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Viernes, 3 de febrero de 2006

MASCARITAS, UNA COLECCION DE TEATRO INFANTIL

Libros que también se pueden leer arriba de un escenario

Son cuatro títulos, de autores de distintas generaciones. Están destinados a lectores de seis años en adelante.

“Respetable público. A continuación presentamos tres obras de teatro protagonizadas por animales. Piezas breves que fueron escritas a cuatro manos y que nos transportan mágicamente al ámbito del bosque para hablarnos del amor y la libertad. Historias que aspiran a subirse algún día al escenario para ser aplaudidas con entusiasmo.” Así habla a sus pequeños lectores el preludio de Leones, osos y perdices, uno de los simpáticos libritos de teatro infantil –pequeños por su tamaño pero no por su contenido– que integran la colección Mascaritas, de Editorial Colihue, que propone un feliz encuentro entre la literatura teatral y los más bajitos. Además de Leones... –escrita por Patricia Suárez y Leonel Giacometto–, la colección incluye Mi bello dragón, una obra de Enrique Pinti de 1967, la hasta hoy inédita El gatito Cafetín, de Delia Maunás, y una versión de Caperucita Roja del francés Joël Pommerat.

La iniciativa de editar una colección de dramaturgia infantil fue de una estudiosa del género, que se niega a considerarlo menor e intenta incentivar la lectura de obras teatrales, estimulando el hábito que ésta requiere desde que los chicos aprenden el abc. Y también dándoles a conocer la magia del teatro. Ella es Nora Lía Sormani, quien hace diez años sigue la fecunda actividad de teatro infantil en la Argentina. “No todo es Piñón Fijo y Panam”, dice. “Hay muy buenos teatristas que trabajan para niños, con obras de actores o títeres. El teatro infantil está muy desarrollado en el extranjero, existen colecciones muy buenas, de las que casi nada llega aquí”, explica. Y sigue: “Los argentinos tenemos antecedentes muy valiosos que no lograron continuidad: la colección Telones y Entretelones, que dirigía Ruth Mehl para Libros del Quirquincho en los ’80, o los libritos de la Sala Alberdi del C. C. San Martín en los ’90. Varias editoriales apuestan hoy a las antologías: el INT, Atuel, Estrada, Artes del Sur, Alfaguara o Ediciones de la Flor, que sacó un hermoso tomo con obras de Hugo Midón. Pero las iniciativas aisladas no alcanzan a dar cuenta de todo lo bueno que se produce. Se necesitan colecciones permanentes, que editen con un ritmo sostenido y perduren”.

Con el desafío de hacer de Mascaritas una colección semejante, Sormani seleccionó cuatro títulos de autores de diferentes generaciones, para lectores de seis años en adelante. El criterio de selección fue sencillo: buscar “calidad literaria y diversidad de propuestas en cuanto a temas, estilos y edades”, en textos que pudieran “estimular la imaginación de los niños, desde un lenguaje teatral que los involucre”.

¿Y qué es lo que tienen estas cuatro obras para contar a los chicos? Según la directora, hay todo un mundo por descubrir: “Mi bello dragón es una parábola sobre la solidaridad, con mucho humor y el tono naïf del teatro independiente infantil de décadas atrás. Se hizo con éxito hace dos años en el Maipo, con Marcos ‘Bicho’ Gómez en el rol del dragón. Leones, osos y perdices reúne cuatro piezas breves protagonizadas por animales, que expresan una filosofía de la libertad. El gatito Cafetín retoma el lenguaje del sainete, el mundo del circo y los bares porteños. La Caperucita Roja de Pommerat es una reescritura del cuento de Perrault, llena de poesía. Pommerat pone el acento en la relación de Caperucita con su madre y en la necesidad de que los niños descubran el mundo. Está en cartel en Francia, con mucho éxito”, resume quien realizó la primera traducción del texto para América latina.

–¿La colección podrá ser utilizada en la escuela?

–Sí. Un factor fundamental de la marginación del teatro infantil es su tardío ingreso a la escuela. El interés de las maestras por leer teatro en el aula es reciente. Los géneros más tratados siempre fueron el cuento y la poesía, especialmente por su brevedad. En los últimos años los docentes comenzaron a descubrir las ventajas del teatro especialmente creado para los niños. Entre otras, permite la lectura colectiva y su posterior representación. El teatro es un género que integra, que ayuda a la convivencia en el aula. Es arte que se comparte.

–¿Entonces son obras que los chicos podrán representar?

–Por supuesto, las obras llaman a ser representadas. Además, la sencillez y calidad de los textos los hace ideales para que los chicos se entusiasmen y realicen puestas creativas. Ojalá la colección logre que en los actos escolares ya no se representen sketchs de Tinelli o malos programas de TV. Editar teatro para niños es una forma de apostar a la utopía de una sociedad integrada por seres más nobles y sensibles.


Informe: Alina Mazzaferro.

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Los cuatro libros publicados por la Editorial Colihue.
 
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