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Miércoles, 27 de febrero de 2008

LA BANDA DIBUJADA Y EL ESTADO DEL GENERO EN LA ARGENTINA

Una cruzada por el cuadrito

“Hay que ampliar el horizonte”, sostienen Fabián Mezquita, César da Col, Javier Rovella y Adrián Montini, quienes apuntan que algunas editoriales están abriendo espacios para el comic.

En 2005, los integrantes de la Banda Dibujada fundaron un movimiento cultural para la difusión de la historieta infantil y juvenil. Consideraban que su profesión era mirada de costado por muchos y se encontraban sin espacios editoriales en los que plasmar sus ideas. Más de dos años después, cuando el comic en Argentina atraviesa una primaverita y varias casas publican material local, cuatro de sus miembros se juntaron con Página/12 para repasar su historia, contar cómo anda de salud el comic para chicos y ver qué avances se han hecho en el rubro.

Nacida como un grupo de amigos que se dieron cuenta de que podían hacer algo en conjunto, la Banda Dibujada usa su nombre con doble sentido: por un lado, aluden a su existencia como grupo de dibujantes e historietistas; por otro, es una traducción literal del francés bande dessinée, que es como se llama en ese idioma al comic. Su primer paso fue redactar un manifiesto, que fue publicado en la revista de literatura infantil online Imaginaria. En él destacan la importancia de publicar las obras en formato libro en lugar de la típica revista y reclaman para las historietas un mayor espacio y visibilidad en el mercado editorial, además de destacar la importancia cultural y educativa de las viñetas.

La edición de historietas en formato de libro es central en la actividad de este movimiento. “Una revista, por su formato, es algo efímero”, señala Fabián Mezquita. “Está un tiempo en los kioscos y ya está, ¿después dónde la encontrás?”, pregunta retóricamente César da Col, uno de los fundadores del movimiento, que inmediatamente se responde a sí mismo: “En Parque Rivadavia, en el Centenario. Lo bueno que tiene el libro es que tiene una boca más de venta, las librerías, y que permanece en el tiempo”.

Javier Rovella, autor del recientemente editado Dante Elefante, asegura que más allá del talento innegable, Mafalda permanece vigente porque fue publicada en libros recopilatorios. “Si no, esas páginas se hubieran perdido”, afirma. A su lado, Da Col levanta la apuesta: “Imagínese si el Martín Fierro sólo se hubiese editado como folletín”. También recuerda a dos personajes de la vieja Anteojito: Pelopincho y Cachirula (“una historieta espectacular”, comenta), que –explica– cayó en el olvido, ya que, más allá de la revista, no quedó en ningún lado.

Así planteado, el panorama parece desolador. Pero ellos se muestran optimistas y enumeran buenas señales: “Cántaro dio en su momento un puntapié publicando Nico y Orsio, un libro cuadradito que en su tratamiento era una historieta”, explica Adrián Montini, que además de historietista es docente. Sus compañeros completan la lista: “Domus está sacando la colección Aventuras Dibujadas, sabemos de otra que estudia sacar seis libritos”. Finalmente, destacan la importancia de que El Eternauta, la mítica historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, haya sido publicada y distribuida gratuitamente en las escuelas por iniciativa del gobierno nacional.

La llegada de la historieta a las aulas es fundamental para la Banda. Por eso, a cada oportunidad que tienen organizan talleres sobre comic para docentes, como los que dictaron en 2006 y 2007 en la Feria del Libro Infantil y Juvenil. “Hay falta de información”, asegura Montoni, que estuvo encargado de esos talleres para sus colegas en las Ferias. “Los editores no saben en qué áreas se puede aplicar la historieta, y los docentes tampoco”, apunta. Y repasa los recursos más comunes de las maestras a la hora de ejemplificar el lenguaje gráfico: Matías, Mafalda y Gaturro. Tres trabajos que no fueron pensados para un libro, y quizá tampoco necesariamente para un niño (que no es esperable que vaya a comprar el diario exclusivamente para leer el chiste del día). Y justamente, algo destacable de esos personajes es que fueron recopilados como libros. “Al llegar al libro tomaron otro peso, que capaz ya tenían, pero recién ahí lo capitalizaron”, analiza Rovella.

“Hay que ampliar el horizonte de los docentes, que no mueran en el humor gráfico, porque la historieta es mucho más”, exhorta Montini y cuenta que en muchos casos los participantes de los talleres no llegan a comprender el lenguaje de las viñetas en su totalidad. Por eso, en el portal Imaginaria, la Banda Dibujada cuenta con un espacio propio en el que publican tiras en las que explican las particularidades de la historieta. Resultan suertes de metahistorietas en que los cuadritos y los personajes se explican a sí mismos. Da Col confía en que, algún día, esas mismas historietas puedan ser llevadas a un libro, de modo que sirva de manual para quienes estén interesados en tratar el tema en el aula.

Los miembros de la Banda Dibujada esperan que tanto trabajo ayude también a sacar de la etiqueta de “género menor” a la historieta. Rovella lo define desde su experiencia de forma rotunda, “estudié en una escuela de arte, en la Belgrano. Ahí hacía escultura, dibujo, grabado y, por mi cuenta, hacía historieta. ¡Me miraban mal! Y sí, hago esto, es otra forma de arte, otra forma de expresión tan válida como cualquier otra”.

Informe: Andrés Valenzuela.

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La Banda reclama para las historietas un mayor espacio y visibilidad en el mercado editorial.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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