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Viernes, 18 de julio de 2014

MUSICA › A LOS 70 AÑOS, MURIO AYER EL GUITARRISTA JOHNNY WINTER

El vaquero albino del blues eléctrico

Hijo de un propietario de una plantación de algodón, el suyo es un ejemplo de apropiación cultural, porque fue un emblema del blues. Su estilo crudo y agresivo se lucía particularmente en las actuaciones en vivo. Tenía prevista para octubre una visita a Buenos Aires.

 Por Santiago Rial Ungaro

Estaba por venir: apenas faltaban tres meses para que el gran Johnny Winter, guitarrista emblemático por su sonido incandescente y su imagen de vaquero albino cubierto de tatuajes, volviera una vez más a Buenos Aires a deleitar al público porteño con su virtuosismo y su carácter vehemente para tocar blues y rock & roll. No importaban los rumores de que ya no estaba en su plenitud física, que tocaba sentado y que ya no tenía el vigor de antaño: el tipo era bueno en serio, uno de esos músicos privilegiados que con sólo escuchar un par de notas ya se reconocía su estilo crudo, emocional y agresivo: para entender el término “blues eléctrico” basta con escuchar cualquiera de sus primeros discos, sólo equiparables en calidad e influencia a los de Hendrix. Se murió ayer, a los 70 años.

Winter tocaba con el corazón y la rompía desde mucho antes que Mike Bloomfield (quien tocaba la viola en “Like a Rolling Stone” de Bob Dylan) lo descubriera improvisando en Chicago en 1968. El mundo de la música lo adoptó inmediatamente: editado en 1969, Johnny Winter es uno de los más exuberantes y poderosos álbumes debut grabado por un músico: acompañado por Willie Dixon (quizás “el” compositor de blues, aunque tal cosa siempre resulte curiosa en un género tan marcado por la improvisación), ese primer disco le abrió las puertas al mundo de los festivales de rock, entre ellos Woodstock; ese mismo año editó Second Winter, grabado en Nashville; y, ya con la compañía de su hermano Edgard Winter, se la levantó a Janis Joplin y sorprendió al mundo con sus versiones de Chuck Berry (“Johnny B Goode”) y Dylan (“Highway 61 Revisited”), versiones que, como sucedía también con Hendrix, superaban según los mismos compositores a las originales.

Algo de eso seguramente percibió en la Argentina un tal Norberto Napolitano. Pappo siempre confesó su fanatismo por Winter, evidente tanto en los primeros discos de Pappo’s Blues como en sus participaciones en La Pesada del Rock & Roll: “Yo jugaba a ser Joe Cocker y Pappo a ser Johnny Winter”, comentó alguna vez Billy Bond. El estilo efectista, agresivo y electrizante de Winter lo convirtió desde entonces en uno de los músicos más impresionantes para escuchar en vivo, algo que además propició el oportunismo del mercado pirata y la edición de cientos de discos en directo. Una situación que también lo emparentó con Hendrix y lo llenó de un fastidio lógico. Acaso el mismo fastidio sintieron muchos de sus fans, quienes, desconcertados por la decisión de Winter de dedicarse exclusivamente al blues, esperaban que siguiera los pasos de Hendrix.

Habrá que ver ahora si su paradójica vida no inspira algún musical: Winter no sólo fue uno de los pocos músicos blancos en formar parte del Blues Hall of Fame: hijo de un propietario de una plantación de algodón, el suyo es un ejemplo de apropiación y reivindicación cultural. Claro que no será fácil encontrar a alguien que toque así (y que encima sea albino). Sus prolongadas ausencias por su adicción a la heroína (de la que surgió el título de Still Alive and Well, de 1973, uno de sus mejores discos) y la ayuda que como productor le brindó a su héroe Muddy Waters hablan de su visceral relación con el género al que siempre le fue fiel. Quizás ésa sea la única razón por la que fue nominado siete veces a los premios Grammy y nunca ganó ninguno (aunque sí le dieron tres por su trabajo como productor de Waters). Como el propio Waters, John Lee Hooker o el mismísimo Pappo, Winter siempre tocó bien y cualquiera de sus 28 discos oficiales lo representan soberbiamente; lo mismo se puede decir de muchas de sus incontables grabaciones piratas, tributos, versiones y demás zapadas de este texano que ya a los 14 años, cuando armó Johnny & The Jammers (algo así como Johnny y los Zapadores), demostró tener muy claro cuál era su vocación: tocar la guitarra todo el día, a todo volumen, a una velocidad aún hoy increíble y con un sentimiento y emoción que hacen que la noticia de su muerte genere dolor, sí, pero no sorpresa. Winter estaba por venir, pero tuvo que viajar a otro lugar. Su corazón, la verdad, aguantó demasiado. Más que muchas de sus guitarras.

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Winter era un guitarrista electrizante. En sus primeros tiempos llegaron a compararlo con Hendrix.
Imagen: AFP
 
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