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Miércoles, 9 de noviembre de 2011

MUSICA › EL BRASILEñO MAURICIO BAIA, ANTE UN TARDíO DEBUT EN BUENOS AIRES

“Es increíble que no podamos confluir mejor”

 Por Cristian Vitale

No quiere decir nada ni mucho que Mauricio Baia sea un desconocido en Argentina. Una causa suficiente podría ser que ninguno de sus cinco discos llegó al país. Podría ser, también, que se tomó largos años para que sus músicas circulen por todo el Brasil, que no es poco. O que ningún productor, compañía o mecenas con liga criolla haya puesto foco en un artista cuya pluma (musical y literaria) cruza a Dostoievski con Bob Dylan, y tiene a la fórmula de Tom Zé como guía matriz: deseducado + analfabeto = creador. “Y entonces se puede decir que hay un artista”, extiende él, en un portuñol impecable. Que DBN haya quebrado las fronteras para editarle un CD+DVD en vivo (No circo) opera entonces como riesgo y oportunidad a la vez. Riesgo por ver qué pasa en el superpoblado mercado discográfico argentino con un músico de rock cruzado con MPB que canta parecido al eterno Robert Zimmerman de Minnesota, cuenta historias igual que Zé, escribe de modo intenso –salvando un abismo de distancias– como el ruso Fiodor y camina, aunque inquieto y personal, por la senda de Lenine, Paulinho Mosca e Ivan Lins. “Se me hace difícil definir lo que hago, por la mixtura de ritmos e influencias: tropicalismo, pop, folk, los ritmos nordestinos de mi país... No sé, me considero un rockero brasileño, que no es lo mismo que decir un ro-ckero”, se presenta. O intenta.

Un brasileño más o menos ro-ckero, podría ser otra forma de entrarle. O contando que nació en Salvador de Bahía, se mudó a Recife a los 5 años y desde los 13 vive en Río de Janeiro. Para un músico, eso significa haberse bañado en los ritmos y las métricas poéticas del nordeste. También haber bebido mucha cachaça, ver morir amigos por zarparse en ese tren, coquetear pero no penetrar en el samba y la bossa nova, o pensar sus recitales como fiestas para Apolo y Dionisio. “Rituales para el cuerpo y el alma”, traduce él. O, más puntualmente, tocar en los Rockboys junto a Tonho Gebara –épico guitarrista muerto en 2005–, asociarse al ex Farola Carioca Gabriel Moura –uno de los mejores compositores de la región– y hacer canciones robustas como “Tú”, “Lado oposto” o “Fulano, Beltrano e Sicrano”. “Son cosas que me gustaría que conozca el público aquí”, se autovende. “Lamentablemente hay un problema de comunicación, una asimetría, porque acá hay una mayor asimilación de música brasileña que en Brasil respecto de la música argentina... no está bueno, pero creo que es porque Brasil es un país muy grande y tiene dificultades regionales, hay muchas músicas de una zona de Brasil que no se conocen en otras. Lo que sí hay es un gran conocimiento del tango: la versión de ‘Mano a mano’ que grabó Caetano Veloso es un hito para nosotros”, comenta.

–¿Y usted?

–Yo quedé loco con Los Redondos.

El desconocimiento que se tiene aquí de Baia es directamente proporcional a lo que él sabe de música argentina. Apenas acaba ligar con Pedro Aznar y Peteco Carabajal (compañía mediante), y la única intervención concreta que tiene con una banda argentina es haber acompañado a Anetol Delmonte, durante un festival de música alternativa argentina que se hizo en Río. “Canté con ellos ‘Toxi Taxi’ y me pareció tan fantástica esa canción que me comí toda la discografía de los Redondos por Internet... es increíble que no podamos confluir mejor. Brasileños y argentinos tenemos más en común de lo que parece”, cierra, mientras abre un dilema: apenas se trata de una presentación.

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