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Miércoles, 4 de abril de 2012

MUSICA › AGUSTíN RONCONI Y ACIDO CRIOLLO, EL PROYECTO PARALELO DE ARBOLITO

Contemplación antes que pogo

En su disco Corazón de tierra, el grupo que completan Andrés Fariña y Daniel Diéguez se permite un paseo que puede ir del Cuchi Leguizamón a Jaco Pastorius, pasando por Jethro Tull, Liliana Herrero y los Carabajal: “Hay mucha libertad para jugar”.

 Por Cristian Vitale

Hay un disco de Arbolito en puerta. Se llama Acá estamos, es el sucesor de Despertándonos, lo produjo Tito Fargo y va en un plan rockero. “Calculo que sale en mayo”, acota Agustín Ronconi, fundador del grupo que forjó casi un género en sí mismo: el folklore chupa rock. Pero así es el futuro, porque el presente pasa por otro lado: por un fragmento de ese total. Ronconi, multiinstrumentista y compositor, junto al bajista de Arbolito (Andrés Fariña) y un percusionista afín a la cofradía de Crucesita (Daniel Dieguez) armaron un desprendimiento de la banda madre, le pusieron Acido Criollo y editaron un disco, Corazón de tierra, que el trío tocará el próximo martes 17 de abril en Club Cultural Matienzo (Matienzo 2424). “Se trata de un proyecto alternativo para hacer temas caseros, de asado y guitarreada, basado en cantautores que a uno lo marcaron mucho”, sintetiza el hombre de los rulos largos y una curiosa mezcla de Leguizamón-Anderson (Ian) en sus genes. Corazón de tierra retransmite entonces miradas “urbanas” pero mansas e intimistas sobre el Cuchi Leguizamón (“Zamba de los mineros”), Víctor Jara (“Plegaria de un labrador”), Violeta Parra (“Según el favor del viento”) y el tándem Carlos-Peteco Carabajal, a través de “A Don Ponciano Luna”. “La diferencia básica con Arbolito tiene que ver con que la mayoría de las canciones de Acido parte de un repertorio folklórico, hasta quizá tradicional, cuando en el Arbolito de los últimos años son todas composiciones propias y mucho más eléctricas... Acido va un poco más allá de Arbolito en términos de armonías o fusión de ritmos; es experimentar con ritmos folklóricos y llevarlos para otro lado”, define.

–El formato obliga, a menos que propongan un power trío a lo Divididos.

–¡¡Ja!! La verdad que disfrutamos mucho del espacio sonoro dentro de las frecuencias que te permite un trío. Por ejemplo, en un tema con batería, bajo y flauta tenés una distancia enorme en la que el bajo se puede mover tranquilo para arriba y para abajo, y la flauta también. Hay mucha libertad para jugar y eso hace que el resultado sea más íntimo, más para escuchar que para el agite, el pogo o la fiesta que se suele dar con Arbolito.

Acido Criollo lleva seis años de andar y no pone otra distancia que no sea de abordaje estético ante la banda madre. En rigor, los demás Arbolito (que armaron la Chacastone, otro proyecto paralelo) tienen algún nivel de participación en Corazón de Tierra. La guitarra de Ezequiel Jusid es la que ataca con armas hendrixianas la “Zamba de los mineros”; Diego Fariza percute en la versión de Parra; y el pelado Pedro Borgobello toca el clarinete en “Opus Pokus”, un delirio de Jaco Pastorius. Ellos más un plus de lujo: la voz de Liliana Herrero abrillantando “Plegaria de un labrador”. “Fue un regalito que nos hicimos para el corazón. Liliana es una referente en esto de ver al folklore con libertad total. Tener una versión con ella de una canción hermosa de Jara es un lujo”, se emociona el flautista y, lejos del alba, explica la génesis etílica del nombre del trío: “Me colgué con un libro sobre elaboración de vinos caseros cuyo eje era la proporción justa del ácido para que tenga personalidad y sabor, pero que no se pase para evitar lo agrio. Tomé eso de la proporción justa, algo lindo para tener en cuenta en la música, ¿no?... que tenga su personalidad, su peso, pero que no se cargue de más para que no caiga en un híbrido”, define.

–Cualquier semejanza con Acido Argentino de Hermética es pura coincidencia, entonces.

–(Risas.) Sí, ése era bien cargadito...

–¿Dieron vuelta “Vidala del monte” o parece? La referencia base es la que grabó Gieco en De Ushuaia a La Quiaca.

–Más bien está pasada por el interior de los sentimientos de cada uno. Tenemos cantidad de música escuchada que nos ha marcado mucho y la vidala, en términos personales, es uno de los géneros del folklore que más me llega. Me toca fibras que son difíciles de explicar. Es como una conexión con tu tierra, tu suelo y tu cultura, una raíz milenaria que, sumada a la copla, te da una raíz melódica muy fuerte, originaria, y es algo lindo para jugar con la guitarra. Tradicionalmente, la vidala se canta a dos voces con una caja coplera, que es la versión de León, pero a nosotros, al tocarla con la viola, nos fueron apareciendo esos acordes que la pintan de otros colores. La melodía está original, pero la armonía está nueva y eso la lleva hacia otras emociones... es eso más la libertad que nos damos de desacatarnos un poco y pegar unos gritos para rockearla. Hay músicas folklóricas que te dejan servida esa posibilidad.

–¿Puede que hagan algo parecido con “A Don Ponciano Luna”?

–Pero con un poco de jazz. Y la “Zamba de los mineros” más... metemos un riff bien rockero en el medio sin que la zamba desaparezca. Son como pequeños juegos que los ritmos folklóricos, al tener muchas polirritmias y variedad, te permiten.

–Además del plus del Cuchi, un universo musical que da para todo.

–A veces siento que no nos va a alcanzar la vida para cantar todos los temas del Cuchi. Hay cantidad de música suya impresionante para visitar.

–¿El Cuchi o Ian Anderson?

–Son dos pilares de todo esto.

–¿Empate?

–Póngale.

–¿Puede que el espíritu de Ian haya sobrevolado “Huaynero”?

–Tiene un poco en el desacate de la flauta, con una base funk medio negra y el sonido que se va un poco para el lado de Jethro Tull... yo creo que agarré el instrumento porque escuché al loco tocando rock con la flauta.

Pero, tal vez junto a “Opus Pokus”, quizá “Has visto caer una lágrima” sea el rescate más llamativo de la música según Acido Criollo. Lo sacaron del arcón de los recuerdos del Chile hippie de los primeros setenta. Puntualmente de Congreso, una banda que circulaba cerca de Los Jaivas, otra banda afín al mundo Arbolito. “Es una canción del primer disco de Congreso, sí, un disco que se nota que está grabado en dos canales. Es una grabación muy fresca que tiene el audio de las bandas viejas, un audio sucio y desprolijo que desborda onda. La versión de ellos es más tirada al huayno medio hippie campestre y nosotros la llevamos para el reggae.”

–¿Y Pastorius cómo aparece?

–Vía Andrés (Fariña), que se tomó el trabajo de transcribir el tema. Laburó las escalas con las que está construida la canción, que es bastante rara porque tiene una escala de ocho notas y hubo que estudiar bastante para poder tocarla. Está bueno para mantenerse en estado. Andrés y Daniel se pusieron a jugar con la base de Pastorius, y pintó llevarla para algo más brasileño... no sé, otro color, que sería como uno más, ¿no?

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“No nos va a alcanzar la vida para cantar todos los temas del Cuchi”, sostiene Ronconi.
 
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