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Miércoles, 15 de febrero de 2012

TOM LUPO EDITó EL CD GIRO HONDO, CON POEMAS DE OLIVERIO GIRONDO

“Le presto el cuerpo al poeta”

El psicólogo y conductor radial eligió dieciséis poemas de entre la obra del autor de Nocturnos y los leyó sobre músicas compuestas por León Gieco, su hija Joana y Luis Gurevich. “Insisto en que tiene que sacarse la poesía del lugar de hermanita pobre”, afirma.

 Por Cristian Vitale

“Toda antología es una antojolía”, lanza Tom Lupo en medio de un vendaval de palabras cuyo fin ancla en desandar Giro Hondo. Así le puso, sagaz, casi exacto, al disco de poesía oral –adobada con suaves músicas– que el psicoanalista y conductor radial acaba de editar, Acqua Records mediante. Son dieciséis poemas de Oliverio Girondo, claro, reproducidos por esa voz gruesa, infinita en matices, y acompañados por músicas de León Gieco, su hija Joana y Luis Gurevich. “Digo que es una antojolía porque tomé sus obras completas y me detuve en los poemas que más me gustaban y en los que tenían una duración factible... Se sabe que a la poesía hay que tratarla con mucho cuidado para no aburrir”, dice Lupo. Dieciséis piezas intensas, jugadas, lacerantes, que extractó de diversas fuentes girondinas (Nocturnos, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Calcomanías, Espantapájaros o Persuasión de los días, entre ellos) y que Gieco, a veces solo, a veces con Gurevich, adobó con partes de su acervo cancionero: “Chacareros de Dragones”, por caso, para “Siesta”, o “Soy un pobre agujero” para “Puedes juntar las manos”. “León iba eligiendo temas a medida que escuchaba los poemas, le dio algunos a su hija Joana y con otros dijo: ‘Esto tiene que quedar en silencio’”, se ríe Lupo.

–Es el caso de “Mi Lumía”, ese osado juego de palabras que Girondo propuso en La Masmédula.

–Ese poema no necesita nada más que palabras... Es de los menos entendibles, tal vez.

–Y vendibles...

–Totalmente (risas). No es lo mismo la poesía hecha música que la poesía así, leída a secas, con música suave de fondo. Por eso valoro mucho el aporte de las tres buenas voluntades que se conjugaron para que esto fuera posible: Susana Lange, la portadora de los derechos; Acqua, que se la jugó por un disco de poesía que nunca es un negocio, y Gieco, que se emocionó con Girondo y le dieron ganas de musicalizarlo. No sé, la poesía está en un lugar medio oscuro, nunca fue un éxito comercial.

Lupo acaba de reiniciar en nuevo día y horario (domingos de 16 a 18) el programa En mi propia lengua, por Radio Nacional, y sigue apostando a la difusión de toda expresión de arte joven a través de Taxi (lunes y viernes a las 16 por Radio Provincia). Cuenta, en otro riel de su quehacer, que ha recorrido buena parte del país leyendo poesías gracias al programa Café Cultura, motorizado por Cultura Nación, y rescata nombres de personajes federales poco visibilizados. “Leónidas Escudero es de la Patagonia y escribió un poema bárbaro que se llama ‘La Medecina’, y está Bustracio Ortiz, en La Pampa, que también es muy bueno... Hay que mirar para esos lados también”, dice y resalta, en otro giro: “Con la ida de Spinetta todos quedamos un poco más huérfanos”. “La frase que más me pegó del rock argentino fue ‘Quiero sentirme en tus sueños’. Si eso no es alta poesía, bueno...”

–¿Usted escribe poesía?

–Sí, pero hasta que no logre pensar que tengo algo nuevo para decir, me cuesta publicar. Edité dos libritos, nomás. Algunos poetas como Fernando Pessoa o Alejandra Pizarnik me inhibieron en el sentido de tener la sensación de que estaba todo dicho. Tal vez sea un error pensarlo así, no sé.

–¿Y qué escribe?

–Va uno. Se llama “Naturaleza” y dice así: “Lo único natural que queda son los duraznos al natural” (risas). Como decía algún maestro, “la poesía es el camino del atajo, el más corto”, y así lo intuyó Rimbaud cuando tituló La alucinación del instante un libro suyo, o escribió: “Yo es otro”, cincuenta años antes de que esa frase se convirtiera en el tema central del pensamiento psicoanalítico. Y es algo que Girondo propone también: “No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas”, sentencia en el “Poema 1” de Nocturnos, con el que abro el disco. Cualquier adherente al psicoanálisis freudiano-lacaniano diría que hay otra voz que habita al poeta, que no es el yo, y esa otredad que pone Girondo me pareció un comienzo ineludible. Incluso, la decisión de ponerle Giro Hondo al disco, además de jugar con su apellido, tuvo que ver con que él produjo un giro muy importante en la poesía. Siempre lo tomé como uno de los iniciadores del surrealismo y después tuve la confirmación cuando leí a Octavio Paz diciendo que el nacimiento de la poesía surrealista por aquí tuvo que ver con Girondo y Macedonio Fernández.

–Y usted lo presenta como un poeta actual: “Si no apareciera la palabra tranvía, uno podría pensar que escribió ayer o mañana”.

–Lo sigo a Enrique Molina cuando dice: “Al acercarnos hoy a la poesía de Girondo, se nos presenta indemne. Nada se ha perdido de la fresca vitalidad de sus primeros libros y, mucho menos, de la trágica aventura existencial que testimonia el último”. Es la garantía de las grandes obras de arte... No envejecen, sólo hace falta que se las vuelva a poner al día, algo que tengo pensado hacer con una serie dedicada a poetas argentinos y latinoamericanos. Hay que ver qué pasa con los derechos, pero no me parece justo que no haya un CD con poemas de Borges, que son absolutamente musicales. Oralmente se podrían lucir mucho. Soy de los que creen que la poesía tiene que ser oral... Leyendo poemas por radio encontré un público muy sensible que me dice: “Yo creí que no me gustaba la poesía, hasta que la escuché”.

–A veces, leer poesía puede resultar un poco tedioso. ¿Lo piensa así?

–Sí, a veces es heavy. En cambio, escucharla produce otra pasión, y la música ayuda. Insisto en que tiene que sacarse la poesía del lugar de hermanita pobre. He visto a poetas decir: “Perdón, los voy a molestar con este poema”, y creo que es un orgullo leer poesía. Vos leés el poema de Borges que termina diciendo “Lego la nada a nadie” y es magistral... Puede ser un gran dolor de cabeza para un escribano (risas).

–¿Qué pasa con su subjetividad cuando lee poesía?

–Trato de buscarle a cada poema el sentido que quiso darle el poeta, y exagerarlo un poco, porque cada poeta tiene que ser leído de una forma diferente. Trato de que sea una especialidad... Es mi sueño. Es como la película La sociedad de los poetas muertos: siento que le presto el cuerpo al poeta para que él vuelva a estar presente en ese momento.

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“La poesía está en un lugar medio oscuro, nunca fue un éxito comercial”, se preocupa Lupo.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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