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Miércoles, 9 de noviembre de 2011

CINE › ENTREVISTA A JAVIER ESPADA, JURADO EN UNA MUESTRA INTEGRAL DEDICADA A LUIS BUñUEL

“La realidad sigue siendo surrealista”

Un ciclo de películas en la Sala Lugones y el Festival de Cortometrajes “Imaginando a Buñuel” echan un exhaustivo vistazo al director de Un perro andaluz. Curador de varias muestras sobre el cineasta, Espada analiza la influencia y vigencia del surrealismo.

 Por Diego Braude

Calanda es un pueblo español de menos de cuatro mil habitantes que se ubica en la provincia de Teruel, en la región del Bajo Aragón. Ahí nació hace más de un siglo Luis Buñuel, y ahí, desde hace once años, Javier Espada lleva adelante el Centro Buñuel Calanda. Por estos días, Espada está de visita en Buenos Aires, donde vino a presentar dos eventos que tienen lugar esta semana y de los que forma parte, y que tienen al director de El ángel exterminador como eje.

Por un lado, como parte del ciclo “Rituales del Pasaje” que lleva adelante el Teatro San Martín, se presenta hasta el 13 de noviembre en la Sala Lugones “Reencuentro con Buñuel”, una serie de films del artista aragonés. Este evento se entrelaza, a su vez, con el Festival de Cortometrajes “Imaginando a Buñuel”, donde Espada es jurado junto a Luciano Monteagudo (director de Programación Cinematográfica del Complejo Teatral de Buenos Aires) y al director del Centro Cultural de España en Buenos Aires, Ricardo Ramón Jarne. Los cortos del festival serán proyectados en la sede de Florida 943 del Cceba, y los tres cortos ganadores serán exhibidos en la Sala Lugones mañana, jornada en la que se proyectará asimismo el documental El último guión, dirigido por el propio Espada.

–¿Cómo surge la idea del festival?

–Surge a partir de la visita de Alberto Ligaluppi a España, conociendo el Centro Buñuel de Calanda. De ahí surgió la idea de hacer algo conjunto a partir de este planteamiento del cine, recordando a Buñuel. Apareció la idea de hacer un concurso de cortos bajo el lema “Imaginando a Buñuel”, que ha tenido un gran éxito. Buñuel sigue atrayendo, sigue siendo un personaje fascinante.

–¿Cómo llegó Buñuel a su vida?

–Uy, es complicado. Yo nací en Calanda, entonces estaba como predestinado. Coincidió que una vez fui a dar una conferencia sobre un tema que no tenía nada que ver con Buñuel en el Ayuntamiento, que estaba preparando la creación de una casa-museo dedicada a Buñuel en la casa del cura y sin ningún objeto de Buñuel. Dije: “Esto ya supera el surrealismo, el que sea la casa del cura y que queréis hacer una casa-museo sin objetos”. Entonces diseñé el Centro Buñuel de Calanda.

–¿Cuántos Buñuel le parece que hay, en función de las diferentes etapas históricas y sociales que atravesó y en las que vivió?

–Cuando los surrealistas en París vieron Un perro andaluz, dijeron: “¡Ah, esto es una película surrealista!”. El no era surrealista entonces y fue admitido junto con Dalí en el selecto grupo. Aguantó ahí poco más de dos años y se fue –hizo una película, que es La Edad de Oro–, porque no estaba de acuerdo con cierto snobismo que había. Pero siguió siendo surrealista, como antes de ingresar al movimiento. Hizo un documental durísimo, que es Las Hurdes, tierra sin pan, que fue prohibida por el “bienio negro” de la República Española, porque era una película que “denigraba a España”. Luego, cuando fue a México, hizo una película como Los olvidados: Buñuel tiene 50 años y es como volver a Las Hurdes, pero además hace una película en la que se arriesga; lo quieren expulsar de México, porque ha mostrado una realidad muy dura. Pero no solamente eso sino que crea un género cinematográfico, probablemente sin proponérselo. No solamente hace una película que cuenta una historia sino que hace una película que denuncia una injusticia, y eso nunca se había llevado al cine, lo que genera el llamado Tercer Cine, que es fundamental en América.

–¿Cómo fue el proceso de El último guión?

–Buñuel decía que su libro de memorias era como el último guión de su vida. Cuando Jean Claude Carrière (guionista y gran colaborador de Buñuel durante los ’60 y ’70) visitó el CBC, terminó diciéndome: “Me ha gustado tanto, que te ofrezco ir a los sitios en que he estado con Buñuel con un equipo de filmación y contar a cámara mis recuerdos”. Ese fue el germen, aunque dije: “Esto está muy bien, pero serviría sólo para especialistas. ¿Por qué no intentar modificar un poco el proyecto para que sirva para todo tipo de público?”. Así es como se involucró también el hijo mayor de Buñuel, Juan Luis (también cineasta y de quien se presenta obra en el ciclo de la Sala Lugones), que vive en París y es amigo de Jean Claude. Basándonos en Mi último suspiro (el libro que recoge las memorias del director, escrito en colaboración con Carrière), elaboramos el guión junto con otro director (Gaizka Urresti). Rodamos en los lugares en que había transcurrido la vida de Buñuel, creando una especie de peregrinaje que tiene que ver con el Camino de Santiago y también con la película La Vía Láctea. Juan Luis Buñuel y Jean Claude Carrière van haciendo un recorrido vital, siguiendo los pasos perdidos de Buñuel y comentando entre ellos sobre temas de lo que ha sucedido allí, y esto hace que el espectador se vaya de viaje con ellos.

–¿Hay lugar hoy para el surrealismo?

–La realidad sigue siendo surrealista. El surrealismo lo que plantea es que lo pasional no es solamente lo real, no solamente “lo que existe”; los sueños forman parte de nuestra realidad. Los sueños, las emociones, las pasiones, las locuras, todo eso también es real porque nos mueve y hace que hagamos cosas. Otra cosa es que se valore y se reivindique, que ya no se hace habitualmente, pero Buñuel deja una frase que define bastante bien el tema del surrealismo: “Los surrealistas queríamos cambiar el mundo, pero terminamos cambiando los escaparates de las tiendas de moda”.

–¿Qué sería ser surrealista hoy, teniendo en cuenta los contextos históricos distintos?

–Es que, en definitiva, el surrealismo es también una etiqueta, una etiqueta más. La diferencia es que André Breton creó un movimiento que se hizo llamar Movimiento Surrealista, donde entraba una gente y se reunían a discutir porque querían cambiar el mundo a base de escándalos: escandalizar a la gente era su arma preferida. Creo que no hay que dejar atrás lo que reivindicó el surrealismo que estaba antes del Movimiento Surrealista en, por ejemplo, las Pinturas negras de Goya o en El Jardín de las Delicias del Bosco. Pero así como hay elementos que eran anteriores, los ha habido posteriores. De hecho, en el cine de Buñuel, en todas sus obras hay restos de lo que fue el surrealismo.

–¿Cómo es dedicar la vida a la difusión de la obra de otro artista?

–Puedo decir que he hecho una gran cantidad de amigos en esta trayectoria en la que un poco voy contando cosas que tienen que ver con Buñuel, pero en la que mi labor como cineasta, o en las exposiciones que he curado, he sido muy apreciado y muy reconocido, lo cual a mí me ha aportado mucho. Es un gran esfuerzo, porque partir desde un pueblecito muy pequeño implica que no tienes ni secretaria. Eso quiere decir que hay que hacer mucho esfuerzo, mucho más del que sería normal para conseguir resultados, pero después de once años creo que es un balance muy positivo.

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“Buñuel sigue atrayendo, sigue siendo un personaje fascinante”, enfatiza Javier Espada.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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