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Martes, 17 de julio de 2012

FOTOGRAFIA › MUESTRA DE LA ASOCIACIóN DE REPORTEROS GRáFICOS DE LA ARGENTINA

“Este país es rico en imágenes todos los años”

El ya clásico anuario de Argra se inaugura hoy a las 19 en el Palais de Glace, con entrada gratuita. Son más de 250 fotos que conforman un gran relato: 2011 está contado en imágenes que reflejan la mirada de los autores, más allá de la línea editorial de los medios.

 Por María Daniela Yaccar

En el centro de la imagen están las vías del Ferrocarril Mitre. Algunos trenes parecen estar en marcha. Arriba, invadiendo el cielo, hay edificios apilados, blancos, perfectos. Abajo sobresale el color naranja. Las construcciones son bajas y tienen techo de chapa. Se llegan a ver algunas prendas colgadas en la soga de una modesta terraza. “Es una foto tomada en dos partes”, cuenta Martín Katz, el autor. “Estaba sobrevolando en helicóptero la cuenca del Riachuelo para un trabajo para Greenpeace. De pasada hice unas tomas de la Villa 31. Cuando llegué a casa para editarlas me di cuenta de que faltaba algo: el contraste con la ciudad. Por suerte tuve una segunda chance de pasar por ahí e incorporar eso”, concluye. La imagen que Katz tomó desde arriba a la villa de Retiro es la que abre el anuario 2011 de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra) y la primera que se ve al ingresar a la impactante muestra de fotoperiodismo que se inaugura hoy a las 19 en el Palais de Glace (Posadas 1725, con entrada gratuita). Todas juntas en un mismo espacio, estas casi 270 fotos agrupadas en distintas categorías –actualidad, espectáculos, deportes, vida cotidiana, naturaleza y retratos– conforman un gran relato: 2011 está contado en estas imágenes, que exigen al ojo que se detenga ante ellas y que ponen en primer plano la mirada del autor.

La que abre hoy es la edición Nº 23 de la Muestra Anual de Fotoperiodismo de Argra –asociación que cumple 70 años–, ya un clásico de los momentos inmortales capturados por la lente. Un comité integrado por cinco fotoperiodistas de trayectoria –Carlos Bosch, Daniel Cáceres, Sandra Cartasso, Lorena Lucca y Jorge Sáenz– hizo una selección sobre 2900 trabajos recibidos de reporteros de todo el país. También se tuvieron en cuenta trabajos de argentinos realizados en el exterior. No todo lo que se ve en las paredes del Palais de Glace ha sido publicado en medios de comunicación, sean masivos o no. Esa es una de las gracias de esta muestra: año tras año, aquellos trabajos que los fotógrafos realizan por gusto personal o por el deseo de profundizar en algún tema tienen una oportunidad de ver la luz en grandes dimensiones. “La producción que hay en la Argentina es muy alta y no todo llega a los medios. El fotoperiodismo hoy es cubrir lo principal que ocurre en el país. No se publican cosas de autores”, recalca Juan Vargas, de NA. Por eso, él y sus colegas celebran la existencia y la permanencia de un espacio como éste. “Es un incentivo. Es la primera vez que un trabajo mío está en un lugar como éste”, dice Jazmín Arellano, que publica en la revista El Federal. Los más jóvenes del grupo entrevistado por Página/12 coinciden con ella.

Ellos estuvieron ahí en el momento justo. Fueron testigos privilegiados de los ojos de Cristina Fernández cuando asumió. Enfocaron a Charly cuando volvió a los escenarios. Se toparon con el incendio de un tren e inmortalizaron el fuego, las corridas. En cuatro fotos contaron la vida de una mujer con cáncer de mama. Lo engancharon a Duhalde trepado a una silla para dar un discurso antes de las elecciones primarias. O a Macri con un churro con chocolate en la boca. Congelaron las lágrimas de un hincha de River cuando el equipo se fue al descenso. Se dieron cuenta de cuándo se venía el peor golpe en un ring y vaticinaron una nariz machucada. Se metieron en villas decididos a retratar la pobreza. Contaron la muerte del dueño de un supermercado chino. Buscaron o se toparon con situaciones extraordinarias, como el hallazgo por parte de un equipo de arqueólogos de esqueletos indígenas en Mendoza. O vieron a dos niños comiéndose la boca en la terraza de un edificio.

La heterogeneidad de miradas hace pensar en la impronta de cada autor. Por eso, las muestras de Argra siempre son una oportunidad para que los reporteros gráficos reivindiquen sus derechos. El primordial es que en los medios las fotos vayan acompañadas con el nombre del que las hizo, algo que no siempre sucede. “La Argentina tiene una ley sobre derechos de autor, pero es difícil aplicarla en nuestro ámbito, porque no hay sanciones”, desliza Vargas. “Hay una diferencia entre los derechos intelectuales y comerciales sobre la imagen. Cuando trabajás en relación de dependencia, el medio decide lo que quiere hacer con ella, pero el copyright es tuyo. Si la vende a un tercero, debería pagarte. Pero eso no se hace”, agrega Mirvois. Para Katz, que no siempre se coloque la firma es una “cuestión cultural”, porque los periodistas no tienen el mismo dilema con sus producciones. Los avances tecnológicos, que implican que cualquier persona tome fotos, agravan el panorama, coinciden los entrevistados.

La muestra de Argra surgió en 1981 bajo el nombre de El Periodismo Gráfico Argentino y con una función claramente política, de denuncia. Es que en sus paredes podían verse las imágenes que no llegaban a los medios por la censura del régimen militar. En aquel entonces, la temática central era “Derechos humanos”. Eso demuestra que el sentido de este acontecimiento está estrechamente ligado al contexto en que se realiza. Las fotos son parte de la historia y hacen memoria. Ahora lo que cobra fuerza, junto a lo mejor de diarios o revistas, son los trabajos que quedaron en algún cajón. Así, imágenes de episodios o personajes conocidos por todos se entremezclan con otras que muestran las caras y los cuerpos de seres anónimos.

Aunque el gran acontecimiento público del año pasado fueron las elecciones, no es la política la que reina en esta muestra de Argra. Cada categoría tiene su lugar, y no hay una por sobre la otra. “Me gusta más esta edición que otras, porque se dio espacio a otra forma de ver las cosas. Hay muchos trabajos documentales, que tienen otra lógica que la noticia caliente”, sostiene Vanesa Crisóstomo, que trabaja en el Hipódromo de Palermo, y ejemplifica con la obra de Alejandro Kirchuk, quien retrató los delicados cuidados de su abuelo a su abuela, que padecía Alzheimer. “Hay mucha variedad. ¡Este país es rico en imágenes todos los años!”, manifiesta Leo Mirvois, de Perfil, uno de los que cuenta con más trayectoria. Vargas compara la muestra de este año con la del año pasado: “El 2010 había sido muy movido políticamente: la toma en el Indoamericano, la muerte de Kirchner... eran temas muy fuertes. Es cierto que este año hay más historias que van por otro lado. Sabemos que existen, pero a veces la cotidianidad del reportero gráfico te pasa por arriba”. Lo que se percibe de muchas de estas imágenes es que tienen alma. “Cuando uno va a hacer una cobertura, sabe con qué tiene que volver. Pero quizá en el camino ve algo y saca una foto que no es forzada, aunque no le sirva al medio. Ahí está el autor”, dice Katz.

“Eso me pasó”, interrumpe Juan Macri, que se desempeña para el gobierno de Río Negro. “Las ovejas fueron una casualidad”, asegura. Se refiere a una fotografía que tomó en esa provincia cuando se pobló de las cenizas del volcán Puyehue. “Yo iba a hacer otra nota. Había viajado 600 kilómetros. A dos kilómetros de donde estaba haciendo la cobertura había un puesto de engorde donde estaban levantando las ovejas porque la mayoría se iba a morir. ¡Insistí tanto para que me llevaran ahí!”, cuenta. “En un principio no me querían publicar el trabajo porque los temas centrales son los del gobierno. Pero insistí tanto que al final salió. Y terminó en todos los medios de Río Negro y en algunos nacionales.”

Se insiste mucho en el carácter federal de esta muestra. El año pasado, antes de desembarcar en Buenos Aires, la serie pasó por Neuquén. Este año, la colección se vio primero en Rosario. “Córdoba viene haciendo copias propias y se hace un circuito por todas las estancias jesuíticas”, agrega Macri. Se espera que la XXIII edición llegue a Ushuaia, también a Uruguay. En 2011 se realizó por primera vez un Encuentro Nacional de Reporteros Gráficos en Chapadmalal que juntó a más de cien trabajadores. “Fortalecernos como colectivo nos permitió comprender la importancia de dar visibilidad a nuestro trabajo, valorizar nuestra capacidad de acción y comprometernos a participar en la esfera pública”, se lee en el prólogo del anuario, firmado por la Comisión Directiva de Argra. En ese mismo párrafo se destaca otro “sueño” cumplido por la asociación: la intervención fotográfica que realizó en Plaza de Mayo con motivo del décimo aniversario del 19 y 20 de diciembre de 2001.

“Estuvo muy bueno”, expresa Juan Ignacio Roncoroni, que trabaja para Perfil y colabora en otros medios. “Era una fecha muy importante para que todos recordaran lo que pasó. Además fue muy relevante la tarea del reportero gráfico en ese momento. Fue una lástima cómo se ‘vandalizó’ (la intervención): a los dos días estaban todas las fotos pintadas. Un sector no entendió que el objetivo era recordar los hechos.” Vargas habla de lo mismo, pero se traslada en el tiempo. El fue uno de los que estaban en la calle, cazando imágenes en esos días terribles. “Fue lo peor que viví en tantos años de oficio. Casi me pasa un caballo de Infantería por arriba. Vi cosas increíbles, como varios policías en una pick-up tirando escopetazos a cualquiera. Este es un trabajo peligroso. Pero la experiencia te lleva a cuidarte y prever. Aprendés en la calle. Nadie te lo enseña.”

En la muestra hay una foto que no es de 2011. Es de 1996. Se trata de la que José Luis Cabezas le tomó a Alfredo Yabrán. Está al lado del emblemático retrato del reportero gráfico, que porta la leyenda “No se olviden de Cabezas”. “Reivindicarlo y recordarlo es una obligación para nosotros, sobre todo por las circunstancias en que lo mataron y porque prácticamente todos los ejecutores están en libertad. Eso lo hace más dramático. El es un símbolo, es recurrente en todo acto y manifestación de la asociación”, apunta Mirvois. A quince años de su asesinato, Cabezas tiene en la muestra de Argra una especie de altar, un cuartito separado del inmenso salón en donde casi 270 fotos cuentan la historia, según 120 ojos distintos.

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Mineros, por Rodrigo Abd, tomada en Guatemala.

Integrantes de Anonymous, por Carolina Camps.

Liliana Herrero retratada por Pablo Piovano.

Fotografía tomada por Alejandro Elías en Entre Ríos.
 
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