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Domingo, 9 de noviembre de 2008

MUSICA › RECITAL DE DURAN DURAN EN EL CLUB GIMNASIA Y ESGRIMA DE BUENOS AIRES

El regreso de los viejos románticos

La banda inglesa festejó sus 30 años en el marco de su Red Carpet Massacre tour. Duran Duran sonó ajustada pero previsible.

 Por Matías Córdoba

Duran Duran es de esos grupos incómodos que duermen en la penumbra del ropero. O quizás en un altillo herrumbroso, abandonado en el pasado. A algunos, en una reunión de amigos, hasta les causaría vergüenza declarar el sentimiento que profesan hacia la banda inglesa; y es que el mismo grupo, durante años, se encargó de tallar el marfil de su figura hitera. “Tenemos tanto material que siempre hay una canción que le gusta a cada uno de los fanáticos”, había dicho el bajista John Taylor en la conferencia de prensa del jueves en el Faena Hotel. Lo de Duran Duran es una guerra constante contra los lugares comunes.

Estos muchachos comenzaron tristes, se vistieron de negro y cuando se formaron, en 1978, fue para (como dijeron ellos mismos) contrarrestar la movida punk de Londres, aunque el mismo John Taylor había declarado que Duran Duran pretendía contener algunos rasgos de los Sex Pistols. Los ‘80 fueron años difíciles para el rock: los ídolos fueron cayendo de a poco. A todo eso se le sumó MTV y una andanada de videoclips que tenía a Duran Duran a la cabeza del cartel.

Era de esperar la hora de los clásicos, la hora de que la banda conformada por Simon LeBon –voz–, Nick Rhodes –teclados–, Roger Taylor –batería– y el mismo John Taylor –bajo–, festejara sus 30 años de carrera en el marco de su Red Carpet Massacre tour, en el Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. En su cuarta visita al país, casi quince mil entusiastas le dieron la bienvenida al grupo de Birmingham, que abrió su show con “The valley” y lo cerró, dos horas después, con ese éxito monumental que es “Río”, del álbum homónimo, de 1982.

La industria del entretenimiento los necesita. O mejor dicho: la industria del entretenimiento necesita de sus canciones. Ellos podrían ser desechados sin miramientos. En el recital del viernes sonaron los que son fotografías de una época: “(Reach up for the) Zuñirse” (que LeBon dedicó a Barack Obama), “Wild boys”, la balada “Ordinary World”, de The wedding album (’93) y una versión rápida de “Planet Herat”. Si bien el comienzo fue rockero, después el repertorio estuvo decididamente orientado hacia el pop con instrumentaciones ostentosas, rellenas de esa atmósfera de las cuales Rhodes abusó durante casi todo el show.

Sin embargo, a pesar de la pésima acústica de lugar (el sonido rebotaba contra la platea y producía un eco insoportable), la banda sonó ajustada y la corista Anna Ross (una morocha con un registro vocal deslumbrante) se llevó la gran ovación cuando fue presentada por un LeBon extasiado. El mismo, al final, se colgó la bandera argentina, se puso la diez y dijo: “Son el mejor público del mundo”.

Sin dudas que los ingleses son un grupo que lucha contra el cliché. Su capacidad para fabricar hits es inconmensurable, pero su show (y sobre todo esta gira de festejo y presentación de Red Carpet Massacre, su último álbum) es una invitación a hurgar en el disco rígido de la mente para encontrar solamente baile, excitación y sosiego. Además de Anna Ross, lo más destacable de la actuación fue lo que hicieron Simon Willescroft –saxofón– y Dominic Brown –guitarra–. Este último con papel principal en “Is There Something I Should Know”, donde la banda recuperó el pulso rockero del comienzo del recital.

De día, Belanova (México), los argentinos Underdog (con todas sus canciones en inglés) y Emmanuel Horvilleur abrieron la jornada y lucharon contra el sonido. La excusa era festejar. No sólo celebrar un cumpleaños (importante si se tiene en cuenta que los Duran fueron los mentores del New Romantic), sino volver a escuchar canciones que, como se decía al comienzo, estaban guardadas en el altillo, apiladas en el olvido. Era la oportunidad de volver a escuchar las composiciones de una leyenda viviente. El público no paró de celebrar la metralla incuestionable de éxitos. Esa era la excusa: revisitar el pasado, hacerlo canción.

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La banda le puso oficio al mal sonido que imperó durante toda la noche.
Imagen: Alfredo Srur
 
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