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Miércoles, 2 de marzo de 2016

LA POESíA DE SHARON OLDS EN EL LIBRO LA MATERIA DE ESTE MUNDO

Dardos poéticos en lenguaje directo

La poeta californiana ofrece, sin filtro, instantáneas de la vida familiar y la maternidad, entre otros temas. La materia de este mundo se presentará mañana en Espacio Enjambre con una entrevista a la autora vía Skype. Es la primera antología de Olds que se publica en el país.

 Por Silvina Friera

Los poemas de Sharon Olds son como alfileres oxidados que se clavan muy hondo en la piel. El cuerpo, que jamás es indiferente, percibe ese pinchazo brutal del lenguaje directo, afilado por la desnudez de las experiencias que desgrana en el empeño por capturar instantáneas de la vida familiar, la maternidad, la relación con los padres y los hijos, entre otros temas. No hay ademán compasivo ni piadoso. Menos aún un tono sentimental o almibarado. “En el oscuro cuarto de madera al mediodía/ la madre tuvo una charla con su hija./ La grosería no podía seguir, la maldad/ con su pequeño hermano, el egoísmo./ La niña de 8 años se sentó en la cama/ en un rincón del cuarto,/ los iris destilados como las últimas gotas de algo, su cara/ terca se ablanda, avergonzada,/ destellos plateados en los ojos como agua/ distante que se vislumbra a través de los bosques./ Aguantó y aguantó hasta quebrarse y gritar/ ¡Odio ser una persona! Y se zambulló/ en su madre/ como / en / un estanque profundo - y no sabe nadar,/ la niña no sabe nadar.” La materia de este mundo –que se presentará mañana a las 19.30 en el espacio Enjambre con una entrevista a Olds vía Skype– es la primera antología de la poeta norteamericana que se publica en el país en una edición bilingüe de Gog & Magog, con selección y traducción de Inés Garland e Ignacio Di Tullio y prólogo de Victoria Schcolnik.

“La vocación de Sharon Olds por ver es rigurosa. Las escenas de cada poema son narradas como quien mete la cabeza en el pozo, aguantando la respiración, y luego lanza a borbotones lo que hubiera quedado siempre en la oscuridad. Ya sea que se refiera al desencanto de la familia, a la orfandad que viene con la maternidad, al desenfreno del sexo, a la opresión sobre las mujeres, o a las desigualdades sociales; jamás habla en la abstracción de los enunciados”, plantea Schcolnik. Un ejemplo de ese modo de ver con una crudeza que huye despavorida del registro lírico es el poema “35/10”: “Mientras cepillo frente al espejo el pelo/ sedoso y oscuro de nuestra hija/ veo los destellos grises del mío,/ la sirvienta canosa detrás de ella. ¿Por qué será/ que justo cuando empezamos a irnos/ ellas empiezan a llegar, que el pliegue en mi cuello/ se hace más visible cuando los bellos huesos de sus/ caderas se afilan? Cuando mi piel muestra/ sus cicatrices secas, ella se abre como una flor/ húmeda y precisa en la punta de un cactus;/ cuando mis últimas oportunidades de concebir un hijo/ se sueltan de mi cuerpo, entre ellas las fallidas,/ su pequeña cartera llena de huevos, redondos y/ firmes como yemas, está a punto de/ desabrocharse con un chasquido./ A la hora de dormir,/ cepillo su pelo enredado y fragante. Es una vieja/ historia –la más vieja del mundo–/ la historia de la sustitución”.

“La calvinista maldita” –criada con la idea de que el infierno estaba en el futuro y el castigo en el presente– nació en San Francisco en 1942. Después de graduarse en la universidad de Stanford realizó un doctorado en Literatura Americana con una tesis sobre Ralph Waldo Emerson en la universidad de Columbia. Tenía 37 años cuando publicó su primer libro Satán dice (1980), que recibió el Premio de Poesía de San Francisco. “Todavía por aquel entonces era joven y salvaje. Ahora soy vieja y salvaje. Mientras sea fiel a mi lado salvaje todo me parece bien”, confesó la poeta en una entrevista. “Las hermanas del tesoro sexual”, uno de los poemas de ese libro inicial, muestran ese costado salvaje: “No bien mi hermana y yo salimos de la casa/ de nuestra madre, lo único que queríamos/ hacer era coger, borrar/ su pequeño cuerpo de gorrión y sus/ patitas de grillo. ¡Los cuerpos de los hombres/ eran como el cuerpo de nuestro padre! Las pantorrillas/ macizas, los flancos, los muslos, la estructura/ masculina de las caderas, las rodillas-/ podíamos tenerlo a él ahí, el declive de las nalgas prohibidas,/ la parte de atrás de las rodillas, la pija/ en la boca, ah la pija en la boca./ Como exploradores que/ descubren una ciudad perdida, nos volvimos/ locas de alegría, desvestíamos a los hombres/ lenta y cuidadosamente, como si/ descubriéramos artefactos enterrados que/ probaban nuestra teoría de una cultura perdida:/ que aunque Madre dijera que no estaba ahí,/ estaba ahí”.

La obra de la poeta norteamericana no es amable ni políticamente correcta. Evidentemente, su intención es desmitificar; escribir a contrapelo de cualquier idealización a través de la sexualidad y el erotismo, nombrar lo que el pudor o la vergüenza prefiere escamotear bajo la ortopedia lingüística. Algunos críticos, muy sueltos de boca y tan constreñidos por las convenciones, han calificado de “pornográfica” la poesía de Olds. Al margen de las incomodidades que pueda suscitar, ha recibido diversos reconocimientos como el Lamont Poetry, el National Book Critics Circle Award, el Premio T. S. Eliot y el Pulitzer de Poesía en 2013 por Stag’s Leap (2012), su último libro publicado. Lejos de la estampita de la heroína moral, Olds recuerda el momento en que salió a la arena política. “Cuando era joven, iba a las manifestaciones contra todas las guerras de ataques imperialistas... cuando tenía catorce años pasaba un día por delante de Woolworths, una pequeña cadena de tiendas, y me encontré con una manifestación contra la segregación en el Sur. Estaban en círculo, y yo les pregunté que quién tenía derecho a estar allí; me dijeron que cualquiera que quisiera formar parte del círculo estaba ya allí, con ellos, y así lo hice. Di un paso adelante y me uní al círculo”. En 2005 la poeta le escribió una carta abierta a Laura Bush, la ex primera de dama Estados Unidos, en la que rechazó la invitación al Festival Nacional del Libro en Washington, D.C: “Muchísimos norteamericanos que sintieron orgullo por nuestro país, ahora sienten angustia y vergüenza, por este régimen vigente de sangre, heridas y fuego. Pienso en el lino limpio de tu mesa, los cuchillos brillantes y las llamas de las velas, y no podría digerirlo”.

La materia de este mundo incluye poemas de ocho libros: Satán dice (1980), Los muertos y los vivos (1984), La celda de oro (1987), El padre (1992), El manantial (1996), Sangre, lata y paja (1999), La habitación sin barrer (2002) y Una cosa secreta (2004). Aunque no es descabellado que se la vincule con los llamados “poetas confesionales” como Robert Lowell, Anne Sexton o Sylvia Plath, Olds ha manifestado su rechazo a la palabra “confesional” y define su poesía como “aparentemente personal”. Schcolnik advierte que a la poeta norteamericana las metáforas le dan miedo: “Las comparaciones, por el contrario, la alivian. Son la relación entre las cosas y no la supresión de una cosa por otra”. La mayoría de los poemas de la antología podrían ilustrar esta cuestión, pero se elige al azar uno de los más impactantes, titulado “Después de 37 años mi madre me pide perdón por mi infancia”: “Cuando te inclinaste hacia mí, los brazos hacia adelante/ como alguien que trata de atravesar un incendio,/ cuando te balanceaste hacia mí, gritando que/ sentías mucho lo que me habías hecho, tus/ ojos llenos de líquido terrible como/ gotas de mercurio de un termómetro roto/ patinando por el piso, cuando gritaste suavemente/ ¿A quién más podía acudir? ¿A quién más tenía? La/ porcelana rota de tus manos se mueve hacia mí, el/ agua que mana de tus ojos como la humedad/ que sale de las piedras bajo mucha presión, yo no podía/ ver lo que haría con el resto de mi vida”.

* La materia de este mundo se presentará con entrada libre y gratuita a las 19.30 en Espacio Enjambre (Francisco Acuña de Figueroa 1656). Inés Garland dialogará con Sharon Olds.

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La obra de la poeta norteamericana no es amable ni políticamente correcta.
 
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