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Miércoles, 26 de octubre de 2016

OPINIóN

Un final inexplicable

 Por Alejo Pérez *

Hacia fines de los 90, acaso observando el éxito de similares políticas culturales en otros países latinoamericanos, se comenzó a dar instrumentos musicales a niños, intentando llegar con la música a lugares carenciados, con el apoyo de profesores y maestros. Esta iniciativa se gestaba como propuesta de enriquecimiento educacional en el Día del Niño (también para su familia y entorno: es asombroso el poder contagioso de la música en el ámbito familiar y barrial, más aún donde normalmente la única chance de salvación era una pelota o un efímero salto a la fama mediática), pero también desde una visión de proyección generacional. Este proyecto se multiplicó en lo horizontal (hubo un florecimiento sensacional de orquestas) y lo vertical (muchos niños se convirtieron en músicos profesionales, profesores, directores).

El programa contaba con 140 orquestas y 161 coros, distribuidos en todo el país. Participaban 20 mil niños y jóvenes. A fines de 2009 con Claudio Espector, alma mater de este gran entramado sostenido y apoyado desde el Ministerio de Educación de la Nación, pensamos en agregarle a esta gran pirámide una piedra más alta, dándoles a estos jóvenes ya avanzados en esta aventura la posibilidad de una experiencia mayor. Así nació la Orquesta Juvenil del Bicentenario, en mayo de 2010 en Tucumán. Una orquesta formada por chicos de entre 15 y 25 años de todas las provincias, transitando un inmenso repertorio que suele estar vedado a las clásicas orquestas juveniles.

Fueron seis intensos años en los que el Estado que había incentivado a estos jóvenes dándoles un violín o un contrabajo les daba ahora también una tabla de lanzamiento a una eventual vida profesional, o una carrera como profesor, o a perfeccionar sus estudios en otros lugares. La orquesta siempre ha estado en continua renovación: a lo largo de estos años han podido tocar en ella centenares de chicos. Por una vez el Estado cumplía en el acabado total de un proyecto a largo plazo. Pero este mismo Estado, que por una vez había sabido superarse a sí mismo ideando políticas que trascendieran a distintos gobiernos, apagó todas sus máquinas.

No se trata del mero cambio de los encargados del programa. Tanto Espector (desde 2005, primero como asesor en programas de educación artística y desde 2008 al frente del programa de Orquestas y Coros para el Bicentenario), como todos los integrantes del equipo de coordinación, reconocidos músicos que acompañaban a Espector en este proyecto a través de la música y capacitaban a docentes de todo el país, fueron despedidos sin explicación. Lo inaceptable es que esto no sea una sustitución de personas, sino la supresión del programa (Eduardo Ihidoype está ahora a cargo de esta tierra arrasada). Lo inaceptable es que hay miles de chicos que siguen estudiando en su casa con su violín, su trompeta, su contrabajo, y que esperan ansiosos su clase de instrumento, el ensayo con su orquesta, y que ya nunca más van a llegar.

* Director de orquesta. (Hoy a las 21 la Orquesta Juvenil del Bicentenario actuará con entrada gratuita en la Sala Caras y Caretas de Sarmiento 2037, interpretando obras de Sibelius, Mozart y Prokoviev.)

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