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Jueves, 6 de julio de 2006

DANZA “LLUEVE”, UN ESPECTACULO EN CRUCE CON EL TEATRO

“Aquí, el agua tiene que ver con un estado de melancolía”

 Por Cecilia Hopkins

En Llueve, obra de Gabriela Prado y Eugenia Estévez con textos de Luis Biasotto, interpretada por ellos mismos, tres personajes despiertan de un estado de ensoñación compartido alentado por una llovizna pertinaz. En el patio de una casa semiderruida, el trío aparece musitándose historias hasta que deciden separarse para exteriorizar sus estados de ánimo en solos y dúos, distribuyendo las secuencias de movimiento en las habitaciones semiiluminadas que el espectador percibe fragmentariamente. No obstante la precariedad del entorno, los personajes no lucen como marginales, sino que ese mundo derruido parece remitirse a una situación de carencia interior. “Comenzamos pensando en la palabra ‘diario’, tanto en la acepción de periódico como en todo lo que remite a la vida cotidiana”, cuentan Prado y Estévez, las creadoras del espectáculo que puede verse los sábados en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960), con escenografía de Alicia Leloutre e iluminación de Eli Sirlis.

Ambas bailarinas recuerdan en conversación con Página/12 que en 2002, cuando comenzaron a reunirse para imaginar ésta, su primera obra juntas, les fue imposible no referirse a la crisis reinante en el país. Las dos volvían de una temporada de estudio y trabajo en el exterior, lo cual hizo que la confrontación con la realidad fuese particularmente difícil: “Recién llegábamos y, como las dos vivimos en la zona sur, atravesábamos Constitución todos los días y teníamos muy a la vista un estado de carencias que no podíamos dejar de lado. Y a esto se sumó la lectura de anécdotas de gente que tomaba unas pocas cosas antes de abandonar su casa, durante la inundación de Santa Fe. A partir de esos objetos que tienen que ver con los recuerdos personales, así llegamos a una idea de lo cotidiano ligada al pasado, a alguna emoción ya vivida”, explican las intérpretes, quienes determinaron que la presencia de la lluvia debía estar en la base de esta creación: “El agua tiene que ver con un estado de melancolía nuestro en un Buenos Aires que veíamos marginal –continúan explicando–, y la extrañeza que produce estar afuera del país por un tiempo se potencia en el reencuentro. Por eso tomamos la lluvia, un estado que invita a meterse para adentro”. Esta decisión de ahondar en el recuerdo de situaciones vividas las llevó, poco después, a la necesidad de leer diarios íntimos –el de Kurt Cobain, el de Nijinski, el de Marguerite Duras, entre otros– y, naturalmente, a adentrarse en las propias vivencias y recuerdos.

A pesar de que ambas saben que no vale demasiado la pena poner rótulos a la propia creación, ambas bailarinas coinciden en que no están seguras de si Llueve puede o no ser considerada como una obra de teatro-danza. No obstante, declaran que las dudas que ellas comparten en relación con los límites que separan o unen a la danza con el teatro las llevó a indagar sobre categorías y procedimientos. Así, en un repaso de la obra, distinguen estímulos de diferente origen, como el que partió de dibujar en el piso de la sala de ensayo el mapa de sus propias experiencias. O una pintura de Egon Schiele, que inspiró una de las escenas que interpreta Estévez, quien buscó descubrir “cuál es el estado de intimidad que propone esa imagen”. Por otra parte, sobre algunos de los textos que interpreta Biasotto se montó el dúo que comparten moviéndose al unísono, en tren de manipular cada una su propio cuerpo. “Quisimos investigar el terreno del teatro-danza, porque poníamos en duda los recursos que suelen utilizarse”, resumen Estévez y Prado. “Pensamos que teníamos algo por resolver: esta vez no queríamos hacer una danza formal y abstracta. Pero queríamos trabajar en el plano de lo sensorial sin cerrar sentidos, porque en danza eso no es posible: siempre estamos más cerca de la poesía, de estados que son muy difíciles de poner en palabras, aunque nosotras estemos hablando con el movimiento de cosas muy concretas.”

Estévez y Prado –quien acaba de ganar la Beca Guggenheim para la realización de un proyecto, que concretará junto a la videasta y artista plástica Silvia Rivas, con quien ya trabajó en Episodios llanos, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón– tienen una formación diferente. Pero ambas no acuerdan con la necesidad de sumarse a las modas que impone el medio, tanto en el país como en el exterior: “Teníamos aprensión a tomar elementos utilizados en nuestras clases, porque no queríamos repetir esquemas”, puntualizan y describen un estado de cosas: “En la actualidad no hay escuelas definidas como en otras épocas, porque hoy se hace Müller o Graham, cruzados con acrobacia y hip hop. Pero hay modas fuertes como el Release (trabajo basado en el uso del peso y la gravedad, el manejo de la respiración, el alineamiento de la estructura anatómica) y el Flying-Low (técnica que analiza la relación entre cuerpo y suelo). Pero en todos los casos, las modas nos parecen peligrosas. Limita mucho copiar y seguir tendencias. Moverse desde un paradigma es estar muy alejado de lo artístico”.

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Prado y Estévez: “No queríamos hacer una danza formal y abstracta, queríamos trabajar en lo sensorial sin cerrar sentidos”.
 
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