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Martes, 17 de julio de 2012

PLASTICA › EL TALLER INFANTIL DE SILVIA KATZ –SALTA– EN EL BORGES

El camino de los chicos en el arte

 Por Luis Felipe Noé

Silvia Katz hace de un niño un artista. Y esto lo logra en el Taller Azul en la ciudad de Salta –“espacio de arte para chicos con pajaritos en la cabeza”–. Ha dado testimonio de lo que allí se hace por medio de numerosos libros que muestran la amplitud de sus enfoques provocadores de la mecánica creativa, así sea por medio de la palabra (cuentos y poesías) como de la música, los títeres, o la pintura y el dibujo.

(...) Picasso, Matisse, Klee y Chagall entraron en escena al Taller Azul y Silvia los convirtió en provocadores de mil juegos creativos. (...) Hablaron del color y de la línea, pero también de música y de la relación del color y el sonido. Klee les dijo que la línea es un punto que camina, y entonces supieron que dibujar es sacar de paseo a una línea. También Klee les dijo que “pintar bien es simplemente poner el color correcto en el lugar correcto”, y ejemplificó con técnicas diversas mezclándolas. Así les enseñó a ser muy libres en el acto de pintar, utilizando los medios más diversos, y también signos y escrituras. Terminó haciéndoles hacer títeres y llevándolos al circo.

Picasso les habló de trabajar con un color predominante, sea azul o sea rosa, por ejemplo. Y las niñas se vistieron de rosa y los niños de arlequines. A su vez aprendieron a apreciar las máscaras africanas y a reinventarlas, a descomponer figuras y asociar lo diverso, y a convertirse ellos mismos en cuadros. Asimismo, siguiendo el modelo de Guernica, trabajaron el tema de la guerra en blanco y negro, pero para el caso, la temática era la de las Malvinas y también la dictadura militar. Y entre mil cosas, Picasso les habló de la línea sin fin y se despidió diciéndoles: “la inspiración existe, pero cuando llegue es mejor que te encuentre trabajando”.

Por su parte, Matisse les enseñó que los colores cantan, y les dijo que “cuando pinto de verde, no represento al pasto, cuando pinto de azul, no represento al cielo”, y también afirmó que “el pintor ya no necesita preocuparse por detalles insignificantes, para ello está la fotografía, que lo hace mejor y más rápido... la pintura es para representar visiones interiores”. Luego de hacerles trabajar con papeles recortados, se despidió diciéndoles: “Tenemos que ver toda la vida como si fuéramos niños”, lo que a éstos les encantó escuchar.

Chagall les enseñó a hacer retratos pero no como los demás, y los hizo volar con la pintura. Les dijo que “cuando trabajo siguiendo el corazón, casi todo me sale bien” y luego, al igual que Klee, los llevó al circo.

Yo, que pertenezco a una generación (nací en 1933) en la cual no se tenía ni la menor idea de la educación artística para los niños –recuerdo que se confundía música con solfeo, y dibujo con representar un yeso–, no dejo de sorprenderme de la importancia y la calidad de la enseñanza artística que existe en la actualidad. Suelo decir que los profesores de pintura tendrían que aprender de las maestras jardineras. Múltiples y excelentes talleres existen en muchas ciudades de nuestro país y se han publicado diversos libros de arte para niños, pero lo particular del enfoque de Silvia Katz es el planteo integrador que desarrolla interrelacionando escritura, pintura, música y títeres. Además, lo hace con un gran sentido del humor, sabiendo que sin el desarrollo de éste es difícil el juego artístico. Los títulos de sus libros así lo demuestran, por ejemplo, daré el de cuatro: Hay un duende en mi sopa, Bichonario estrafalario, ¿Acaso una cosa hace caso?, Con cierto desconcierto para cuerdas y cuerdos.

Por otra parte, celebro que la actividad ejemplar de Silvia Katz acontezca en la ciudad de Salta y que allí se editen los magníficos testimonios de su hacer. A los porteños les sirve para mirar más allá de su ombligo.

* Pintor. Fragmentos del prólogo del libro ¡Con su permiso, pintores! sobre el taller de la pintora y docente salteña Silvia Katz, que se presenta en el marco de la muestra homónima, con obras de niños de 4 a 13 años, en el Centro Borges (Viamonte esquina San Martín) hasta el 29 de julio.

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