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Domingo, 9 de agosto de 2009

MUSICA › LA PRESENTACION DE ZAKIYA HOOKER EN EL ND/ATENEO

El apellido y la propia identidad

La hija de John Lee Hooker hizo el obligado tributo y mostró lo suyo, que por momentos se acercó a cierta pasteurización. La noche dio lugar a un notable set de Alambre González.

 Por Cristian Vitale

John Lee Hooker era al blues lo que el último Goyeneche al tango: cantaba hablando. Y no le importaban demasiado tendencias ni estándares. Así fue desde el lejano “Boogie Chillum”, su primer gran single, hasta el enésimo “Boom Boom

Boom” del último suspiro. Era libre y poco pesaban en él las fusiones y asociaciones de la música negra que había destapado la escuela de Chicago cuando el género salió del ghetto. Incluso cuando incursionó en el folk tradicional (Black Snake) o metió líneas de rhythm and blues en su hacer, lo hizo a su manera. El sonar de su guitarra era simple y rústico, casi sucio. Imprevisible y crudo. Grabó cien discos y mantuvo en alto, como pocos, la inercia de Blind Lemon Jefferson... adaptable a su forma, pero siempre primitiva: no le gustaba grabar con banda. Era, básicamente, un músico inimitable. Viene al caso: quien haya venido esta noche fría al ND/Ateneo para encontrarlo en Zakiya, su hija –una de las seis que tuvo con Maude Mathis– probablemente se haya quedado esperándolo. Ella es ella y no canta hablando: canta cantando. Siguiendo con sus fraseos graves –de negra estándar– lo que le ordena el todo.

Zakiya –Vera en realidad– llegó por cuarta vez al país para presentar su reciente criatura: Keeping at Real, cuarto disco de una carrera que empezó cuando pudo superar ciertos hechos tormentosos de su vida, como la muerte de su hijo menor. O la de su ex marido. Llegó con el actual (Ollan Christopher Bell) y se hizo de una banda de argentinos para mostrar el mosaico de música negra que la identifica, más allá del apellido. Zakiya es blues Hooker; recrea en versiones propias clásicos del viejo John Lee (“Hug U Kiss U Squeeze U”, “One Bourbon One Scotch One Beer”), pero también es una simpática cantante de soul con status de frecuencia modulada que opera insípido en el oído del blusero tipo. Parte del breve set –diez temas y un bis arrancado por insistencia colectiva– estuvo de hecho signado por canciones prolijas y edulcoradas, enmarcadas en un nicho musical distante del sucio y desprolijo John: entre ellas la que da nombre al disco, una baladita blanda onda música de aeropuerto o la tibia –casi pop negro– “Over the Top”.

La rabia apareció con “la estrella” argentina que Zakiya tenía guardada entre los ¡14! músicos argentinos –incluidas las/los seis coristas del John Lee Hooker Memorial Choir– que la secundaron: Daniel “Alambre” González, guitarrista indiscutible del género, le puso fuego a lo que los nostálgicos y puristas venían a buscar: al enérgico y eléctrico blues compuesto por ella y Ollan (“Cold Cold Feeling”); al rhythm and blues llegado por Hooker padre (“One Bourbon...”), a una versión fulminante del clasiquísimo “Crossroads” de Robert Johnson, tal vez el cenit de una noche cruzada por el eclecticismo, y a la adaptación de “Desconfío”, que Alambre habrá tocado cien veces en su vida: Pappo era su amigo. Musicalmente bien, dada la argentinidad de la banda, pero no dejó de sonar extraña en la voz de una negra nacida en Detroit, nada diferente, claro, a lo que podría percibir un inglés ante un argento cantando “Crossroad” en su lengua madre. “No se porqueiii, imageiii”, fraseaba Zakiya, por fonética. Otro punto alto de la noche fue “Love Foreclosure”, un blues de esos lentos y adrenalínicos –-paralizantes– también compuesto por la pareja.

Poco sumó que Ollan, en su faceta de frontman, le haya quitado tiempo a Zakiya con seis canciones de las que sólo rindió la versión de “My Funny Valentine”. “No gano plata con esto, pero me gusta cantar”, dijo el ex productor de John Lee, para justificar algo que se parece más a un hobby amateur que a la inercia de un artista consolidado. La voz de Ollan, aguda, algo insípida, sólo adaptable a un funk liviano, de entrecasa, rinde más –o sólo– cuando se suma al coro de su mujer. O, en otro plano, cuando tiene que hacer de presentador con su ambo azul, sombrero al tono y lentes negros. Esta noche, y por momentos, los oídos enfocaron en lo que queda de la sangre transmitida por el legendario bluesman de Clarksdale y en la forma en que Zakiya, su nena mimada, mantiene en alto su legado... siendo ella.

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Zakiya vino a presentar su disco Keeping at Real.
Imagen: Lucia Grossman
 
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