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Miércoles, 19 de mayo de 2010

MUSICA › ARIEL PRAT PRESENTARá MILAGROS AL REVéS, EN EL TORQUATO TASSO

El que siempre está volviendo

El músico porteño ha construido su carrera defendiendo la murga argentina, si es necesario hasta a las trompadas. Radicado desde hace ocho años en España, aprovecha esta visita a su ciudad para mostrar las canciones de su nuevo trabajo.

 Por Cristian Vitale

“Me levanto a la mañana y en vez de ver el Obelisco, veo los Pirineos.” Ariel Prat, murguero y porteño de ley, se expone trasplantado. Se dice lejos del barrio, de la cancha de River, de la esquina. Se dice en Huesca, un pueblito español lindero a la paradisíaca cadena francesa, donde vive hoy, tras tomar a la península por asalto hace ocho años. “Son efectos de la vida trashumante, qué sé yo... Hoy acá, mañana allá. Lo único que tengo claro de verdad es que si lo que yo hago no existe en Argentina, no existe en el mundo”, sintoniza. Lo que hace Prat, para quien no esté en tema, es esencialmente una defensa militante del acervo afroargentino omitido por la historia oficial. Lo hace a través de lo que le sale –música y letra– y así lo prueba una extensa trayectoria que lleva siete discos y un agitado vaivén de conciertos por el globo. En este mismo instante, está clavado en la silla de un bar devorando un pastel de papas casero con el firme acompañamiento de un tinto. Es mediodía y lo que urge es hablar de su criatura sonora reciente: Milagros al revés, que mostrará por tres (hoy, el viernes y el sábado) en el Centro Cultural Torquato Tasso, Defensa 1575.

“¿Por qué Milagros al revés?”, pregunta retóricamente. “Porque siento que está cambiando la historia. En Europa lo veo todos los días: también hay un montón de gente careciente, que queda en pelotas y sale a juntar cartones, duerme en los cajeros automáticos y toma mala falopa. La canción engloba esto, porque soy un utópico, un optimista que aún cree que la realidad puede cambiar, incluso en medio de una sociedad que está bastante enferma. No hay que pensar en lo imposible, ¿no? Hay gente que, aparte de hacer su trabajo, se preocupa por los demás en el barrio. Intenta que no le construyan torres o le saquen el río, que el agua sea más potable, o arma un centro cultural en un barrio sin un mango y sin punteros políticos. Esa es la organización social, la Unidad Básica. Esas cosas pasan y hacen que uno diga ‘los milagros al revés en algún momento se dan’”, se extiende.

Milagros al revés es, además, un fresco que incorpora a la tradicional saga murguera –argentina– de Prat, ciertos toques rockeros y milongueros, a través de catorce temas, más una cosmovisión ligada a la tradición negra, el carnaval, ciertos desamores, el hombre del tablón (“el reino condenado”), reminiscencias de la infancia y una bajada de línea que el autor dedicó al bicentenario inminente: una historia que habla de regresar a la fuente con las patas desnudas “retomando el camino de las razas perdidas”. “Es un revisionismo bien entendido”, se ríe Prat. “En esta murga hay un juego que tiene que ver con volver a la fuente, a esa figura tan nuestra y emblemática que fue octubre del ’45 y el cambio tan profundo que produjo en nuestra sociedad. No digo revertir la historia, pero sí exponer lo que se intentó ocultar: nuestra Argentina negra e india, la de los negritos, cabecitas y grasitas, el país que se intentó ocultar a partir de una supuesta Argentina europea y blanca.”

–La letra habla de “sarmientina ignorancia”.

–Ahí está. En esos discursos de Evita que aparecen, mezclados, se cuela mi manera de ver esta situación. “Resistencia no alcanza/ pa’ volver a la fuente/ respetando al diferente/ no hay victoria sin lanza.” Como decía el Bebe Cooke, no basta con resistir. Hay que proponer y hacer cosas, contraatacar. No hay que olvidar que teníamos abuelos europeos, pero también negros. Hay mucha ignorancia con esto, desde la típica pregunta “¿En serio hubo negros en Argentina?” hasta los que dicen, en otro sentido, que la murga es uruguaya.

Prat, se dijo, ha edificado su carrera como un ferviente difusor de la murga argentina. Y como tal, se ha trenzado más de una vez con quienes sostienen lo contrario. “He sobrevivido a interesantísimas tertulias, debates y peleas”, sonríe. Entre las últimas, que casi termina en una trifulca generalizada en un bosque de los suburbios de París, estaba tocando con otro de su palo (Juan Carlos Cáceres) cuando éste anunció un tema dedicado a Montevideo, y habló de las diferencias entre los toques de candombe en ambos países. Entre los 130 asistentes, saltó un uruguayo y le gritó “dejá de joder que el candombe es uruguayo”. “Yo estaba con el bombo de murga y lo miré fiero. Hubo un vacío y salieron”, recrea. Cuando terminó el concierto, uno de ellos volvió a la carga y Prat, sacado, se le fue al humo. “Dejé el bombo y me fui a pelear... ¡Hasta que me separó el cónsul uruguayo en París! Después nos pusimos a hablar y nos llevó en coche hasta Montmartre, al atelier de Cáceres donde parábamos. Estuvimos hablando una hora y media.”

Los temas fueron leña para el fuego negro de Prat y Cáceres: Artigas y su lucha contra los “garcas” –“los grandes apellidos que nos siguen cagando la vida”–, la Banda Oriental, las relaciones entre los países y demás. “Llegamos a un acuerdo. Es una tontería decir, como dijo un músico uruguayo una vez, que hablar de candombe argentino es como hablar de candombe uruguayo. ¿Por qué no, si existen las dos cosas? No es capricho ni invento. Nos diferenciamos en la clave: la uruguaya es más de rumba y la nuestra de guariló. Es parte de nuestra riqueza y a mí me toca defenderla. Está perfecto que para algunos sea más lindo el candombe uruguayo, pero yo quiero lo que tengo. Me gusta escuchar a los argentinos cantando murga”, sostiene.

–¿Hay alguna otra razón, más allá de “defender” ese acervo?

–No se me ocurriría cantar imitando la voz de un diariero uruguayo, no puedo hacerlo. Me parece maravilloso como lo hacía el Canario Luna, que en paz descanse, pero nosotros tenemos otra manera de frasear, otra cadencia.

–¿En qué medida el hecho de vivir en España influyó en sus composiciones? Milagros... se percibe más abierto, más ecléctico, que sus discos anteriores.

–Bueno, por un lado está el trabajo de Juan Subirá, que con su bagaje y sus colores hace una salsita linda más ligada a la world music. No sé, es muy paradójico: hay tipos que nacieron en Zaragoza o Madrid y, pese a que son de la tierra, nunca tocaron música de la tierra, tocan rock and roll o Mozart. A mí me toca estar en otra tierra, pero siento mis sonidos interiores explotando. Lo que sí incorporo es alguna palabra, algún giro español: Kiko Veneno, Camarón, Manolo García... Algo de eso está incorporado, porque nosotros tenemos una cultura abierta: caminás por París y sabés que ahí vivieron Arolas, Firpo o Gardel. Sí, hay colores que no aparecían en otros discos.

–Uno de los temas que señala esta apertura es “Te estoy pensando”.

–La música es de Acho Estol, otro tipo que viaja mucho. Si a esa canción se la toca sólo con guitarra, es una milonga, pero la transformamos en función de la letra, que habla de una separación, porque cuando la escribí justo me estaba separando... “Todo pueblo me recibe con tu nombre y vino tinto”.

–Se sacó el gusto de hacer una versión propia de “Al olor del hogar”, que se había tornado masiva cuando la grabó Bersuit en La argentinidad al palo.

–Es una canción que la gente toma como propia y eso me encanta. La versión original que hacíamos con Juan en vivo era más íntima, más despojada, más tanguera que la de Bersuit. Eso es lo que quedó ahora, una versión copada para bailar en las milongas.

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“Me gusta escuchar a los argentinos cantando murga, es parte de nuestra riqueza”, asegura Prat.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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