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Viernes, 12 de marzo de 2010

MUSICA › DEBATE EN EL MARCO DEL PRIMER FESTIVAL DE TANGO INDEPENDIENTE

Pensar el tango más allá del turismo

Según un estudio reciente, el tango genera una ganancia neta de 400 millones de pesos anuales, de los cuales un 80 por ciento queda en manos de los empresarios. “Pero el patrimonio cultural del género está disperso”, dice José Luis Castiñeira de Dios.

 Por Cristian Vitale

“¿El tango es un negocio?”, se pregunta Jorge Marchini, economista y tanguero. A su lado, en una mesa-debate armada en el tercer piso del Centro Cultural de la Cooperación, José Luis Castiñeira de Dios esboza una leve sonrisa y sube la mirada. Están, ambos, participando de una sustanciosa charla sobre el género en la economía y en las políticas públicas y cada quien representa una parte. Marchini, en tanto experto en números, miembro del EDI (Economistas de Izquierda) y docente de la UBA. Y Castiñeira, como director nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Nación, y –sobre todo– músico. “Realmente mucha gente piensa al tango como un negocio. Acá ha habido inversiones y negocios con la cantidad de turistas a quienes les gusta el tango y pueden pagar una cena de más 150 dólares para ver un espectáculo. En rigor, máxime en la época de los cruceros, el tango es un negocio. ¿Pero es solamente eso?”, es la segunda pregunta de Marchini, cual Platón del tango en trance socrático.

La charla va por el andarivel pensado –el “ideológico”– en el marco del Primer Festival de Tango Independiente, organizado por la Unión de Orquestas Típicas y el programa radial Fractura Expuesta. Mientras el proyecto L.C.B. y el Alan Haksten Grupp prueban sonido para lo que será, en ese mismo lugar, la cuarta jornada musical del evento, Marchini y Castiñeira piensan y repiensan al género en un contexto más amplio. Más allá de su riqueza poética y musical, más lejos de su historial de canciones. “Por lo menos va más allá de la pollera con tajo”, se ríe Castiñeira.

El eje, el espíritu de las charlas-debate impulsadas por los organizadores –que siguen hoy a las 20 en el Bar el Faro (Pampa y Constituyentes), con Diego Boris y Oscar Fisher hablando de la ley de la música y de protección de bandoneones–, radica en poner en escena cuestiones más “trascendentales y urgentes” para el género que los meros vicios de coleccionistas e historiadores. En este sentido, el vital libro de Marchini (El tango en la economía de la ciudad de Buenos Aires) es central al eje, dado los salados números que el investigador descubrió durante un trabajo hecho durante la gestión Telerman, en el año 2006. Marchini, tras una ardua tarea, descubrió que el tango había generado, ese año, una ganancia neta de 400 millones de pesos, de los cuales un 80 por ciento –la parte del león– había quedado en manos de los empresarios.

“Lo que más me llama la atención tiene que ver con la mala distribución del ingreso”, sostiene Marchini, con los números sobre la mesa. El investigador tiró data gruesa sobre el dinero que mueve el mercado tanguero año tras año –un 85 por ciento ingresa por el turismo– y trazó una analogía dicotómica entre el género y la Pampa Húmeda, para explicar por qué necesita ser protegido. “El tango no es la Pampa Húmeda. Si ahora en un rato llueve, entran 350 millones de dólares al país, porque justo es marzo, termina la cosecha de soja y, claro, la plata cae del cielo. Esa es la riqueza natural, pero también hay una riqueza cultural que se construye ¿no? y que la podemos ver en el tango. Acá el género tuvo maestros durante toda la historia, y no se puede perder esa riqueza. Es necesario entender que hay una nueva arquitectura de negocios en la música. Hay que pensarlo mucho, porque hay algo que está cambiando en forma agresiva. ¿Cómo se vende?, ¿cómo se ofrece música?, ¿quiénes son los referentes en todo esto? Y hay una carencia del género y es que no tiene una referencia de culto. Tanto el jazz como el flamenco tienen un mercado de culto, nosotros necesitamos eso: una renovación permanente, que no se puede salvar solamente con el turismo. Es algo que hay que discutir entre todos los sectores y con honestidad. Ver entre todos, músicos, empresarios y funcionarios, hacia dónde vamos. Al tango hay que cuidarlo, porque no está sobrando.”

Desde lo propio de las políticas culturales –su métier–, Castiñeira, luego de historizar sobre el Estado y su intervención en la planificación de la actividad tanguera, tomó la vía de la educación –citando a Bordieu– como única herramienta del Estado para intervenir y admitió que lo único que está manteniendo la profesionalidad del tango es el turismo. “Lo que falta, en general, es encontrar la manera de que el tango se reencuentre con el público, más allá de lo que digan ciertos diarios sobre San Telmo y el gusto de la juventud por el género. Se venden pocos discos, el patrimonio cultural del género está disperso y esa visión de ‘boom’ corresponde a una superestructura interesada en el tema. Lo que yo veo es un interés del turista sólo por la danza y una falencia interna en cuanto a la difusión de la música. Hay que reinventar el género”, manifestó De Dios.

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“Se piensa al tango sólo como un negocio”, se dijo en el Centro Cultural de la Cooperación.
 
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