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Sábado, 12 de marzo de 2016

EL TECLADISTA KEITH EMERSON FALLECIó EN SANTA MóNICA, CALIFORNIA, A LOS 71 AñOS

“El mañana es la historia del ayer”

El artífice de Emerson, Lake & Palmer le marcó la cancha al rock progresivo en los años 70 con los primeros tres discos de la banda, tras su paso por The Nice. En sus composiciones se encendía su devoción por Bach, Ginastera, Bartok y Rachmaninov.

 Por Cristian Vitale

Fue el 3 de abril de 1993. Obras estaba lleno y, mucho antes que las bengalas se pusieran de moda en los recitales de rock criollos, Keith Emerson las tiraba. Tenía esa costumbre. Se paraba sobre su incendiario teclado y, ante la mirada pavorosa de la gente –este cronista no lo olvidará jamás–, las arrojaba hacia el techo provocando una sensación de caos. De impacto lúdico y extremo, a la vez. De fogonazo que enceguecía en medio de la oscuridad. Claro que era bajo un marco sonoro que lo demandaba así: el también incendiario, contundente y alucinante “Tarkus”, pieza de 20 minutos y 44 segundos que Emerson, Lake & Palmer habían grabado en el larga duración homónimo de 1971, y que le marcaba la cancha –y de local– al rock progresivo de la época. Una imagen que seguramente se perderá como un grano de arena en los cuarenta años que Emerson le metió de música y locura a su vida, pero que engancha su figura, como todo aquel recital formidable, al sentimiento de los setentosos argentinos.

Veintitrés años después de aquella secuencia, el tecladista, pianista y compositor devoto de Bach, Ginastera y Béla Bartok dejó de existir. Se conoció recién ayer viernes, pero dicen que en realidad ocurrió durante la noche del jueves en Santa Mónica, California. El primero en hablar fue un compañero de casi toda la vida, y que aquella noche de Obras se entretenía mirando el fuego en las alturas de Obras: Carl Palmer. “Estoy profundamente entristecido al conocer la noticia de la muerte de mi buen amigo y hermano (...) Keith era un alma gentil cuyo amor por la música y la pasión por su ejecución como tecladista seguirá viva durante muchos años. Fue un pionero y un innovador cuyo genio musical impacta a todos en el mundo del rock, clásico y jazz. Siempre recordaré su cálida sonrisa, buen sentido del humor, del espectáculo, convincente y dedicado con su arte musical. Soy muy afortunado de haberlo conocido y haber hecho la música que hicimos juntos. Descansa en paz, Keith”, escribió el baterista en su página web sobre su amigo de 71 años.

Es inevitable asociar la figura de Keith Noel Emerson, nacido el 2 de noviembre de 1944 en Todmorden –pequeño pueblo de Lancashire, Inglaterra–, al tremendo trío que formó, durante buena parte de su vida, con Greg Lake en bajo, guitarra y voz, y el mismo Palmer. Pero le habían pasado varias cosas más. The Nice, por caso, trío que precede –e influye, claro– al grupo de las tres iniciales, y que Emerson había armado hacia el segundo lustro de la década del 60 con Lee Jackson, en bajo y voz, y Brian Davison, en batería y percusión, cuando el rock sinfónico, progresivo o como quiera llamárselo estaba en pañales. Nadie entendía nada (o pocos, como Jon Lord, entendían algo) cuando, en medio del flower power tardío o del blues rock hecho por blancos, los tipos salían con el riff en 5/4 de un tema como el improvisado “Azrael”, que hace alusión al ángel de la muerte, y que se desprende de la trascripción del Preludio en Do menor, Rachmaninoff, con las cuerdas del piano “levemente” desafinadas. O una especie de blues tan deforme y enrevesado como “For example”. O con un disco entero que se convirtió en carnada de culto para generaciones venideras como Ars longa vita brevis (Sinfonía para grupo y orquesta), disco que llevó a Emerson a una reflexión que marcaría un premonitorio devenir: “Ayer conocí a alguien que cambió mi vida, hoy grabamos una obra que clarificó nuestra meta. El mañana es la historia del ayer, y el arte permanecerá, aún si la vida termina”.

Después sí enganchó –o reenganchó, dicho mejor– esa estética en ciernes con Emerson, Lake & Palmer, uno de los primeros supergrupos de esa década dorada que fue la del 70. En un primer momento, cercanos a la impronta de los contemporáneos King Crimson, empezaron sorprendiendo durante el año cero del decenio con el disco epónimo que tenía un ave blanca de espaldas en la tapa, y una pieza –dividida en tres– que anunciaba las firmes intenciones musicales e innovadoras de Keith: “The three fates” (Clotho, Lachesis y Atropos)”. Luego del nombrado e impresionante Tarkus, llegó el más “cancionero” Trilogy, con el que el mundo, más allá de sus órbitas geográficas de acción, pudo conocerles las caras a través de la tapa del disco. Adentro había una música que no sólo transitaba exóticos laberintos y largos pasadizos secretos, sino que también mostraba ciertos aromas silvestres, y temas medio hippones como el antojo de Lake “From the beginning”, o piezas “festivas” como la versión de “Hoedown”, una adaptación de “Rodeo”, de Aaron Copland.

Una primera tríada gloriosa que ocupó los primeros dos años del grupo, y que antecedió a una segunda que llegaría hasta 1977, con el volumen II del ambicioso Works. O sea, Brain salad surgery, donde evocaban un rato al maestro argentino Alberto Ginastera, y luego Emerson arrasaba con todo: órgano, piano, clavecín, acordeón y los torrentosos sintetizadores moog (es el disco de las tres impresionantes impresiones de “Karn evil 9”, que ocupan todo el lado B). Y el primer Works, aquel en el que Emerson se luce, entre furioso y templado, con el concierto de piano en tres movimientos: “Alegro Giocoso”, “Andante molto cantabile” y “Tocata con fuoco”, con la Sinfónica de Londres. Y la banda pega un “hit” con “Fanfare for the common man”. Nada de lo que vino después, ni el bizarro Love beach ni, larga separación mediante, el breve lapsus con Cozy Powell, ni Black Moon, ni el tardío In the hot Seat, alcanzaron ni por asomo el status estético, inspirador, clásico y casi revolucionario de los primeros.

Luego, Emerson se dedicó a hacer música para cine (la de Inferno, del italiano Darío Argento, o la de Nighthawks, por caso) y grabar algunos discos solista sin demasiada repercusión. Mucho después, escribió sus memorias (Pictures of an Exhibitionist), recibió el Frankfurt Music Prize, también entrado el siglo, o y encaró giras como la que realizó con su amigo Lake, a manera previa de la tardía reunión del grupo, en julio del 2010 en el High Voltage Festival. Fue una de las últimas grandes apariciones de la banda.

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Después del ELP, el tecladista grabó música de películas y algunos discos solistas.
 
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