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Martes, 26 de agosto de 2014

MUSICA › LA PUESTA DE DON GIOVANNI, EN EL AVENIDA

Brillante lectura de un clásico

 Por Diego Fischerman

En la ópera suele causar asombro cuando los cantantes actúan. Y más cuando lo hacen con cierta convicción. En la notable puesta de Don Giovanni que acaba de estrenar la asociación Buenos Aires Lírica, resulta tan fuerte la sensación de drama, de que lo que se está viendo es el más puro –y el más convincente– teatro, que sorprende, en cambio, cuando se repara en que los intérpretes, además, están cantando. Y que lo hacen, por otra parte, maravillosamente.

La puesta de Lombardero actualiza el personaje y los conflictos. Este Giovanni, con su lista de mujeres, no es el alegre disoluto que podía resultar graciosísimo en el siglo XVIII sino alguien mucho más cercano al American Psycho de Bret Easton Ellis. Alguien que sólo quiere poseer y abandonar, que tiene el dinero para hacerlo y para quien el deseo y la insatisfacción son apenas dos caras de una misma moneda. Alguien que ante la aparición sobrenatural (que esta vez es una especie de filmación de su asesinato del comendador, seguida por su imagen en una pantalla), en lugar de entregarse ante la fuerza mágica del “convidado de piedra”, acabará pegándose un tiro. Uno y otro caso, finalmente, no son tan distintos: el que ha matado, violado y poseído sin medida encuentra su único límite posible. El caballero devenido yuppy, rodeado de prostitutas y aspirando cocaína, lejos de desnaturalizar el drama le da una tridimensionalidad impactante. Pero, finalmente, no es esto –o no es sólo esto– lo que convierte a esta puesta en memorable sino el grado de entrega y la interpretación de un elenco de gran nivel. Resulta difícil imaginarse este Don Giovanni sin estos cantantes. Con un espíritu de equipo y un trabajo minucioso, más de grupo independiente que de compañía de ópera, cada uno de los cantantes –y su vestuario, pensado por Luciana Gutman; y su manejo del espacio y la relación con una escenografía virtual– consigue dar la sensación de ser la encarnación perfecta para su personaje.

En particular Nahuel Di Pietro, con una composición descomunal del personaje protagónico; Oriana Favaro, en una Donna Anna antológica; Cecilia Pastawski, con su Zerlina tan cercana a las botineras-prostitutas que la televisión ha convertido en su material preferido; el recordable Leporello de Iván García; y Hernán Iturralde, conmovedor en su prestancia vocal, y, en general, el fantástico tratamiento de los recitativos, convertidos en diálogos auténticos entre los personajes y sin renunciar en absoluto a la musicalidad (mérito asimismo de Nicolás Luis en el clave), convierten esta ópera en algo que va mucho más allá de la mera reproducción de algo ya compuesto y terminado de antemano. María Victoria Gaeta, en una Elvira medida; Santiago Bürgi, en un Ottavio magnífico, más allá de alguna imprecisión en la afinación de los extremos agudos; y Mariano Fernández Bustinza como Masetto, completan un óptimo grupo de intérpretes.

La orquesta, ágil, de fraseo flexible, y tan capaz de lirismo como de la explosión electrizante, en esta ocasión fue también parte de lo dramático, con una conducción sensible y exacta por parte de Pedro Pablo Prudencio. La iluminación de Horacio Efron y el trabajo de Siliano, que suma a unos pocos elementos corpóreos, algún banco, los dos planos del escenario, proyecciones en pantallas LED que convierten los espacios en el cementerio, en la casa de Giovanni o en el baño de caballeros de un bar, son, en ese sentido, ejemplares. Lombardero siempre manejó con realismo cinematográfico las escenas de sexo y violencia (tan comunes en los libretos de ópera y tan infrecuentes en sus escenificaciones) y ésta no es la excepción, comenzando por una muerte del comendador digna de Tarantino, que arranca más de un grito en la platea. Nada hay que entorpezca o frene la acción y objetos como celulares o portero-visores fucionan como vehículos perfectos para varias arias y dúos. Que el famoso catálogo de conquistas que Leporello le lee a Elvira aparezca, con sus fotos correspondientes, en la pantalla de una tableta, es apenas uno de los muchos aciertos de esta brillante lectura de un texto clásico y de la infatigable imaginación puesta a su servicio.

10 - Don Giovanni. Opera de Wolfgang Mozart con libreto de Lorenzo Da Ponte Temporada de Buenos Aires Lírica

Dirección musical: Pedro Pablo Prudencio.

Puesta en escena: Marcelo Lombardero.

Elenco: Nahuel Di Pietro, Oriana Favaro, Santiago Bürgi, Hernán Iturralde, María Victoria Gaeta, Iván García, Cecilia Pastawski y Mariano Fernández Bustinza.

Orquesta y Coro de Buenos Aires Lírica

Teatro Avenida, viernes 22.

Nuevas funciones: martes 26, jueves 28 y sábado 30.

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