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Miércoles, 7 de octubre de 2015

COMIENZA EL CICLO EL ESCRITOR OCULTO, UNA SERIE DE DOCUMENTALES SOBRE AUTORES

Cuando las letras ocupan toda la pantalla

“Yo hago películas como si escribiera libros, me inspiro más en la literatura que en el cine”, dice Andrés Di Tella, curador de esta cuarta edición del ciclo que presentará varios títulos esenciales todos los miércoles de octubre en el Malba.

 Por Silvina Friera

El elástico de la literatura se estira más allá de lo que se puede apreciar a simple vista. Si escribir es iluminar con una linterna los rincones en penumbras, hay muchos artistas que lo hacen, cada uno a su manera, exponiéndose en el sentido más literal de la palabra. “Yo hago películas como si escribiera libros, me inspiro más en la literatura que en el cine. Yo recomiendo buscar por fuera del cine porque veo a jóvenes muy cinéfilos que hacen cine referenciando al cine, y eso puede terminar en un cine al que le falta aire”, dice Andrés Di Tella, curador de la cuarta edición del ciclo El escritor oculto, dedicado a la proyección de documentales sobre la escritura y los escritores, que empieza hoy a las 20.30 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415) con Macedonio Fernández, film de Di Tella y Ricardo Piglia. “Esa película que hicimos con Piglia hace veinte años es una especie de ensayo en el que las personas que aparecen para dar testimonio son como encarnaciones actuales de Macedonio. Roberto Jacoby vendría a ser el Macedonio artista conceptual que arma comunidades utópicas. En ese momento Jacoby estaba creando una serie de colectivos artísticos y experimentales como Chacra 99 y el proyecto Venus. También está Ricardo Zelarayán, no porque sea un experto en Macedonio, sino porque era un escritor que por su literatura y por su forma de vida representaba ese humor absurdo de Macedonio y el aspecto marginal del hombre que vive en pensiones.”

El curador de El escritor oculto cuenta a Página/12 que eligió tres películas que significaron mucho para él. Que le abrieron los ojos sobre las posibilidades de lo documental. La guerra de un hombre solo (Francia, 1982), excepcional film de Edgardo Cozarinsky basado en los Diarios parisinos de Ernst Jünger, será proyectado el miércoles 14 a las 20.30. “Cozarinsky ha invertido, y no vacilo en decir genialmente, el principio del documental: aquí son las imágenes las que componen el comentario para la voz”, escribió Pascal Bonitzer en Cahiers du Cinéma. “El principio del film es el diálogo entre sus elementos, la orquestación del montaje es polifónica. Todas las dimensiones de la vida aparecen simultáneamente, las más grandes y las más íntimas, las más ‘profundas’ y las más superficiales, las más trágicas y las más ridículas. Con este film tocamos lo que el discurso de la historia es incapaz de articular: la multiplicidad de la vida. La paradoja resultante es que este film que ha elegido por material la mentira (dos tipos de mentira: la trivial de la propaganda y la más sutil de la literatura) es la descripción más verídica, más rica y apasionante del período de la Ocupación que se ha visto en una pantalla.”

Di Tella se entusiasma con la película de Cozarinsky, quien charlará con el público después de la proyección, por el modo en que selecciona fragmentos de los diarios de Jünger para contraponerlos con los noticieros colaboracionistas de Francia. “Los noticieros no ilustran los textos de Jünger, que estaba como oficial alemán participando de la invasión y ocupación nazi en París. Ahí se produce algo muy interesante: a veces los diarios de Jünger desmienten los noticieros, pero a veces sucede al revés, Jünger miente o no ve lo que está pasando”, explica Di Tella. “Me acuerdo de haber hablado con Edgardo del valor de la voz porque él buscó mucho quién podía leer esos diarios y encontró a un actor, Niels Arestrup, con el que hizo un trabajo casi musical. Yo tengo el volumen de Jünger, que son como mil páginas, y la pregunta es cómo ponés eso en una película, cómo le das el volumen que tiene. Jünger se encontraba con Picasso o iba a un cóctel durante la ocupación. Lo interesante es cómo la vida cotidiana sigue en una situación horrorosa, con un régimen de terror en el que están matando a miles de personas. Cozarinsky hizo este documental durante la dictadura militar, cuando él estaba exiliado en Francia; entonces todo el tiempo está hablando indirectamente también de lo que estaba pasando en Argentina.”

Gombrowicz o la seducción, de Alberto Fischerman, un documental de 1986 filmado en 16 milímetros, es una reconstrucción del escritor polaco Witold Gombrowicz durante los años que vivió en Argentina. “Yo participé como asistente de dirección e investigación de Fischerman, fue como una especie de escuela de cine para mí. Me acuerdo que recreamos los bares adonde iba Gombrowicz con sus discípulos –Mariano Betelú, Jorge Di Paola, Juan Carlos Gómez y Alejandro Russovich– como el Rex o El Querandí. Hay una teatralidad un tanto espiritista de los discípulos de Gombrowicz, que invocan el fantasma del escritor. Es una película que rompe los límites de los géneros y las reglas cinematográficas también”, plantea Di Tella, que continúa presentando su última película, 327 cuadernos, sobre los diarios de Ricardo Piglia, los sábados a las 22 en el Malba. El ciclo concluirá el miércoles 28 con El desencanto (España, 1976) de Jaime Chávarri, una película sobre la familia del poeta Leopoldo Panero, que murió en Astorga, donde había nacido, en 1962. Catorce años después, Chávarri se reúne con Felicidad Blanc, la viuda de Panero, y con los tres hijos para recordar y explicitar diferencias y contrariedades. “La película es una especie de psicodrama sobre la transición española del franquismo a la democracia, sin que estén hablando de eso. Están hablando del padre y se están destripando; hay un ajuste de cuentas entre los hijos con esa enorme figura paterna. La película empieza con una estatua que están inaugurando en el pueblo natal de Panero, que fue un poeta emblemático del franquismo. Aunque filman el acto de inauguración, nunca vemos la estatua porque sigue envuelta. Esa estatua que no vemos es un símbolo de Franco; en ese momento todavía no podían hablar de Franco, pero está clarísimo que están hablando de eso. Me resultó genial ver cómo hablar de las tensiones de esa familia se vuelve algo político, una metáfora de la vida política de España.”

Antes de realizar sus películas documentales, Montoneros, una historia (1995), Prohibido (1997), La televisión y yo (2003), Fotografías (2007) y El país del diablo (2008), Di Tella (Buenos Aires, 1958) estudió Literatura y Lenguas Modernas en Oxford. “Mi tío estaba exiliado en Inglaterra y me fui a vivir con él y a estudiar. Después volví a la Argentina, ya en la época de Raúl Alfonsín, y estuve unos meses en la universidad de las Catacumbas de Josefina Ludmer. Después hice un seminario con Beatriz Sarlo, durante dos años, en la oficina de Punto de vista”, comenta el cineasta.

–El escritor oculto es usted, ¿no?

–¡Me descubrió! (Risas).

* El escritor oculto es con entrada libre, los miércoles de octubre a las 20.30 (Malba, Figueroa Alcorta 3415).

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La muestra empieza hoy con Macedonio Fernández, película de Di Tella y Ricardo Piglia.
 
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