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Lunes, 14 de diciembre de 2015

CINE ONLINE › CARTEL LAND, PRODUCIDA POR KATHRYN BIGELOW

El imperio de la narcocracia

Con dirección del treintañero Matthew Heineman, Cartel Land no es la clase de documental que aborda su tema con una agenda previa. Se trata, por el contrario, de la clase de película que narra hechos, dejando al espectador desnudo frente a ellos.

 Por Horacio Bernades

“¿Qué harías en mi lugar?”, pregunta el hombre alto, de bigote entrecano, a su interlocutor detrás de cámara. Acaba de mostrar una foto que guarda en su celu, en la que se ven tres cabezas sin sus cuerpos. Son las de sus vecinos de enfrente, víctimas de los Caballeros Templarios, el cártel más salvaje del estado de Michoacán. El hombre se llama José Manuel Mireles y alguna vez se postuló como candidato a senador por su estado. Es médico rural y, desde hace un tiempo, líder de uno de los grupos de autodefensa, civiles que combaten a los Templarios armas en mano. “No hay vecino que no haya sufrido la muerte, el secuestro, la tortura o la violación por parte de los cárteles. El gobierno no existe. ¿Qué harías en mi lugar? ¿Te sentarías a esperar que vengan a asesinarte?” Ganadora del premio a la Mejor Dirección en la Competencia Documental de la última edición del Festival de Sundance, presentada poco tiempo atrás en el de Mar del Plata, Cartel Land describe el reciente surgimiento de milicias armadas no gubernamentales a un lado y otro de la frontera entre México y Estados Unidos, con Mireles y el nativo de Arizona Tim Foley como iconos de cada grupo. Está para bajar de internet.

Con Kathryn Bigelow participando de la producción y dirección del treintañero Matthew Heineman, Cartel Land no es la clase de documental que aborda su tema con una agenda previa, haciendo de la narración un instrumento que permita arribar a conclusiones previstas. Se trata, por el contrario, de la clase de película (“cine directo”, es la etiqueta) que narra hechos, dejando al espectador desnudo frente a ellos. De allí que la pregunta del doctor Mireles puede releerse como dirigida más al espectador que al realizador. Lo más probable es que al cabo de los 100 minutos de proyección, la respuesta sea: “No sé”. De estructura demoledoramente circular, Cartel Land ofrece un panorama tan sin salida como el presente mexicano, en el que la corrupción y complicidad que atraviesan los distintos estratos del poder han llevado a algunos observadores a hablar de narcocracia. “No hay gobierno”, se oye en algún momento, y al final puede verse –en una escena que refleja, como un espejo deformante, la inicial– a “cocineros” de metanfetamina vestidos con uniforme oficial, que dicen que los cárteles y el gobierno son la misma cosa.

“Quería saber qué pasa cuando las instituciones gubernamentales caen y grupos de ciudadanos llegan a la conclusión de que deben tomar la ley en sus manos”, dice Heineman, quien dio con sus protagonistas gracias a sendas notas publicadas en la revista Rolling Stone y The Wall Street Journal. “Nuestro objetivo no es tomar la ley en nuestras manos”, lo contradice la página oficial de The Arizona Border Recon, organización paraestatal que Tim Foley ayudó a fundar cuatro años atrás. Como para diferenciarse de grupos semejantes pero explícitamente paramilitares, niegan ser una milicia y aclaran que no se proponen reemplazar a la Patrulla Fronteriza, cuyas funciones son equivalentes a las de la Gendarmería argentina. “(Nos proponemos) observar y reportar lo que vemos”, postulan en esa página, agregando que sus miembros son versados “en las leyes que rigen los derechos civiles, el uso de la fuerza, el arresto de ciudadanos y muchas otras áreas”. Sin embargo, en el siguiente párrafo reconocen que sus integrantes son ex militares, ex agentes de la ley y ex especialistas en seguridad privada.

En Cartel Land y en oposición a esa posición oficial de la organización que integra, Foley defiende implícitamente la idea de defensa armada, argumentando que la sede más cercana de la patrulla fronteriza está a una hora y media de auto. “Si en ese momento te cruzás con un grupo de sicarios, ¿qué vas a hacer, vas a llamar y esperar que lleguen?” En una escena del documental, Foley y un grupo de sus hombres, vestidos con uniformes de fajina, cruzan la frontera en busca de una partida de narcos, cruzando también del otro lado de la ley. Heineman no los muestra yendo más allá de su protesta por la indiferencia de las autoridades ante la progresiva invasión de narcos mexicanos... y de inmigrantes ilegales del mismo origen. Inmigrantes cuya expulsión fue, en verdad y según el propio Foley reconoce, el primer objetivo del grupo.

Del otro lado de la frontera la cosa es, como cualquiera sabe, más pesada. Mientras se celebra un funeral colectivo, una mujer relata entre lágrimas la masacre pública de quince miembros de su familia a manos de un grupo de sicarios, que no perdonaron ni a los bebés. ¿Por qué los mataron? Por trabajar la tierra a las órdenes de un hacendado que aparentemente se había negado a pagar el diezmo que los Templarios exigen a los pobladores. El territorio es lo que los grupos de autodefensa decidieron disputar palmo a palmo a los miembros del cartel, desde el momento de su fundación (2013). Provistos de fusiles, metralletas y chalecos antibalas, subidos en camiones y camionetas, los integrantes de los grupos dicen haber recuperado, en un período de alrededor de un año, 28 pueblos y municipios previamente ocupados por los narcos. ¿Sin ningún apoyo? El documental no habla de ello, pero parece altamente improbable que unos centenares o miles de civiles armados hayan podido consumar semejante hazaña, enfrentados a un narcoejército determinado y feroz.

En los momentos más fuertes de Cartel Land, la cámara participa de operativos armados. Sobre todo, uno en el que tras un largo tiroteo, una treintena de integrantes de los grupos de autodefensa logran capturar a dos sicarios que poco atrás habían desmembrado a un par de pobladores, en presencia de sus seres queridos. Al atraparlos los llenan de golpes, patadas y culatazos. Pero no se ve que los linchen. Por el contrario, se los termina llevando un vehículo policial. ¿Será siempre así? Queda la duda. En otra escena, en medio de la noche y entre susurros, el doctor Mireles habla con unos guardianes que habían dejado libre a un sicario, al que luego recapturaron. “Ellos no tienen piedad con nosotros”, les dice, y remata con un “entiérrenlo”.

Sobre el final de Cartel Land, Heineman testimonia lo que sucedió a partir de mediados de 2014: la reconversión de los grupos de autodefensa en una guardia oficial llamada Fuerzas Rurales, a la que el gobierno de Peña Nieto proveyó de armamento más moderno que el que hasta entonces tenían. Pequeño problema: “ex” narcos se integraron a esa fuerza. Por lo que el propio documental deja ver, no perdieron ninguna de sus antiguas costumbres. Incluyendo las “cocinitas”, al estilo Walter White. Algunos miembros de las autodefensas no aceptaron integrarse a las Fuerzas Rurales, poniéndose fuera de la ley. Es el caso del doctor Mireles, cuya fuga a Estados Unidos la cámara acompaña, en otro momento asombroso de Cartel Land. Un título final informa que Mireles fue atrapado y se halla en prisión en espera de juicio, por portación de armas de guerra. “No se puede detener al cartel”, es lo último que se oye, en boca de un miembro de las Fuerzas Rurales, que dice ser agente del gobierno mientras cocina metanfetamina, en el desierto de Michoacán.

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José Manuel Mireles al frente de su milicia privada, con la que combate a los carteles de la droga.
 
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