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Lunes, 10 de octubre de 2011

MUSICA › RECITAL DE LOS GUNS N’ ROSES EN EL ESTADIO UNICO DE LA PLATA

Lluvia de octubre para Axl

Tras un comienzo desprolijo, la banda –se nota que ensaya poco, pero que toca demasiado bien– levantó la puntería junto a su controvertido cantante. Los Guns tocaron todas las canciones que pedía el público y hasta hicieron versiones de clásicos de AC/DC y Pink Floyd.

 Por Gloria Guerrero

Axl Rose volvió a Buenos Aires después de un año y medio y cargando con una mochila de dudas (siempre ajenas; al parecer, nunca suyas). Una semana antes había defraudado a los brasileños, quienes tuvieron que esperarlo durante 90 minutos bajo el diluvio en Rock in Rio y terminaron padeciendo un espectáculo difícil, plagado de desprolijidades y hasta de severas desafinaciones. El miércoles pasado se le dio por enojar a los chilenos: salió a escena recién después de la una de la mañana y no paró de cantar hasta las 5; total... ¡el señor desayuna tarde! En marzo del año pasado, en Buenos Aires, había perpetrado un desplante similar: casi dos horas de demora; para aumentar la fricción, las críticas al sonido y la actuación de aquella noche todavía siguen retumbando (literalmente) en las neuronas de los más de 40 mil que poblaron Vélez. Así las cosas, el sábado pasado, mientras la apasionada e incondicional grey rosácea (los ganers) rumbeaba tranquila y feliz hacia La Plata, comenzó a correr un rumor-certeza que era aún peor que cualquiera de aquellos descaros: el tipo quería subir a tocar a las 21.30, una hora antes de lo pactado, “charlándose” olímpicamente a la afición local que todavía estaba camino del estadio. Por suerte para la mochila de dudas (la nuestra), eso no sucedió. Guns N’ Roses arrancó a las 11 de la noche, sólo media hora después de lo previsto, convencido quién sabe por cuál santo y, por doble suerte para (todas) nuestras mochilas, nada estuvo tan mal. Incluso hasta estuvo lindo.

Bañados por la lluvia otra vez (Axl debería componer un “October Rain” sólo para América del Sur), los Guns N’ Roses tuvieron la decencia de cumplir. Sin embargo, hizo falta una hora entera para que la banda regulara y se pusiera en caja. Hasta que promedió el concierto, el grupo fue una bolsa de gatos y Rose graznó à la Pato Donald, mientras que la única intensidad verdadera fue a puro cohete de bombas de estruendo y pirotecnia escénica que te levantaban de culo a dos metros del piso. La banda entera fue destruyendo, con imperdonable alegría, “Welcome to the Jungle”, “It’s So Easy”, “Live and Let Die” o “Rocket Queen”, entre otros grandes himnos del colectivo popular que no merecían semejante destino.

Pero –la vida es justa–, todo cambió.

El asunto es así: más o menos cada cuatro canciones, a cada uno de los integrantes del grupo le llega el turno de un solo, generalmente inspirado en un tema ajeno; eso permite que el cantante descanse, se cambie de pilcha (en realidad, de sombreros, anteojos o bandanas) y vuelva a escena en mejor forma. Y eran más o menos las 12 cuando Dizzy Reed hizo su solo basado en “Baba O’Riley” de los Who –¡ya deje de decirse que Axl es el único miembro antiguo de estos Guns: Reed está con él desde Use Your Ilussion!–: fue entonces cuando todo se encarriló y, como por milagro, como si se hubiera cambiado de canal, comenzó el show verdadero. Desde entonces Axl empezó a cantar, los otros seis se miraron y se entendieron por fin y los cuatro sufridos plomos que con trapitos secaban de lluvia el escenario para evitar resbalones tuvieron su verdadero porqué: una banda a full que camina, corre, trae y lleva; se desajusta, pero vuelve; cae mal en un final, pero no importa; sigue, sigue y sigue; y sigue, y se luce como si fuera la última vez.

Intenso, aunque nunca desaforado, Axl Rose (49) se la banca y se la sigue bancando: “November Rain” lo llevó al piano (pone los deditos como garras), pero “Knockin’ on Heaven’s Door” lo terminó llevando al Paraíso. Axl Rose hace todas las canciones que todos conocen y todos lo quieren por eso. Y lo hace bien. Fue como si, a la medianoche, cual Cenicienta, hubiera perdido la alpargata para calzarse el borcego.

En un punto hay algo de Solari en Axl: baila como el Indio (o viceversa más o menos) y toca los antiguos repertorios, los que obligan al delirio. Por suerte tiene como ancla a Frank Ferrer, un baterista formidable que intenta evitar desmadres (los aceleres frecuentes, varios tempos raros) de una banda que se nota que ensaya poco, pero que toca demasiado bien: la versión que se escuchó de “Riff Raff” (AC/DC, Powerage), con los tres guitarristas, fue impresionante. Pero, si se habla de versiones y homenajes, aterrizan algunas preguntas: ¿necesita Guns N’ Roses interpretar el tema de James Bond (solo de Richard Fortus); la canción de La Pantera Rosa (solo de Bumblefoot) o los hits de AC/DC? ¿Hace falta esa –linda– versión de “Another Brick in the Wall”, de Pink Floyd (ups, ya nos ahorramos de ir a ver a Waters en marzo...)? ¿Precisan los nuevos guitarristas de Guns N’ Roses andar con un cigarrillo colgado del labio –difícil prueba durante un largo solo– para dibujar un remedo del gran Slash?

Ellos siguen cargando con su propia mochila.

La soberbia no es grandeza, es hinchazón (San Agustín). Igual, Axl no está tan gordo como algunos decían. Y el público se fue liviano. Dentro de un tiempo (¿pasarán otros quince años hasta un nuevo disco?) se sabrá quién tiene la razón.

7-GUNS N’ ROSES

Axl Rose (voz, teclados); Richard Fortus (guitarra); Ron Bumblefoot Thal (guitarra); Frank Ferrer (batería): Tommy Stinson (bajo): Dizzy Reed (teclados) y Chris Pitman (teclados).

Estadio Unico de La Plata, sábado 8.

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Axl Rose al frente de una banda que se desajusta, pero siempre vuelve.
Imagen: Laura Gallo
 
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