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Martes, 22 de julio de 2014

OPINIóN

Garner, el actor que no parecía actuar

 Por Horacio Bernades

Nadie en su sano juicio diría que James Scott Bumgarner, que falleció el viernes pasado a los 86 años, era un gran actor de cine. Conviene desconfiar del sano juicio, que entroniza a desaforados sobreactores –desde Enrique Muiño hasta Geoffrey Rush, pasando por Kenneth Brannagh– e ignora salvajemente a actorazos como Sebastián Chiola, Cary Grant o Clint Eastwood, que cuando actúan no parecen estar actuando. Si hay una clave para actuar en cine es justamente ésa, y James Scott Bumgarner, cuyo nombre artístico era James Garner, se pasó más de medio siglo actuando en cine y televisión sin que nadie se enterara de que lo estaba haciendo. Su papel consagratorio definió su estilo para siempre. Brett Maverick, protagonista de Maverick, serie canónica de fines de los cincuenta y comienzos de los ’60, era un jugador de cartas, un fullero, un winner con las damas. Era, por sobre todas las cosas, lo que los sajones llaman easygoing: un tipo que la lleva fácil, que la pasa bien, que va por la vida como una suerte de Fred Astaire que no necesita bailar para fluir con swing.

James Garner –James Garner, el personaje, y no James Scott Bumgarner, la persona, de quien nada sabemos ni sabremos– la pasaba bien en sus papeles. Daba esa sensación, al menos, y es difícil mentir tanto durante más de medio siglo como para desconfiar de que no fuera así en realidad. Como él la pasaba bien, yendo de escena en escena entre pokers, tragos y sonrisas (como si fuera un miembro en el exilio del clan Sinatra), nosotros, los espectadores, la pasábamos bien en su compañía. Cosa que no sucedía con otros icónicos galanes televisivos de la época –troncazos de cuidado, todos ellos–, como el Gene Barry de Bat Masterson y El detective millonario, el David Janssen de El fugitivo, el Mike Connors de En la cuerda floja y Mannix o, sí, el Clint Eastwood de Cuero crudo. Porque en esa primera época, hasta que Sergio Leone lo forzó en su serie de spaghetti westerns, el viejo Clint era un troncazo.

Garner fue de esos actores cuya carrera parecería no haber estado a la altura de sus posibilidades. A su altura estuvo, sí, una gran serie policial de los ’70: The Rockford Files, que acá se llamó Archivo confidencial. Jim Rockford no era un private eye como cualquier otro. El tipo había estado en prisión, seguía en contacto con muchos “buenos muchachos” del bajo mundo (eso le daba considerables ventajas competitivas sobre los miembros de la policía) y además vivía, en compañía de su padre (el gran Noah Berry), en una casa rodante ubicada en medio de una playa californiana. Un personaje a su medida (vivir en una casa rodante permitía imaginar que el tipo en cualquier momento ponía primera y se iba), el de Jim Rockford mostraba ya que cuanto menos galán joven (cuando empezó la serie tenía más de cuarenta), mejor Garner. Igualito que Eastwood.

Hecho curioso, nuestro héroe terminó abandonando las dos series que lo consagraron. Maverick, porque se hinchó, y Archivo confidencial, porque estaba físicamente hecho torta: como otros locos del cine (Keaton, Jacky Chan, Tom Cruise), Garner era su propio doble. Lo cual le costó una quebradura de espalda y, de paso, una úlcera. La fama televisiva le permitió actuar en buena cantidad de películas si no grandes, exitosas (El gran escape) o, al menos, grandes en tamaño (Grand Prix). A gusto del que escribe hubo que esperar hasta comienzos de los ’80 para gozarlo a full. Blake Edwards embocó un pleno al darle el papel del mafioso de Víctor Victoria, un machote absoluto, que se enamora de una señora que se hace pasar por señor. Por entonces Garner tenía cincuenta y pico y una hermosa voz aguardentosa, grave y como con eco propio, que hizo que más tarde lo llamaran para doblar personajes de algunos dibujos animados. Memorable escena de Víctor Victoria cuando el tipo, tras disfrutar de demasiados musicales para lo que su machismo aconseja, va a un tugurio de mala muerte, donde hay puros tipos en pedo, se acerca al mostrador y pide, a los gritos, un vaso de leche. Cuestión de que todos se le tiren encima y poder cagarse bien a trompadas, en una pelea de bar que tal vez haya sido, ahora que lo pienso, un homenaje a Maverick.

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