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Sábado, 30 de julio de 2011

MAñANA, CON PáGINA/12, EL DVD GRABADO EN VIVO EN BARCELONA

La sensación de haber estado ahí

Rodolfo Mederos y su trío “traducen” en tangos, milongas y valsecitos muchos de los mejores poemas de Gelman. Y se producen momentos de una intimidad sobrecogedora. El DVD incluye un preludio: las palabras de bienvenida que grabó Joaquín Sabina.

 Por Silvina Friera

“Decir que esa mujer era dos mujeres es poquito...”. Decir que tambalea toda la estantería al escucharlo a Juan Gelman desgranar sus propios poemas en Del amor, espectáculo de poesía y música grabado en vivo en Barcelona, donde se estrenó el 28 de septiembre del año pasado, es poquito. La emoción que hilvana la palabra poética, las melodías de Rodolfo Mederos trío y la puesta y dirección de Cristina Banegas, es un hueso duro de roer. Apenas, a duras penas, se la puede tantear “ahora mismito”, parafraseando al poeta. “No poeticen la poesía bruscos/ no paisajeen músicas/ hechas para otra cosa”, advierte Gelman en uno de los poemas de su último libro, El emperrado corazón amora; advertencia que conviene recordar como si fuera un imperativo categórico. De “Mujeres” a “Carta”, de “La Pajarera de Pentecostés” a “La dueña”, de “Ofelia” a “Sentimientos”, de “Cada vez que paso por la Rue des Arts” a “Certezas”, un puñado de las mejores poesías del Premio Cervantes de Literatura, el DVD que entrega Página/12 es una joya para atesorar. Quizá de tanto verlo una y otra vez, muchos arañen la sensación de que estuvieron ahí, en esa casi “mítica” sala Oriol Martorell, afinando el oído ante esos instantes en que el bandoneón auscultaba “tanta triste alegría”.

El DVD incluye un preludio: las palabras de bienvenida que grabó Joaquín Sabina. Aunque se había comprometido a estar en el escenario la noche del estreno, un accidente doméstico –se cayó mientras buscaba un libro en su biblioteca– lo postró en Madrid. “Para mí eres un amigo, luego un enorme poeta y un maestro que te tengo siempre presente, que te leo todas las semanas”, dice el cantautor español. Entre las noches compartidas en México y España, Sabina eligió un momento memorable en Madrid, cuando Gelman y él caminaban por la Gran Vía, “rodeados de putas y de yonquis”. “Una o uno, no recuerdo bien, me hizo el robo del siglo: me robó un manuscrito tuyo de un poema nuevo que me acababas de regalar. Creo que es el único caso en la historia de la literatura donde los yonquis y las putas roban manuscritos de grandes poetas.” Y de yapa, el autor de “Y nos dieron las diez” se dio el gusto de leer un poema que escribió para Juan: “Cervantinos para Gelman”.

La palabra desnuda, los tangos, valses y milongas a la intemperie, compuestos por Mederos bajo el eco de los poemas de Gelman –“Cada vez que paso”, “Milonga para la oración, “Hace hambre, hace frío”, “Ofelia” y “La pajarera de Pentecostés”, entre otros–, iluminados por Jorge Pastorino, rebosan una intimidad sobrecogedora. De repente se instala una duda: no se sabe si el fueye suena en el patio de la casa o conventillo de la infancia o si la cadencia que enhebran el bandoneón, la guitarra de Armando de la Vega y el contrabajo de Sergio Rivas es el atajo que conduce a los pagos de cada espectador. El matiz poco importa. El olfato de Mederos acierta y se permite una licencia. Juan, adivinando la intención, sonríe. “Tenemos ganas de tocar aquellos viejos tangos que aprendimos a tocar en el patio de nuestras casas, tal vez como homenaje a nuestras culturas”, confiesa antes de enmarcar, para la posteridad, las magníficas versiones de clásicos como “El choclo” y “Canaro en París”.

Las pinturas de Juan José Cambre, follajes sutiles, más o menos figurativos, se suceden en una pantalla de nueve metros por tres. Juan, sentado ante una mesa, explora su pasado y su presente poético. Nada más, nada menos. “Esa mujer se parecía a la palabra nunca,/ desde la nuca le subía un encanto particular,/ una especie de olvido donde guardar los ojos,/ esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo”, lee el poeta para deleite de tantos que acaso repitan de memoria, en voz baja, los versos de “Gotán”, divisa, estribillo o “banda sonora” de la educación sentimental de tantos adolescentes y jóvenes que hoy peinan canas. Decir que Del amor se queda en el corazón es poquito.

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