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Sábado, 17 de marzo de 2012

MUSICA › BARTOLOME PALERMO Y LAS CANCIONES DE PAN, SU FLAMANTE NUEVO DISCO

La guitarra que sabe oficiar de puente

El veterano instrumentista dice sentirse bien cómodo con las jóvenes generaciones. Junto a Adrián Lacruz y Felipe Traine, le dio forma a un disco cuyo título tiene que ver con que “el proceso creativo surgió de manera natural: simple y sin partitura”.

“De los viejos no queda nadie. Quedo yo, y apenas”, se ríe Bartolomé Palermo al evocar una secuencia no muy lejana: un productor uruguayo, amigo y fan de su trío, quería llevarlo a Holanda con los integrantes de la tríada guitarrera formada en 1968. “¡Qué loco fue eso! El tipo insistía y yo no podía hacerle entender que los viejos habían muerto.” Eficaz secuencia para revelar la vigencia de un referente histórico de la guitarra aplicada al tango. También su carácter amigable con las nuevas generaciones: Palermo terminó viajando dos veces a Europa, y reemplazando al histórico Paco Peñalba por Adrián Lacruz, guitarrista 40 años menor: “Me llevo bárbaro con los pibes”, dice Bartolomé, con 75 años en las costillas. Lacruz quedó y junto a Felipe Traine (51 años) en guitarrón conforma el trío con el que editó Pan, disco que mostrará el 4 de abril en La Bohemia (Yerbal 1657).

“¿Por qué Pan? Porque el proceso creativo surgió de manera natural: simple y sin partitura”, define Don Palermo, rodeado por Lacruz y Traine. El austero disco figura como el cuarto de un derrotero que empezó a fines de los ’60 y, con zigzagueos y deslices, llegó hasta hoy. Tiene diez tangos de variadas procedencias (desde “Naranjo en flor” y “Yuyo verde” hasta el propio “Lucio”, compuesto por Palermo en honor a su amigo Demare, o “Una tarde cualquiera”), y la polca correntina “Tu angustia y la tarde”. “Yo tengo raíces litoraleñas y quería exponerlas... Es una polca que inició mi hermano Roberto y yo desarrollé en armonías y variaciones. Tiene una letra muy linda, pero es más para tocarla”, refiere. La “excepción” conlleva el tono del resto, tangos instrumentales trasvasados a formato de dos guitarras y guitarrón. “A diferencia de otros discos instrumentales, en éste Palermo improvisó más, y nosotros queríamos que fuese así, porque le armamos la estructura para que se liberara e improvisara con sus contracantos. “Es genial, porque él canta con su guitarra”, dice Lacruz, también guitarrista del Tape Rubín y del quinteto El Descarte.

–Pan, como el de Spinetta...

Felipe Traine: –Sí, no lo sabíamos. Me enteré porque me lo dijo mi hijo mientras estábamos terminando la gráfica.

Palermo pasa por alto el detalle, revé su pensamiento y resalta debilidades. Por ejemplo, cierta haraganería endémica para escribir música. “Pan es por lo natural y cuando digo natural, digo intuición. Si no fuera por Adriancito, que se queda escribiendo lo que hacemos después de cada ensayo, esto se perdería, porque yo soy un intuitivo y no escribo más. Escribí lo del Quinteto –formación que precedió al nuevo trío– y me abatió, ya no puedo... tampoco es que escribí mucho en mi vida: ¡soy un desastre!”, se ríe. Traine también, pero lo salva. El guitarronista y actor de Ofidio Dellasopa y las Cuerdas Flojas lo define como un generador de ideas “que no se queda corto nunca”.

–¿Cómo confluyen tres generaciones en una misma intención?

Adrián Lacruz: –Felipe y yo tenemos claro que Palermo es el líder y tenemos que hacer todo en función de lo que a él le guste, porque tiene una gran capacidad estética para finalizar una obra de tango. ¿Por qué se lo marca como un estilista junto con Roberto Grela? Porque son escuelas distintas y parejas. La cosa es armar la base y preguntarle: “¿Quedó en su estilo?”. Es como el supervisor (risas). Hay un sistema muy oral que ni siquiera hablamos, porque Palermo hace las cosas desde la inspiración, improvisa sobre lo que estamos tocando y después se escribe.

Bartolomé Palermo: –Sí, y ahora tengo la intención de grabar cosas más populares; porque “Mala junta” es popular, sí, pero para un sector nada más. El pueblo no sabe qué es “Mala junta”, muchos no se acuerdan. Tengo ganas de entrarle a “Qué me van a hablar de amor”.

Palermo nació en Villa Guillermina, Santa Fe, y a los 17 recaló en Buenos Aires para entrarle al tango vía Alfredo Gobbi. Fue forjando una estirpe de acompañante ideal y llegó a tocar para Ariel Ramírez y Edmundo Rivero, a quien acompañó durante todas las noches de 1975 en El Viejo Almacén; para Nelly Omar, a quien le arregló los temas de su último disco; para Floreal Ruiz y el Polaco Goyeneche. “También grabé para los 70 de Gardel, acompañando a veinte cantores, y lo más loco es que me pusieron en la tapa a mí”, se ríe. Palermo fundó su trío en 1968 y acompañado por Norberto Pereyra, Ernesto Báez y el Paco Peñalba, entre otros, grabó tres vinilos en los ‘70 que EPSA recuperó y condensó en un CD que aún le da trabajo. “También me va bien como profesor. Me llevo bárbaro con las nuevas generaciones y doy clases de tango a muchos pibes que vienen del rock. Siempre hago tocar a algún chico, aunque no lo haga bien. Lo hago subir al escenario para que tome confianza y sepa lo que es la profesión. Y los alumnos se vuelven locos.”

–¿Por qué lo hace?

B. P.: –Así lo hicieron conmigo Gobbi y otros, y así el tango se hizo popular. Hay que darles espacio y lugar a las nuevas generaciones.

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“Me va bien como profesor, les doy clases de tango a muchos pibes que vienen del rock.”
 
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