frenar el avance locuaz de un Tota decidido a escrachar?
–Acá estoy... recomponiéndome, con las costuras –dice Tota, que se puso el cinturón gástrico y se lo hizo sacar–. El del Diego es un corte en el estómago que no tiene vuelta. A mí me pusieron un cinturón.
–¿Por qué se incluyó en el boom quirúrgico?
–Yo fui convocado por el programa Transformaciones con famosos para una lipoaspiración en las piernas. Le quería dejar algo a la gente. Con mi médico Ravenna había bajado 62 kilos y, después, lamentablemente subí 20. Cuando consulté, me dijeron que iba a quedar una pinturita.
Luego comienza la reconstrucción memorizada de los pasos previos y posteriores..., apurado, apenas interrumpido por el jadeo que acompaña el relato. “Entonces me agarran los tipos –sigue– y me presentan al doctor que me opera. Yo pensé que me iba a ver muchas veces el psicólogo. Pero me vio un solo día: me explicó que iba a estar fenómeno.... Yo a las cinco empiezo con dolores estomacales terribles. Le digo: no doy más. Me decían que estaba todo OK. Llenaba el esófago de saliva y volvía a despedirla, a vomitarla. Le digo: doctor, por favor lléveme. Me hacen rayos X y encuentran que estaba totalmente cerrado, no me pasaba nada.”
En el centro de la polémica, cuestionados por la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica (que rechazó la experiencia en un comunicado), los cirujanos locales se presentan con el porte del médico catódico post Robert Rey (de Doctor 90210, de E!): amables y proclives a la palmada, muy elogiosos del estado anterior pero seguros de que siempre vas a quedar mejor. El cirujano plástico Guillermo Blugerman – que atendió a La Tota en su primera consulta– explicaba en febrero a Página/12: “No somos miembros de la Sociedad –dice–, eso es un club. Pertenecer no capacita más o menos, ni habilita a dictar códigos de ética: sus argumentos están basados en la punición y el miedo”. Transformaciones, desde su primera temporada, se impuso como prioridad diferenciarse del Extreme Make Over, más allá del factor estético. “Es importante trascender lo meramente estético –acotabaen la misma entrevista la cirujana plástica Anastasia Chomyszyn, que también operó en el programa–. Quisimos mostrar cómo ayudamos a chicos quemados, por ejemplo.” Antes de Tota se vio la operación de Sergio, un obeso de 270 kilos que bajó a 95 y al que hubo que hacerle un by pass gástrico, y retirarle el delantal de piel que le quedaba flojo en el abdomen. Y allí no hubo complicaciones. Ahora Tota cuestiona un boom que arrastra multitudes.
–Pero doctor –sigue el arrepentido– por qué no me dio un calmante anoche. Le dijeron a mi mujer y mi hija que si no me dejaba el cinturón me iba a morir en diez años. Seguía escupiendo sangre. La pasé muy mal, llamo a las seis de la mañana, y me dicen que si tengo tos que tome una pastilla de mentol. Me dejan mensajes en el contestador, pero no trataron de ubicarme en mi domicilio.
–Suena novedoso que igualmente lo incluyan en el programa para contar su operación frustrada...
–Ahora estoy sin el cinturón. Los médicos nunca más me volvieron a llamar, pero la producción se portó diez puntos y voy a salir explicando cómo fracasó todo esto. Me van a escuchar diciendo que hay que querer la vida, que no se puede permitir que cualquiera con una clínica paqueta utilice eso para joderte la vida. La producción se ha portado espectacularmente conmigo. Pero yo pedí que me sacaran el cinturón porque mi cuerpo lo rechazaba. Lo único que me queda claro es una cosa: no me volvería a hacer una operación.

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La Tota ya renunció a deshacerse de su abdomen quirúrgicamente.
 
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