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Miércoles, 16 de marzo de 2016

ANDRéS GERSZENZON Y SU óPERA AMATISTA, SOBRE ALICIA STEINBERG

Las vibraciones del deseo femenino

 Por Diego Fischerman

“Un mundo de dedos y labios y palabras”, escribía Alicia Steinberg. O “el erotismo es frágil como un lirio”. En Amatista, la novela que publicó en 1989 y que fue finalista del premio La Sonrisa Vertical, un doctor consulta a una señora (y no al revés) en busca de los secretos del cuerpo femenino. El compositor Andrés Gerszenzon acude al texto casi en busca de lo mismo. “El erotismo femenino en general es contado por hombres; aquí no”, sintetiza acerca de la ópera que hoy a las 21 subirá a escena en Hasta Trilce (Maza 177). Amatista, la ópera, relee aquel texto y, a su vez, es releída por la puesta en escena. “Me interesa, del trabajo en el teatro, esa sensación de que la obra se va modificando, de que nada está cerrado en una partitura”, dice el músico.

Autor de la música del film La niña santa, de Lucrecia Martel, y de varias obras escénico-musicales, entre ellas De tropos, noes y perros, sobre textos de Oliverio Girondo, y Arena, entre la carne y el hueso, Gerszenzon trabaja, en esta nueva ópera, con el criterio de “poner la obra por encima de las escuelas o las técnicas” y se pregunta: “¿Por qué no poner un bolero si quiero ponerlo?”. Para él, que confiesa haber estado casi diez años sin componer (“en el momento no lo sentí como una crisis pero indudablemente lo fue, y empezó como oyente: mucho de lo que oía no me interesaba en absoluto”) hoy nada está excluido. “No me interesa, a esta altura, pensar que si voy por un lado no puedo incursionar en otro. Uno está hecho de muchas músicas y es natural que ese que uno es tenga cabida en lo que uno hace. No niego aquello que aprendí, ni las técnicas contemporáneas ni el trabajo con el sonido puro. Pero tampoco ese lugar por donde, como muchos, empecé, cantando canciones acompañándome con una guitarra. En estas obras en que la voz y el texto son fundamentales, hay una preocupación agregada, además, y es la vocalidad. Sumada a que lo que se canta sea comprensible, desde ya. En algún momento la música de tradición académica perdió de vista el hecho de que se trataba de un hecho comunicativo. Y a mí la comunicación me interesa. No me da lo mismo si establezco un lazo con el público o no.”

Con nuevas funciones mañana, el miércoles 23 y el jueves 31, Amatista tiene como uno de sus ejes las pinturas de Ana Moraitis, quien es además una de las intérpretes de la obra. Junto a ella (la Señora) actúan Mercedes García Ble (Amatista), Bárbara Perrotta (Mariolina), Lucas Werenkraut (Doctor) e Isaías Sirur (Pierre). El grupo instrumental incluye a Lucía Yansón en violín, Juan Ignacio Ferreras en cello, Pablo Bruni en contrabajo y Victoria Gianera en piano. La dirección musical es del propio Gerszenzon y la puesta en escena de Diego E.Rodríguez, con asesoramiento corporal de Germán Ivancic, iluminación de Rodrigo Gónzalez Alvarado, vestuario de Martín Coronel y realización escenográfica de Osvaldo Malizia, sobre una idea del director de escena. “La puesta es de una sutileza y un humor de una delicadeza extremas. Si uno piensa en la manera en que el erotismo femenino es presentado en la televisión, donde de lo que se trata es de mujeres haciendo suyos comportamientos (y fantasías) de los hombres, en esta ópera sucede todo lo contrario. Tal vez una respuesta esté en el final, en esa recomendación que la Señora hace al doctor, que ha recurrido a ella para buscar mejorar sus relaciones maritales. ‘Pregúntele a ella; ella sabe’. Esa idea de que no alcanza con preguntarse cómo satisfacer a la mujer; de que hay que poder preguntarle y escuchar sus respuestas.”

Hay, en todo caso, otra pregunta a la que Amatista busca responder y es cuáles son los sonidos, vibraciones al fin y al cabo, capaces de traducir lo que el compositor describe como “voces que se transforman en una oda al clítoris, en loas a penes erectos, en una alabanza a los pechos soberbios o en un cantar de ángeles desnudos y gozosos masturbándose unos a otros; un éxtasis de placer, de jadeos y de juegos, de lenguas y de bocas rojas y ardientes estallando en toqueteos y caricias; oleadas de muslos y escotes y pezones y deleites y posturas y clamores y perfumes y desaforadas danzas”.

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