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Jueves, 10 de junio de 2010

MUSICA › JEAN-YVES THIBAUDET, HOY EN EL TEATRO COLóN, JUNTO A LA FILARMóNICA DE BUENOS AIRES

Un fanático de Salgán toca Gershwin

El gran pianista francés interpretará el Concierto en Fa, compuesto en 1925 por George Gershwin a partir del folklore afroamericano de la época, desde el blues y el gospel a los “shoutings” de Carolina del Norte.

 Por Diego Fischerman

Llegó a Buenos Aires, por primera vez, en 1996. Y lo hizo para acompañar a la cantante Cecilia Bartoli, cuyo pianista habitual se había enfermado. Dos años después, Jean-Yves Thibaudet tocó en el Colón, como solista, y una y otra vez fue a escuchar a Horacio Salgán, de quien se declara “fanático”. Sus versiones de la obra pianística de Debussy, Ravel y Erik Satie (editadas por Decca) son referencias obligadas. Y el repertorio que va desde Chopin y Liszt hasta la Francia de la primera mitad del siglo pasado y, desde ya, a los virtuosísticos conciertos de Rachmaninov, es su especialidad –una especialidad en la que él descubrió, como buen discípulo de Aldo Ciccolini, el poder de la literalidad–. Pero también ha tocado música de Bill Evans y su último disco, editado en abril, está dedicado a George Gershwin. Ahora está de regreso en esta ciudad, donde había estado por última vez el año pasado, con la Orquesta de la Suisse Romande, y es para tocar, precisamente, el Concierto en Fa de Gershwin, junto a la Filarmónica de Buenos Aires.

Nacido en Lyon, donde estudió piano desde los cinco años, apareciendo por primera vez en público a los siete, Thibaudet ingresó a los once en el Conservatorio de París, a los quince obtuvo el primer premio del Conservatorio y tres años más tarde ganó la audición Young Concert Artists en Nueva York. En 2001 fue condecorado con la orden Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres y en 2002 recibió el Premio Pegasus en el festival de Spoleto (Italia). Su carrera se desarrolló simultáneamente con la explosión en la industria del CD. Y fue uno de los niños mimados del mercado. No sólo por los premios como el Edison francés o el Deutsche Schallplattenpreis alemán, sino por grabaciones que cubren un espectro que llega sin dificultades tanto a Saint-Säens, de quien grabó los Conciertos Nos. 2 y 5, como a Olivier Messiaen, cuya Sinfonía Turangalila registró junto a la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, con la dirección de Riccardo Chailly. “No hay límites ni fronteras entre estilos. Hay música que puede pedirnos el máximo, expresiva y conceptualmente. Y otra que no. Dentro de la que sí, es decir de la que me interesa, están, por supuesto, tanto Messiaen como Saint-Säens. Y Bill Evans y Horacio Salgán también”, decía el pianista a Página/12. El concierto, hoy a las 20.30, en el Colón, es el segundo del ciclo de este año de la Filarmónica, que, como es obvio, marca su regreso a la sala después de tres años itinerantes.

El Concierto en Fa de Gershwin fue encargado para la Sinfónica de Nueva York –que se convertiría en la Filarmónica cuatro años más tarde– por el director Walter Damrosch pocos días después de que éste asistiera, el 12 de febrero de 1924, al estreno de la Rhapsody in Blue en la Aeolian Hall, con la orquesta de Paul Whiteman y el compositor como solista. El pedido de Damrosch era que la nueva obra fuera más cercana en su forma al concierto clásico y Gershwin, que en ese momento estaba trabajando en tres comedias para Broadway, recién comenzó la composición en julio de 1925. Pero hubo otra razón para la demora. El compositor no sabía orquestación –la Rhapsody había sido orquestada por Ferde Grofé, el arreglador de la banda de Whiteman– y aunque más adelante tomó lecciones con Henry Cowell y Walingford Riegger, en ese momento debió salir del paso de una manera a la que la única palabra que le cabe verdaderamente es “hollywoodense”. Gershwin se compró libros de forma musical y de orquestación y se dedicó, durante varios meses, a leerlos y a inventarse ejercicios. No lo hizo mal, si se piensa que un purista como el compositor inglés William Walton dijo que la orquestación de la obra (que al principio se llamaría Concierto de Nueva York) era “extraordinaria”. La pieza, como la rapsodia anterior, tiene fuertes lazos con el folklore afroamericano de la época, desde el blues y el gospel a los “shoutings” de Carolina del Norte. La Filarmónica de Buenos Aires será conducida, en esta ocasión, por la coreana Shi-Yeong Sun, una directora formada en Berlín y Estocolmo y asistente hasta el año pasado en la Sinfónica de Boston. El programa se completará con el estreno de Rocaná, de otra mujer, su compatriota Unsuk Chin, y la bellísima Sinfonía en Re Menor de César Franck.

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“No hay límites ni fronteras entre estilos”, dice Thibaudet.
 
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