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Miércoles, 22 de abril de 2015

CUREPAS PRESENTA DE SOLES Y VEREDAS EN HASTA TRILCE

“Uno debe ser fiel a lo que siente”

 Por Cristian Vitale

Que un disco debut independiente, de músicas de raíces argentinas y con mayoría de piezas propias concite las intervenciones de Liliana Herrero, Facundo Guevara, Ramiro Gallo o Carlos Moscardini es un dato que cierra en sí mismo. Un bruto dato que se va puliendo, revelando sus aristas más finas, al compás de las escuchas, hasta contornear un trabajo bellísimo, sutil, holístico, colmado de recursos. Difícil que le quepa otra definición a este De soles y veredas que el grupo Curepas acaba de publicar, Fondo de las Artes mediante, y que mostrará mañana a las 21 en Hasta Trilce (Maza 177). “Un punto clave es la torta de manzana que hace Wilson, con eso sobornamos a todos... no hay músico que se resista”, se ríe Nicolás Lapine, guitarrista, cantor, fundador y compositor, en un arrojo lúdico por legitimar la presencia de los invitados que, claro, por algo estarán. Por alguna razón más que un pedazo de torta, se intuye. Por el Ciclotímbrico, entre ellas, un ciclo de música argentina que este dúo devenido quinteto organiza hace tres años en el sur del conurbano. “Sólo bastó invitarlos a participar del disco para que se sumaran con mucho amor, y compromiso”, señala el contrabajista Pablo Brie, el otro fundador del grupo que completan Santiago Brie en percusión, Sebastián Medina en violonchelo y voz, y Matías Wilson, bandoneón, piano y... tortas de manzana.

De soles y veredas, que además cuenta con la producción de Popi Spatocco, está poblado por una inspiradísima versión de “Vidala tengo una copla”, del Chango Rodríguez, en clave coral; otra latinoamericanizada de “Tonada del Cabrestero”, de Simón Díaz. También revisa la “Zamba del Chaguanco”, de Castro y Herrera, atravesada por la voz de Liliana Herrero, y vuela en calma sobre las Maestras de Jujuy, de Gieco y Gurevich. Todas versiones que zigzaguean entre una mayoría de temas propios: doce de dieciséis. “Cuando arrancó el grupo, no había ni una canción nuestra, pero con el tiempo fuimos sintiendo la necesidad de decir cosas propias. Así fueron apareciendo las primeras composiciones y hoy en día casi todos escribimos y componemos. Es algo que no forzamos, se fue dando así, naturalmente”, dice Brie e ingresa ejemplos: “La consecuente”, por caso, dedicada al inmortal Raúl Carnota. “Esta es una chacarera enmarañada y cargada a su vez de la filosofía más simple y sincera, como las buenas chacareras. Se la dedicamos a Raúl porque se fue, pero se quedó para siempre en nuestros corazones”, explica el contrabajista y cantor.

“Otra emblemática podría ser ‘Soy Distancia’, una canción de estructura libre, aunque con algunas pinceladas de milonga, en la que la distancia habla en primera persona y nos cuenta quién es y todo lo que ella significa para las personas”, grafica Lapine, por su lado. Otra arista estética del quinteto se vincula al no necesariamente dicotómico péndulo ayer/hoy, del que los Curepas toman una distancia prudencial en la música, y en las palabras. “Lo nuestro consiste solamente en hacer lo que nos sale del corazón, no forzar la cosa. Somos lo que somos, crecimos escuchando diferentes músicas y seguimos cambiando todos los días. Es lógico que tengamos un respeto enorme por la música que nos precede, por quienes formaron la tradición y por nuestras raíces, pero vivimos hoy, y es hoy que tenemos cosas para decir y expresarnos. Creemos que cada cual en su tiempo y contexto debe ser fiel a lo que siente. Sería una locura pretender que veamos el mundo como lo veía Atahualpa Yupanqui, o como los africanos que crearon los primeros ritmos o como los europeos de quienes descendemos. Nos proponemos día a día ser lo más ‘nosotros mismos’ posible, y desde ahí crear”, se posicionan Brie y Lapine. Y explican el nombre del disco también como una coincidencia grupal: “Antes de ponerle un título al disco hicimos una lluvia de cientos de imágenes y palabras que representaran lo que cada uno pensaba acerca de Curepas, y coincidimos en casi todo: en la idea de la infancia, de los recuerdos del barrio, de jugar en las calles, de andar en bici todo el día, jugar a la pelota en la vereda, en fin, así como si fuera una foto, nació De soles y veredas”, se manifiesta Lapine, en un epílogo que une pasados y presentes.

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