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Domingo, 3 de marzo de 2013

MUSICA › GUSTAVO SANTAOLALLA Y PRESENTE, EL TERCER ALBUM DE BAJOFONDO

“Queríamos que este disco representara más lo que somos”

Tras un debut que ayudó a delinear el tango electrónico y un segundo trabajo en el que amplió su propuesta con invitados de lujo, ahora el grupo liderado por el reconocido músico y productor termina de definir su identidad con un álbum rico en matices y colores.

 Por Joaquín Vismara

Aunque él no lo ponga en palabras, la obra de Gustavo Santaolalla puede explicarse a partir de la experimentación del desarraigo. Tras formar parte de la camada fundadora del rock local (a fines de los ’60 con Arco Iris y luego con Soluna en la década siguiente), el músico nacido en El Palomar migró a Estados Unidos y se instaló en Los Angeles. Una vez allí, entró en sintonía con la new wave, el género más representativo del pop de los ’80, pero el romance fue efímero. Con la llegada de los ’90, Santaolalla decidió correrse de plano para focalizar su carrera como productor y su trabajo con diversos artistas latinos (una lista de más de cien títulos con nombres como Divididos, Bersuit Vergarabat, Arbol y los mexicanos Molotov y Café Tacuba, por sólo nombrar cinco) fue clave para que el rock de distintas latitudes del continente dialogase con la música de su propio país, para luego encontrar un lenguaje en común más allá de las fronteras.

Pero mientras orientaba a una nueva generación a contactarse con su propia cultura, el autor de “Mañana campestre” sentía esa deuda pendiente con su faceta como músico. Así fue como, de la mano de los músicos y también productores uruguayos Juan Campodónico y Luciano Supervielle, Santaolalla llegó a Bajofondo, un proyecto ambicioso y cambiante. El cruce entre tango y música electrónica de su álbum debut ayudó a delinear un género nacido a principios del nuevo milenio, que tuvo igual cantidad de seguidores como de detractores: el tango electrónico. Lejos de dejarse encasillar, el grupo decidió ampliar su propuesta en su segundo disco, Mar dulce, en donde no sólo exploró la música de ambos márgenes del Río de la Plata sino que sumó invitados de la talla de Gustavo Cerati, Elvis Costello, Nelly Furtado y la leyenda del candombe Lágrima Ríos.

Como si fuera el paso natural a seguir, Bajofondo termina de definir su identidad propia con Presente, un disco rico en matices y colores, que aparecerá el próximo martes. Sin presencias ajenas, el grupo pinta su universo propio, donde pianos milongueros conviven con beats electrónicos, un bandoneón piazzolleano se hermana con una guitarra en clave funk, y donde los pasajes instrumentales evocan imágenes con una complejidad que sólo puede lograr alguien con dos Oscar y un premio Golden Globe en su haber. En el recorrido, los virajes de estilo (del rock de dientes apretados al tango de vieja escuela, pasando por trip hop, pop bailable, candombe y disco) dejan en claro que la música de Bajofondo pertenece a todos lados y, a la vez, no es de ningún lugar, y conecta con la cultura de su lugar de origen mientras se proyecta mucho más allá de las fronteras.

–El título del disco no parece casual, como si Bajofondo no quisiera quedar englobado con quienes sólo revisitan el pasado.

–Hay mucha música en el disco, y hay una evocación al pasado, pero es también una proyección al futuro. Este presente se construye a través de algo fundamental, que es el tiempo. Hace diez años que la banda está junta con los mismos miembros, si bien lo empezamos Juan (Campodónico) y yo, en el estudio e invitando a amigos. Había mucha más electrónica y por eso caímos dentro del rubro de tango electrónico, que tanto odiamos. Después, ese disco tuvo tanta repercusión que hubo una necesidad de tocarlo en vivo y ahí se fue armando la banda. Al empezar a salir de gira, la música fue mutando, desarrollándose, y eso se ve en Mar dulce, donde todo es más tocado, pero con la participación de muchos invitados. Ahora queríamos hacer un disco que representara más lo que somos nosotros, con un soporte conceptual y orquestal, como lo tienen Pet Sounds o Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

–Dentro del disco, las piezas instrumentales se caracterizan por ser sumamente visuales. ¿Cree que se debe a su trabajo en cine?

–Es una cosa que me acompaña a mí desde siempre. Luego, de alguna manera logré engancharlo con el cine, pero se dio accidentalmente, sin que hubiera una logística al respecto. Si escuchás el primer disco de Arco Iris, vas a encontrar que todo lo que he hecho después está ahí, con grandes pasajes instrumentales. De hecho, la compañía que tengo en Estados Unidos se llama Visual Music, porque siempre tuve esa relación y pienso la música de esa manera, con escenas o decorados para un tema. Es algo que no puedo explicar muy bien por qué pasa, pero se relaciona con que me gustan mucho las artes visuales.

–Antes hablaba de cómo fueron englobados en el rubro de tango electrónico y de cómo quisieron separarse de esa movida. Ahora, en “Olvidate”, ustedes cantan: “Los que nos quieren imitar no nos pueden igualar, les faltan huevos a la hora de tocar”.

–Cuando empezamos, siempre nos preguntaban por el Project (por Gotan Project) y hoy en día ya no ocurre, porque se nota que son dos cosas distintas. Si tenés la oportunidad de ver al grupo en vivo, somos una banda de rock, mientras lo otro es más lounge, algo más adulto. Lo nuestro es más cross generacional y, cuando nos preguntan qué hacemos, decimos “es música de Bajofondo”. Es muy difícil describir qué hacemos. Tango no es, pero tampoco es rock, tampoco es hip hop, tampoco es electrónica. Nosotros gozamos mucho y a mí, en lo personal, me encanta ser parte de un grupo, al punto de que llegué a revalorizar mucho mis canciones, pero me hace sentir bien no tener que vivir de lo que ya hice. Me encanta “Mañana campestre”, pero no tengo que hacer eso con Bajofondo. Con ellos toco otra música, que es una música de ahora, y hay una sensación entre todos en el grupo de que estamos aportando algo interesante a la música global, algo diferente y tan valioso como lo que hacen Café Tacuba o Radiohead. Estamos trayendo a la mesa algo que es único.

–En los ’90 usted puso énfasis en su faceta como productor, con artistas que recién comenzaban su carrera en distintos lugares de América latina. ¿Cómo recibió que una nueva generación valorase su trabajo?

–Jamás me olvidé de mi lugar ni de donde soy, y es algo que me hace sentir muy bien. Produje más de cien álbumes al día de la fecha y siento que de alguna manera fui parte de un montón de música que ha afectado positivamente a mucha gente y a la cultura de esos lugares, como El Circo, de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, que son pilares de México. Lo mismo pasó con La era de la boludez, de Divididos, Re de Café Tacuba, o Libertinaje de Bersuit. Tengo una sensación medio mística o lo que fuera de que estaba tomando nota de algo, porque realmente puse mi talento al servicio de otra gente. Nunca fui un productor que les decía a los artistas: “Che, tenés que escribir una canción conmigo o grabar una canción mía”. Siempre pude escribir canciones, pero no lo hice hasta que se dio. Tenía el tango esperando en la hornalla de atrás, porque la cuestión de la identidad la manejé siempre con algo que tiene que ver con el folklore, no sólo argentino sino latinoamericano.

–Eligió volver a la música como parte de un grupo y no como solista. ¿Le pesaba la idea de ponerse al frente?

–Puede ser, lo que pasa es que me di cuenta de algo que se ve en el cine, que es un arte supercolaborativo: por más que una película diga “dirigida por tal”, en los créditos finales ves todas las cosas que podrían haber salido mal, y es porque hay tanta gente involucrada. Lo que aprendí con la producción es que el trabajo en equipo garpa mucho y la cuestión de estar autoabsorbido a mí no me rinde. Me gusta hacer mis cosas, mi música, pero me gusta mucho hacer música con otra gente y todo el trabajo de las producciones ayudó a tener ese entendimiento, de cómo enriquecer lo que uno tiene para dar. En el grupo tenemos roles, pero no dejan de hacer un equipo. En el fútbol tenés tipos que ocupan distintos lugares en la cancha y cumplen distintas funciones, pero que solos no podrían jugar aunque fueran los mejores del mundo. Ni Iniesta ni Xavi ni Messi pueden jugar solos, tienen que hacerlo juntos. El grupo es muy especial porque tenemos como tres frontmen, no hay uno solo, y tenemos una línea media y una base. Cada uno sabe que tiene un rol, pero es decididamente un equipo. No hay nada más lindo que andar girando por el mundo tocando con amigos, haciendo buena música y viendo que afectás a la gente positivamente. La pasamos muy bien y eso se transmite en el escenario. Y eso hace que la gente se cope, y no importa si el público es griego, turco o coreano.

–¿Y cómo explica el hecho de ir a lugares tan remotos y que las audiencias conecten con la propuesta?

–Creo que hay varias cosas. Por un lado, tenemos una energía de rock, que es una especie de folklore universal, que a partir de los ’60 se convirtió en un lenguaje que utilizan los jóvenes en el mundo para expresar visiones del mundo diversas. Después tenemos elementos de hip hop, electrónica y música clásica. Y está también lo que tiene que ver con el tango, que también es una música universal. Hay milongas en todas partes del mundo y en todas ellas hay un momento de la noche en el que se pasa un tema de Bajofondo. Es algo medio universal puesto en un lenguaje con el que la gente conecta inmediatamente, que también tiene que ver con el baile y lo físico; es muy lúdico lo nuestro.

–Los artes de tapa de los discos de Bajofondo comparten siempre la imagen de unas piernas de mujer con medias de red. ¿A qué apunta esa línea de continuidad?

–Primero, es muy difícil llegar a tener elementos gráficos o icónicos con los cuales te puedas relacionar. Puede pasar a partir de un logo, pero en este caso es más que eso. Empezó todo a partir de las medias de red, que están muy relacionadas con el tango, con la sensualidad a partir de la imagen de la mujer, y nosotros somos un grupo que tiene también una parte sexy en su música y sus presentaciones. El asunto era cómo podíamos expresarlo de una manera diferente cada vez y, en este caso, para mí era muy importante lo de que fuese una piel afroamericana. Cuando uno empieza a estudiar, se entera de que “tango” es una palabra africana, que “candombe” y “milonga” también lo son, y es algo que está olvidado, que mucha gente no sabe. Me parecía interesante porque en nuestra música hay eso, hay baile. Me gusta aclarar que no hacemos tango ni somos el nuevo tango ni nada parecido, pero si estamos aportando algo al género se verá dentro de veinte años.

–¿Y cuál cree que es ese aporte?

–No está en nuestra cabeza estar pensando de esa manera, de estar haciendo la vanguardia, pero sí hay algo que ocurrió. Con el advenimiento de Piazzolla, genio y monstruo mayor, hubo un quiebre muy fuerte. Todo lo que pasó antes de él pasó a ser algo viejo y caduco, y todo lo que vino después eran estos modernismos que caían indefectiblemente en pia-zzollismos, y el tango dejó de bailarse para convertirse en una música de concierto. Nosotros tomamos sonidos de ese mundo y los metemos en algo superbailable, y creo que eso fue una movida interesante a nivel general. Cuando Gotan Project estaba haciendo su disco en Europa, nosotros estábamos haciendo el nuestro. Ninguno sabía del otro, pero en la Argentina también estaba Narcotango, o sea que era algo que estaba en el aire. Yo, que tengo muchos años, he visto otras veces eso de que hay algo dando vueltas por distintos lados hasta que sale. Lo interesante es que con el tiempo cada propuesta se va definiendo, y ahí es donde creo que lo nuestro empieza a tomar un color totalmente propio que nos separa del resto.

–Música de Bajofondo.

–Exacto.

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“Es difícil definir lo que hacemos. Nosotros decimos que es música de Bajofondo”, asegura Santaolalla (centro).
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