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Jueves, 11 de mayo de 2006

MUSICA › ESTRENO DE “I VESPRI SICILIANI” EN EL COLON

Música, teatro y política en unas vísperas sin incendio

La ópera de Verdi subió a escena en una puesta rigurosa y con buenas actuaciones.

 Por Diego Fischerman

En la obra de Giuseppe Verdi conviven el kitsch y lo sublime. A veces uno junto a lo otro. A veces, simultáneamente. En ese sentido, debe haber pocos compendios de grasitud tan perfectos y, al mismo tiempo, a cuyo encanto resulte tan difícil sustraerse, como sus ampulosos coros patrióticos. Y en I vespri siciliani, una ópera compuesta por encargo en la que hay mucho de lo peor de Verdi y, también, algo de lo mejor, esos coros abundan. Por eso, si en la puesta que acaba de estrenarse en el Colón sus cinco largos actos no naufragan es, además de por una régie que agiliza y dota de sentido la acción todo lo posible, por el formidable trabajo musical del Coro Estable, por un detalle en los matices y en la flexibilidad del fraseo que ha recuperado desde que tiene al frente a Salvatore Caputo pero, también, por la potencia y el impacto del que fueron capaces en la función del estreno.

La historia de amor y traiciones que, originalmente, tiene lugar durante la ocupación francesa de Sicilia, en el siglo XIII, aquí es trasladada a la época de Garibaldi. Como toda lectura es discutible y, desde ya, nadie sería capaz de asegurar que se trata de la única posibilidad existente. Al fin y al cabo, una Edad Media poco glamorosa, más cerca de La fuente de la doncella de Bergman o de los desdentados de Brue-ghel, recorrida por cruzados ambiciosos y palurdos, podría sentarle bastante bien a la trama. Pero la operación de Eric Vigié no resta nada a la coherencia de la obra y en cambio suma verosimilitud. El eficaz aporte de Bordolini, en la escenografía y vestuario, y de Imme Möller en el vestuario contribuyen a lo que, finalmente, es el objetivo: un buen espectáculo. También colabora en ese aspecto la coreografía de Rubén Gallardo, a pesar de algunos desfasajes rítmicos en la ejecución. Pero lo más importante del trabajo de Vigié es el movimiento que le otorga a la obra. Sin puntos muertos, cada integrante del coro tiene movimientos precisos asignados y cada solista que está en el escenario tiene algo que hacer allí, tanto cuando canta como cuando no lo hace.

En un elenco parejo y con características vocales adecuadas para los personajes, se destacó el barítono Carlo Kang. Nacido en Seúl en 1973 y formado en Corea y, luego, en el Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán, construyó un Monforte por momentos temible, en ocasiones conmovedor y siempre impecable en lo vocal. El tiránico gobernador francés que descubre que su hijo es uno de los líderes de la resistencia patriota, tuvo un intérprete ideal. Su aria del comienzo del tercer acto y el dúo posterior con su hijo Arrigo están entre lo mejor de esta ópera y de toda la producción verdiana y fueron, también, los dos puntos más altos en la noche de estreno. El tenor argentino Carlos Duarte, en el papel de Arrigo, sobrellevó con altura el compromiso, seguro en los agudos, con un timbre redondo y homogéneo y un fraseo cuidado y Duccio Dal Monte fue un correcto Procida. El papel de Elena, la hermana del asesinado Federico de Austria, estuvo en manos de la soprano estadounidense Marquita Lister, que en esta función usó las joyas que Maria Callas había llevado en su propio estreno de I vespri siciliani en el Maggio Musicale Fiorentino. La identificación con Callas, en todo caso, fue bastante más allá, sobre todo en el intento de tratar de suplir con presencia los problemas de afinación y, en este caso –no en el de Callas– la heterogeneidad del timbre. A pesar de la imprecisión en las alturas, con buenos agudos y una voz que corre con facilidad en un teatro de las dimensiones del Colón, logró una composición convincente de su personaje. Lo más flojo, eventualmente, estuvo en la rutinaria dirección de Perusso, puesta en evidencia en lo anodino del acompañamiento de notas repetidas en el fundamental final del aria de Monforte, en el comienzo del tercer acto, y en un fraseo plano de toda planicie, notable, por ejemplo, en lo que debería haber sido uno de los momentos más líricos de la obertura, cuando la melodía es tomada por los cellos. Hubo, además, un desajuste rítmico inadmisible en un pasaje con percusión fuera de escena.


7-I VESPRI SICILIANI OPERA DE GIUSEPPE VERDI
Con libreto de Eugène Scribe y Charles Duveyrier
Dirección musical: Mario Perusso.
Régie: Eric Vigié.
Escenografía e iluminación: Enrique Bordolini.
Vestuario: Imme Möller.
Dirección del coro: Salvatore Caputo. Coreografía: Rubén Gallardo.
Elenco: Marquita Lister, Carlos Duarte, Carklo Kang, Duccio Dal Monte, Enrique Folger, Alicia Cecotti, Federico Sanguinetti, Carlos Natale, Ariel Cazes, Mario De Salvo y Gabriel Renaud.
Orquesta Estable, Coro Estable y Ballet Estable del Teatro Colón.
Lugar: Teatro Colón. Martes 9.
Nuevas funciones: mañana, domingo 14, martes 16 y jueves 18.

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La escenografía de Enrique Bordolini colabora con la concepción de Eric Vigié.
 
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