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Viernes, 29 de julio de 2011

MUSICA › JON SPENCER BLUES EXPLOSION

El magma eléctrico

 Por Luis Paz

9

JON SPENCER BLUES EXPLOSION

Músicos: Jon Spencer (guitarra y voz), Judah Bauer (guitarra) y Russell Simins (batería).
Público: 800 personas.
Duración: 110 minutos.
Miércoles 27, Niceto Club

Con dos guitarristas fenomenales y algún himno, pero sin bajista ni hits apropiadamente entendidos, la Jon Spencer Blues Explosion hace parecer al rock como una creación de hace cinco o seis años. Jon Spencer, Judah Bauer y el baterista Russell Simins hacen olvidar que esto tiene ya medio siglo: le ponen aristas a un género base como el rock’n’roll de raíz blusera, se olvidan del maquillaje, de los cambios de guitarra o de las pedaleras XXL para apilar ruido en base a dos guitarras estándar y una batería que con Simins detrás parece de decorado. Parecen sucios, malos y feos. Parecen enojados. Parecen precoces, violentos y toscos. Parecen eternos solteros a cuyas manos ningún matrimonio entregaría a su hija. Parecen no salidos, sino recién entrados a una clínica de rehabilitación. En fin, se parecen (y, por supuesto, suenan) a todo eso que el rock fue cuando bebé y que perdió cuando se puso crema para el acné para sobrevivir su adolescencia.

La Jon Spencer Blues Explosion es, sobre todo, un trío de descontrolados del sonido. Su base de blues y rock’n’roll está interpelada por el dogma de la música libre (el free jazz y el free rock) y revuelta con y por el espíritu caótico del punk y cincelado por la herramienta deformante de la no wave. Lo que genera (o degenera, y de verdad) en un continuo de algo cercano a un terrible ruido dotado de musicalidad. Ahí está el gran valor del trío neoyorquino: no se trata de distorsión por la distorsión misma, de ruidismo, sino del encuentro de la melodía del ruido, de la armonía entre rudimentos poco convencionales, del ritmo que pueden dibujar una guitarra incendiada como la de Spencer, una espasmódica como la de Bauer y una batería que, en realidad, son unos cuantos cuerpos y platillos azotados, a tal punto que hay que cambiar el redoblante y sólo han pasado dos temas.

Sin pausa y con una prisa que se llevaba puestos a los alrededor de 800 asistentes, JSBX revoleó nadie sabe adónde aquella pauta de que el rock se hace con guitarra, bajo y batería (de acá también mamaron los White Stripes y, aunque usen bajo, los Black Rebel Motorcycle Club). Para prueba bastó todo, desde “2kindsa Love” a “Dang”, pasando por “Bellbottoms” y “Burn It Out”. JSBX es, entonces, una cruzada por la modernización de músicas de base que cumplieron con su función de modernidad para su era, pero que despabilaron a miles. Entre ellos, a Spencer, Bauer y Simins, apropiadores ellos de toda aquella efervescencia y brutalidad en una cantidad alevosa de discos (nueve originales, nueve que los extienden y siete bootlegs) que en el tercer concierto de Spencer (segundo del grupo, luego de su bastante mítico Cemento de 2001) en Buenos Aires se disfrutaron comprimidos anteayer en unas dos horas de show en Niceto Club. Comprimidos como pastillas de néctar de juventud para este rock anciano.

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