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Miércoles, 6 de noviembre de 2013

MURIó EL CAPOCóMICO JUAN CARLOS CALABRó

Un Gran Valor del humor argentino

Tenía 79 años y sufría una enfermedad que afectaba sus glóbulos rojos. Fue cultor del humor blanco, manteniendo siempre la línea de hacer reír sin dobles sentidos ni malas palabras. Creó personajes inolvidables, como El Contra, Aníbal y Johnny Tolengo.

 Por Karina Micheletto

Fue El Contra, fue Aníbal, fue Johnny Tolengo. Fue el creador de frases que siguen prendidas en la memoria popular, décadas después de su éxito televisivo: ¡Pedro...mirá quién vino! Fue cultor del humor blanco, manteniendo siempre la línea de hacer reír sin dobles sentidos ni malas palabras. Fue muy, muy popular, durante años. En esa popularidad tuvieron mucho que ver sus dotes de cómico e imitador, pero también su capacidad como libretista, para captar tipologías como la del porteño opinador y cholulo que habitaba en El Contra. El capocómico Juan Carlos Calabró falleció ayer a los 79 años en el Hospital Británico de Buenos Aires, donde estaba internado desde hacía dos semanas por una enfermedad que afectaba sus glóbulos rojos, y tras atravesar diversas internaciones por la misma afección.

Había nacido el 3 de febrero de 1934 en la ciudad de Buenos Aires y sus primeros intereses no tuvieron que ver con lo actoral ni con lo mediático: fanático, como su padre, del ciclismo, durante diez años se dedicó a competir en bicicleta. “Era buen ciclista, no fui campeón argentino, pero me prendía en el grupo de los mejores. Corría para Cicles Motor, una casa de bicicletas”, recordaba. Recién a los 26 años pensó que podía estudiar locución y, a lo mejor, trabajar algún día en radio o televisión. “Cuando mi viejo supo que iba a estudiar locución me dijo: es más fácil que un chancho suba a una antena que vos trabajes en televisión. No lo dijo por maldad, sino porque no creía que un tipo como yo, serio e introvertido, tuviera la espiritualidad para estar en un medio. Y bueno, se equivocó”, recordaba el cómico en una entrevista. Ese carácter serio e introvertido marcaba su personalidad fuera de cámaras, según recuerdan quienes lo conocieron o entrevistaron.

En el ISER Calabró pronto sobresalió como el bromista de la clase, el que imitaba a los profesores y remataba todo con un chiste. Allí le hicieron notar que tenía talento para hacer reír, y de allí pasó a debutar en Farandulandia, por Radio Belgrano, junto a un grupo de humoristas encabezado por el guionista Aldo Camarotta. Pasó por varios ciclos en radio: La gallina verde, con Betty Elizalde en la locución, durante varios años. En Clan del aire, con Brizuela Méndez, Ulises Barrera y Magdalena Ruiz Guiñazú, tenía a su cargo el segmento humorístico, al que luego se incorporó Mario Sánchez, con el que hacía un episodio que prendió: Bartolito y Rómulo, una pareja que iba a jugar fanáticamente al Prode todas las semanas.

En televisión, debutó en 1962 en Telecómicos, con el mismo grupo de humoristas de Farandulandia, por Canal 9 (Alejandro Romay había comprado el formato). Por allí pasaron entre otros Jorge Porcel, Nelly Beltrán, Osvaldo Canónico y una joven Luisina Brando. Entre ellos, Calabró se destacaba por su presencia y su perfecta dicción, con el sostén autoral de Camarotta y Délfor Dicásolo. Calabró despuntó con personajes como “el inyeniere desarmista”, aquel tano lavoratore. “Quedate tranquilo, que yo te lo arreglo en un periquete”, decía el “inyeniere”, iba con su pico de loro y su valijita y estropeaba todo lo que tocaba. Después surgió “el admirador”, otro personaje que entrevistaba a las figuras y les entonaba una canción muy particular: “La miel, la miel es muy pegadiza...”. Aquel personaje se volvió muy popular y fue la raíz de El Contra. En 1972 pasó a integrar, también en tele, Circus Show, el programa de Carlos Balá. También con Balá estuvo en Sábados circulares, haciendo “El hombre de Buenos Aires”, donde Balá tenía diversos oficios, y Calabró lo entrevistaba.

En 1978 llegó el primer ciclo encabezado por Calabró, Calabromas, un programa a su medida donde aparecieron los personajes más emblemáticos. En las sucesivas temporadas, Calabró fue introduciendo allí a Gran Valor, a Johnny Tolengo, el Majestuoso y al ingenuo Aníbal. El Contra, que terminó acaparando todo un ciclo propio posterior, fue otro de los personajes que le agregaron popularidad a Calabró, capaz de liquidar la paciencia de sus invitados famosos, siempre cuestionados y confundidos con otros –a veces ni siquiera parecidos–. Su coequiper Antonio Carrizo fue un sostén fundamental de este personaje (y antes que él, que mantuvo este lugar durante los nueve años de El Contra como ciclo, pasaron por ese lugar otros como Marcos Zucker y Gerardo Sofovich).

“Yo fui el creador de mi propio muñeco”, decía orgulloso Calabró: siempre fue el autor de sus libretos, como en El Contra. “Cuando hacía al tano, lo escribía yo, pese a que Camarotta era el director y el autor. Yo siempre participé en los libretos e incluso le escribí guiones a Carlos Balá, que luego él armaba”, recordaba. Si una habilidad tuvo Calabró en esos libretos fue la de captar arquetipos como ese porteño medio que fue El Contra, cholulo y entrometido, siempre dispuesto a meter opinión donde no se la pedían. Entre esos “muñecos” recordados figuran también, claro, Aníbal, aquel que salía en chancletas y musculosa a la vereda, tirando piropos desde su Topolino (¡tu ruta es mi ruta!) y Johnny Tolengo: ¡Soy yo! ¡Soy el majestuoso!

Entre los ’70 y los ’80 Calabró fue figura fija del teatro de revistas de la época. También en el cine comercial argentino de los ’80, como en la bizarra serie junto a Juan Carlos Altavista –Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra (1984), Mingo y Aníbal contra los fantasmas (1985) y Mingo y Aníbal en la mansión embrujada (1986)–, o con su personaje de Johnny Tolengo, o en títulos como Donde duermen dos, duermen tres y Yo también tengo fiaca. Fue además una figura querida de la farándula argentina, al igual que su esposa, la también conocida Coca, con quien tuvo a las mediáticas Iliana y Marina.

Calabró se lamentaba de haber trabajado sin parar durante cuarenta años, de haberse perdido el crecimiento de sus hijas. Los últimos años los pasó rechazando ofertas de diversa índole, en algo parecido a una jubilación, aunque siempre con alguna presencia en el medio, como si nunca hubiera podido desconectarse del todo. En el teatro de revistas, por ejemplo, estuvo con Flavio Mendoza en El Gran Burlesque... mucho más que una revista, en Mar del Plata, y en Carnaval de estrellas, en Buenos Aires. En 2008, con su hija Iliana, encaró, también en Mar del Plata, Calabró + Calabró. The Family Show. En 2009, se animó al stand up con Vení a reírte con Cala, en la avenida Corrientes. En televisión, el año pasado tuvo una fallida y fugaz aparición de su personaje El Contra en el programa The Fort Night Show, de Ricardo Fort, del que se fue entre espantado y sorprendido por la “falta de profesionalismo” con que lo recibieron. “Con Antonio Carrizo me sentaba y trabajaba toda la semana. Con Fort me citaron dos horas antes, el día anterior”, comparaba en una entrevista, decepcionado. Antes, en 1999, había debutado como actor dramático en la serie Campeones, y años después tuvo un papel en la novela Padre Coraje, además de diversas participaciones como invitado en ciclos ajenos. Su última aparición pública fue en agosto pasado, durante la entrega de los Martín Fierro, donde recibió un reconocimiento a su carrera. Sus restos serán inhumados hoy, en el Panteón de Actores del cementerio de la Chacarita.

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Calabró supo captar tipologías del porteño medio.
Imagen: Télam
 
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