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Miércoles, 6 de noviembre de 2013

PRESENTARON EN MADRID GRABACIONES INéDITAS DEL ESCRITOR

Otra bienvenida rareza póstuma de Borges

Se trata de cuatro conferencias que el autor de Historia universal de la infamia ofreció en Buenos Aires en 1965. Esas charlas hasta ahora inéditas serán recogidas en un audiolibro, que será publicado por la Casa del Lector y la Fundación Jorge Luis Borges.

 Por Silvina Friera

Esa voz es inconfundible. A menos que haya un imitador perfecto, un “plagiador” de su entonación y modulaciones, no hay duda de quién habla. Escuchar a Borges tararear fragmentos de “El choclo”, ejercitar su proverbial erudición, mezcla de ironía y picardía, cuestionar a Gardel y recitar versos es una rareza póstuma bienvenida. “El tango nos da un pasado, un pasado imaginario. Estudiar el tango no es algo inútil, sino una forma de leer el alma argentina”, dice el escritor en uno de los fragmentos de las cuatro conferencias que el autor de Historia universal de la infamia ofreció en Buenos Aires, en octubre de 1965. Esas charlas hasta ahora inéditas serán recogidas en un audiolibro que coeditarán la Casa del Lector, donde se encuentran los casetes donados por el escritor Bernardo Atxaga, y la Fundación Jorge Luis Borges. En estas cintas que duran cinco horas, según comentó ayer María Kodama en Madrid, se repite la estructura borgeana de El Aleph. “Parte de algo y lo va abriendo y lo lleva a otras cosas. Para Borges, el conocimiento era eso, no era algo rígido ni enclaustrado –subrayó Kodama–. Decía que era un sordo musical, no se sentaba a escuchar música, aunque le gustaban el jazz, el gospel, la música medieval y Brahms. De Beethoven, sin embargo, decía que hacía mucho ruido”.

“Gardel tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática, una escena en la cual un hombre abandonado por una mujer, por ejemplo, se queja. Y en la cual –y éste es uno de los temas más tristes del tango– se habla de la decadencia física de una mujer. Este tema ya lo conocía Horacio –compara Borges en uno de los audios–. Hay una sátira de Horacio en la cual él increpa a una mujer, a una ramera que se ha quedado sin parroquianos. Ese tema lo toma el tango. No citaré el ejemplo más triste: ‘flaca, fané, descangayada’... Voy a citar otro en el cual queda algo de la antigua épica de las orillas también. Describe de un modo despiadado a la mujer envejecida y luego le dice: ‘Qué dirían si te vieran el Melena y el Campana, que una noche en los portones se acuchillaron por vos’. El Melena, el Campana y el Silletero eran tres asesinos que fueron famosos durante un año porque mataron a un comerciante que vivía en la calle Bustamante. Eso ocurría en los tiempos bravos; un asesinato podía hacer famoso a tres hombres. Ahora en esta época pacífica tenemos asaltos de bancos, robos de millones, tenemos bombas, incendios y todo eso dura lo que dura la lectura del diario de la tarde o del diario de la mañana”.

César Antonio Molina, director de la Casa del Lector, optó por aclarar que más que conferencias son “charlas” en las que iba “diciendo con su memoria gigantesca”. “Habla primero de lo vivido, luego de lo escrito y luego de lo leído –planteó Molina–. Se trata de Borges en su salsa. El tango es una excusa para hablar del mundo; de Walt Whitman, de (Leopoldo) Lugones, de Homero, del Modernismo, de Rubén Darío, de Juan Ramón Jiménez, de Valle Inclán, de la milonga. Reconstruye el Buenos Aires de principio de siglo XX. Habla de guitarras y violines, de los cobardes y los valientes, de las letras del tango y de la decadencia física de la mujer.”

Kodama señaló que a Borges le gustaban los tangos de la guardia vieja porque no tenían letra. En una de las grabaciones Borges explica: “Los primeros tangos no tenían una letra que podemos llamar decorosamente inefable. Tenían letras indecentes o una letra meramente traviesa”. En otro de los fragmentos, teoriza sobre el origen “clandestino” del tango, que sitúa alrededor de 1880: “El pueblo no inventa el tango ni lo impone a la gente bien. Ocurre exactamente lo contrario... Sale de las casas malas situadas en todos los barrios de la ciudad... había gente que las frecuentaba para jugar a la baraja, tomar un vaso de cerveza o ver a los amigos... Un argumento que da fuerza a esto son los instrumentos iniciales, que no son populares y corresponden a medios económicos superiores a los de los compadritos (violín, flauta y piano)”.

Hay confidencias, pinceladas autobiográficas, los primitivos cortes y quebradas, la aparición del bandoneón, los gauchos y el culto al coraje, entre otros temas. “(Adolfo) Bioy (Casares) me contó el caso de un compadre que tenía que hacer una operación dolorosa. Cuando le ofrecieron un pañuelo, dijo: ‘Del dolor me encargo yo’. El guapo (...) iba llevando a su adversario a un terreno desventajoso, de suerte que cuando llegaba el momento de la pelea ya estaba vencido. La técnica no sólo era el manejo de cuchillo y poncho, también era psicológica.” Borges comparte anécdotas de compadritos como su amigo Nicolás Paredes, guardaespaldas de un caudillo conservador, o Juan Muraña, “de tan escasa inteligencia que cuando lo provocaban no se daba cuenta”. Sobre “Hombre de la esquina rosada” –“el cuento más injustamente famoso”, desliza, incluido en su primer libro de cuentos Historia universal de la infamia–, sugiere que es un tango en sí mismo. “La idea de juntar el tango y la muerte fue el germen, pero lo escribí porque también había muerto hacía poco Nicolás Paredes y pensé que todos los cuentos que me habían contado él y un tío mío podían perderse”. Comenta Borges que escribía una frase y “la leía con la voz de mi amigo Paredes”. “Si la frase no le iba bien a su voz me daba cuenta de que me había portado como un literato en el peor sentido y la borraba”. Borges ironiza sobre el proceso creativo: “Quizá la única manera de hacer una obra de arte perdurable sea no tomándola demasiado en serio, distrayéndola”.

En 2002, Bernardo Atxaga recibió un regalo inesperado de José Manuel Goikoetxea. “Goiko vino con casetes envueltos en una goma que le había dado un gallego que se fue a Argentina de niño y que luego trabajó de productor musical en Alemania –recuerda Atxaga–. Este hombre, Manuel Román Rivas, al que todos llamaban Kolo Román y que falleció hace cinco años, las trajo de Buenos Aires y se las dio a Goiko en agradecimiento por haberlo acogido en su casa cierto tiempo.” Entonces, al escuchar los casetes, Atxaga se encontró con la voz de Borges. “Se oían fatal, pero me pareció Borges desde el principio. Las conferencias no me sonaban de nada y empecé a preguntar. Consulté con una editora, un aficionado a Borges y en una radio.” Mientras esperaba, Jonan Ordorika limpió y digitalizó el sonido. Pasaron diez años hasta que conoció a Edwin Williamson, catedrático de Oxford y autor de una biografía sobre Borges, quien tras recibir una de las copias aseguró que son las charlas en que, según el anuncio que descubrió en el archivo de La Nación del 30 de septiembre de 1965, Borges “contará sus experiencias personales en el Palermo feo donde compadritos y orilleros protagonizaron historias y anécdotas que muestran el espíritu de una época de Buenos Aires”.

La Casa del Lector y la Fundación Jorge Luis Borges comenzarán el proceso de edición y transcripción para publicar el audiolibro. Un trabajo que será largo y complicado. Borges canta el tango, como él mismo afirma, “correctamente” desafinado.

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El tango, para Borges, era una excusa para hablar del mundo.
Imagen: DyN
 
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