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Martes, 19 de enero de 2010

MUSICA › ERNESTO BAFFA PRESENTA BUEN AMIGO, UN COMPILADO DE SU ESTELAR CARRERA

El bandoneonista todoterreno

El músico, que acompañó a Aníbal Troilo, Horacio Salgán, Roberto Goyeneche y Astor Piazzolla, se queja de la falta de lugares para seguir adelante con una orquesta grande.

 Por Cristian Vitale

A los 14 años, Ernesto Ba- ffa se ponía por primera vez los largos. Era 1948 y la entonces populosa orquesta de Héctor Stamponi lo albergaba entre sus huestes. “Era un enano, miraba a todos desde abajo”, evoca él hoy, a los 77 años y con un periplo más hamacado que un tren. Un porteño de ley, bandoneonista, compositor y director que ha desgranado su talento en favor de los más grandes: quince años junto a Aníbal Troilo, algunos menos con Horacio Salgán, Roberto Goyeneche, Astor Piazzolla, Alfredo Gobbi o Pedro Láurenz –por nombrar algunos–, más una orquesta propia que se cuenta entre las más prestigiadas para la historia “en serio” del tango: Baffa-Berlingieri. “¿Qué más le puedo pedir a la vida? He tocado con los más grandes. Genios, capos... ¡Piazzolla y Troilo, muchacho!”, sigue él, con el fraseo inevitable de los milongueros de ayer.

–¿Tiene las mismas ganas de siempre? Ya lleva cuarenta y un años junto al instrumento...

–Ufff... Pregúntele a mi mujer. Agarro el bandoneón todos los días para mantenerme bien latente con el cerebro y con las manos. Si uno se deja estar, no puede. Hay que estar siempre a paso firme. Lástima que el trabajo brille por su ausencia. No hay casas para trabajar y las que hay trabajan con turismo, ¿vio? Ya no se puede montar una orquesta como antes, cuesta un montón mantenerla.

–¿Pero usted está trabajando o no?

–Un poco. A veces me invitan a girar por las provincias con algún trío o cuarteto, pero lo más fuerte que me pasó en los últimos tiempos fue haber sido parte del Café de los Maestros y de la Selección Nacional del Tango.

Es tarde y Baffa está algo cansado. Acaba de cenar y, obviamente, su biorritmo no es el mismo de que gozaba cuando trasnochaba surcando orquestas y boliches. “¿Usted sabe por qué dejé el fútbol? Porque para jugar había que levantarse a las ocho de la mañana y con Salgán nunca terminábamos antes de las cuatro. El primer tiempo lo llevaba bien, pero en el segundo me agarraba la puna”, se ríe. Fanático y socio vitalicio de Independiente, cuenta que es amigo íntimo de Bochini y de Menotti, que el año pasado los jugadores del Rojo le regalaron una pelota firmada por todos, que el mismo Flaco lo invitaba a tocar el fuelle en la concentración del único Huracán campeón (el del ’73), que tuvo que dejar la sexta de Vélez “por cuestión de horarios y apunamiento”, y que les compuso un tango a Maradona y otro a Luis Islas.

–No hay ningún tango futbolero en su último disco...

–No, pero ya vamos a grabar. Tengo ganas.

Baffa, al fin, hace base en Buen amigo, el compilado de catorce tangos (propios y ajenos) que Li-tto Nebbia acaba de editar a través de Melopea. Un tendal de gemas instrumentales que muestran al maestro luciéndose con diversas formaciones, en diferentes épocas de su vida. Con Berlingieri, De Lío y Kicho Díaz (“Pequeña”, “Anticipo”, “De asfalto y barro”, “El gurí”, “Tango sin edad”); con Néstor Marconi y José Colángelo (“El marne”, “Boedo”); o completamente solo, en una visita al romántico “Reverie” de Schumann, arreglada por él. “La verdad es que Litto se porta como un caballero conmigo. Ahora tengo ganas de grabar uno nuevo, pero depende de él. Hay que pincharlo un poquitito, ¿vio? Hay que hablarle”, se ríe.

–Nebbia le graba los discos, Santaolalla fue el impulsor del Café de los Maestros y ambos, pese a que luego tomaron otros rumbos, nacieron del rock. ¿Cómo se lleva con el género?

–A mí me gusta mucho el rock. Me gustan Cerati, Charly, Fito, Spinetta. A mí me gusta todo, porque también he grabado con Isaco Abitbol, el chamamecero, y con Palo Pandolfo, ¿usted sabía?

–La verdad que no.

–Bueno, ahora lo sabe.

–¿Y el tango electrónico también le gusta?

–Bueno... Me reservo el derecho de admisión y permanencia (risas).

–¿Cree que Troilo y Piazzolla lo hubieran aceptado?

–No creo.

–La forma en que Troilo lo llamó para su orquesta se cuenta entre las anécdotas más graciosas de la historia del tango. ¿Podría recrearla?

–Cómo no, si fue increíble. Yo estaba de gira por Córdoba como primer bandoneón de la orquesta de Salgán y apareció Troilo. “¡Cómo toca Federico!”, dijo... y en realidad era yo, ¡ja! Federico se había ido y Salgán me había llamado para reemplazarlo. El pibe nuevo era yo. Después se ve que alguien se lo comentó, se puso al lado del palco y a mí me temblaban las manos: ¡tenía a Pichuco al lado! Cuando bajé, me llamó a su mesa y me dio un beso. Fue como tocar el cielo con las manos. Al año me llamó para su orquesta y en el final –a fines de los ’60– terminé haciendo los solos, mientras él se dedicaba únicamente a dirigir.

–¿Y con Piazzolla?

–Uhhh, caporale de primera. Con él grabé varios temas. Un vanguardista, pero ojo que lo suyo también era tango, ¿eh? Lo sostuve en esa época y lo sostengo hoy. Es cierto que fue muy criticado cuando se fue a Francia y algunos colegas se lo hicieron notar. Pero siempre lo admiré profundamente.

–¿Qué fue lo mejor que le pasó, entre tanto agite?

–Difícil de pensar en poco tiempo, pero creo que el dúo Baffa-Berligieri que le hizo la segunda a Goyeneche. Fue un dúo inigualable... ¡Póngalo en mayúscula!

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