Alexander Panizza es uno de los mejores pianistas del momento. Tiene interpretaciones de obras claves del repertorio y, también, de estrenos como el notable concierto para piano y orquesta de Luis Mucillo, que tocó en el Colón en 2001. Este sábado dará el cuarto de los conciertos de su ciclo integral con las sonatas de Beethoven –tocará las nº 12, 13, 14 y 15–, en la ciudad de Rosario. Y hoy a la noche será el solista, en el Colón, del concierto de la Filarmónica de Buenos Aires que dirigirá el israelí Ilan Volkov. La obra elegida será el célebre Concierto en La Menor Op. 16, de Edward Grieg. “Es cierto que el eje de mi repertorio de obras con orquesta está en obras de otra clase, como los conciertos de Brahms, por ejemplo, que implican todo un trabajo con el ensamble sinfónico”, dice Panizza a Página/12. “No llego al extremo de Glenn Gould, que despreciaba los conciertos con orquesta porque los veía como una especie de competencia vacía, pero suelen interesarme obras de otro tipo. Sin embargo, con el tiempo me fui dando cuenta de que uno, cuando es joven, tiene muchos esnobismos y a veces las ideas acerca de lo que es el gran arte y otros menores oculta, simplemente, que hay obras que a uno no le salen del todo bien.”

El pianista, nacido en Canadá y formado en Inglaterra, donde de-sarrolló gran parte de su carrera musical, cuenta que “lamentablemente las necesidades del mercado hacen que los conciertos con orquesta tengan a lo sumo dos ensayos y que todo quede un poco librado a la química que pueda establecerse. Por suerte, en este caso, con la Filarmónica tengo una excelente relación, hemos tocado juntos varias veces y soy amigo de muchos de sus músicos. Y el director, con quien es la primera vez que trabajo, me cayó muy bien y me pareció que tenía un gran manejo de estas situaciones, con muy buenas estrategias para poner claridad a pesar de las limitaciones de tiempo”. Panizza comenta que le divierte “ver las partituras de los directores, porque están llenas de anotaciones que tienen que ver con las veces en las que hicieron las obras con otros pianistas. Y hay todo un repertorio de cosas que los pianistas hacemos porque creemos que los directores están acostumbrados a hacer y que los directores hacen porque creen que los pianistas las esperamos. Cuando todo eso se limpia y se trabaja con los acuerdos sobre la obra, que suelen ser muchos, es fantástico”.

La orquesta completará el programa con el poema sinfónico Las Oceánidas, Op. 73, de Jean Sibelius, y la Sinfonía Nº 4 Lo inextinguible, de Carl Nielsen. “Mi opinión del Concierto de Grieg cambió mucho”, confiesa Panizza. “Disfruto mucho porque hay todo un campo, todo un territorio con un trabajo importante para hacer, que tiene que ver con lograr liviandad y fluidez en el discurso. El trabajo interpretativo no debería diferenciarse tanto según se toque una obra u otra. Este concierto se merece la misma profundidad en el trabajo que otras composiciones supuestamente mayores. Creo que es una obra muy valiosa y funciona como una especie de semilla inspiradora, para conciertos muy importantes que lo siguieron, sobre todo en el manejo de la tensión psicológica.” Con respecto a la serie de conciertos con las sonatas completas de Beethoven, que después de este sábado continuará el 28 de agosto, el balance de Panizza es “desde todo punto de vista positivo. Y me afectó como me imaginé que me iba a afectar, en el sentido de que mi enfoque interpretativo cambió, o va cambiando, al ver las sonatas como un todo. Por otra parte se genera un clima muy lindo con el público; la sala es bastante oscura y yo pido que haya muy poca luz y se hace un silencio muy bello. Es una experiencia muy intensa”.