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Miércoles, 19 de mayo de 2010

DISCOS › TESTAMENT, LO úLTIMO DE KEITH JARRETT

Un viaje dulce y melancólico

El álbum triple, con improvisaciones al piano, rescata grabaciones registradas en vivo dos años atrás en la Sala Pleyel de París y en la Royal Festival Hall de Londres. A los 65 años, Jarrett ofrece una versión “juvenil” de sí mismo.

 Por Diego Fischerman

Llamar a un disco “testamento” es riesgoso. Hay allí algo de definitivo. De final. Pero, además, hablar, en arte, de testamento es hablar de obras maestras. De esas piezas que no sólo legan algo a las generaciones futuras –y al propio arte– sino que lo sintetizan de manera ejemplar. Keith Jarrett, a los 65 años, decidió llamar así su último álbum triple con improvisaciones al piano, registradas en vivo el 26 de noviembre de 2008 en la Sala Pleyel de París y cinco días después en la Royal Festival Hall de Londres.

Como en los ya legendarios Solo Concerts: Bremen-Lausanne, de 1973, y Köln Concert, de 1975, la música dibuja una especie de continuo o, en los términos que tal vez elegiría el propio pianista, de viaje. El primer disco recoge la actuación parisina y los otros dos la londinense. Podría ser un opus más de Jarrett, que reiterara glorias más o menos recientes, como la de Radiance, con actuaciones en Japón, o la de sus registros en el Carnegie Hall, y eso ya sería bueno. Pero el pianista, como si para despedirse (y eso en el caso de que efectivamente se despidiera) tuviera que fundar de nuevo su música, entrega un disco de juventud: rupturista, arriesgado y, aunque parezca increíble, aun distinto de la infinidad de discos distintos que entregó a lo largo de su carrera.

En las notas internas, con esa propensión a la humillación pública que tanto han practicado los norteamericanos en el cine, Jarrett habla de su soledad, y de las lágrimas que se le escapaban antes y después de estas actuaciones, en un estado emocional que él describe como “increíblemente vulnerable”, después de haber sido abandonado definitivamente por su mujer (que ya lo había dejado, evidentemente sin decidirse del todo, dos veces en los últimos cuatro años) y, como música de fondo, con el viejo y buen espíritu navideño que empieza a cundir en Europa a fines de noviembre. Pero dice algo mucho más importante. Cuenta la historia de sus improvisaciones y explica: “(en un momento dado) la arquitectura se volvió, para mí, absolutamente previsible”. Confiesa haber intentado periódicamentre “reinventar los conciertos de piano solo” y narra, también, los efectos de la fatiga crónica que sufrió. El público, cuenta, influye mucho más que las propias condiciones de la sala o del instrumento. Y París y Londres, asegura, lo llevaron a atravesar algo que no sabía que podía atravesar. Testament, editado por el sello ECM como todo lo producido por Jarrett en más de tres décadas, muestra, en todo caso, una de las caras del pianista. Otra de ellas aparece, deslumbrantemente melancólica –con un gesto que lo acerca a su extraordinario The Melody at Night with You– en un dúo donde, también, se mira al futuro desde el pasado. En Jasmine, grabado en 2007 en su casa, ya publicado en Europa y próximo a editarse en los Estados Unidos (el martes 25) Jarrett toca, por primera vez en 30 años, con el contrabajista Charlie Haden. Y si en Testament el sonido es un torbellino, en Jasmine priman los silencios.

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