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Viernes, 27 de marzo de 2015

MUSICA › LUCIANO LAROCCA PRESENTA SU DISCO DEBUT, ELEFANTES

“Necesitaba pintar mis propios cuadros”

 Por Sergio Sánchez

Para Luciano Larocca, la música es como cocinar. Todo gira en torno de la creatividad, de cómo acomodar y seleccionar cada elemento, qué condimentos usar; si cocinar a fuego lento o no. “Podés hacer algo así nomás o hacer algo completamente creativo, con paciencia. Y eso hace que sea mucho más atractivo. Cuando empecé a componer, dejé de comer carne. Venía muy ansioso, muy sacado. Entonces, hice un período de limpieza de un mes, empecé a comer más verduras, más sano. Me encontré con que descansaba mejor, estaba mucho más perceptivo. Y, por ende, podía dedicarme mejor a hacer lo que me gustaba”, reflexiona Larocca, un percusionista de La Bomba de Tiempo que se largó a componer y a cantar sus propias canciones. “Es que lo que vos comés influye en tu carácter de una manera increíble. Si comés algo que te cae pesado, estás de mal humor”, remata el músico. Y se ríe: “¡Encima, soy de Ayacucho, donde se hace la Fiesta Nacional del Ternero! ¡Imaginate!”. Recién mudado a Banfield después de vivir un tiempo en Capital, Larocca está presentando su disco debut, Elefantes, un puñado de canciones introspectivas que proponen un viaje musical por el Río de la Plata, Brasil y la región. “Me encontré con un trabajo que nunca había hecho y estuvo buenísimo. Escribo lo que me pega en el pecho. Te das cuenta de que sos una antena. Cuando te llega esa información, la tenés que transformar en otra cosa, darle un curso”, dice, antes de presentarse hoy a las 21 en Santos 4040 (Santos Dumont 4040), un nuevo espacio porteño.

–¿Cómo fue llegando a estas canciones?

–Hace siete u ocho años empecé a componer porque sentí la necesidad de pintar mis propios cuadros. Esa sensación de poder hacer algo y sentirlo propio. Me fui encontrando con distintos instrumentos y con la viola pegué mucha onda, empecé a estudiar y a componer. En un momento, Pichu Serniotti, uno de los productores del disco, paró en mi casa. Tenía un par de fechas y le pedí que me acompañe. Le mostré un par de canciones y le gustaron. En ese momento estaba tocando con Luis Volcoff. Ellos me consiguieron el estudio y produjeron las canciones. Pichu tiene una paleta más rockera y Luis una más acústica, más naturalista. Y todo eso está en el disco.

–¿El sonido rioplatense fue buscado?

–No siento que haya sido forzado, es la música que me salió. Cuando empecé a tocar la guitarra criolla se me vino todo lo que escuché siempre, Caetano, Eduardo Mateo, Jorge Drexler. Todo eso mezclado con el camino del folklore, que siempre tuve, como percusionista. No le quise dar un toque candombero ni milonguero, eso apareció solo. Si bien la voz y la guitarra criolla son los ejes, también grabé baterías, djembes, berimbaos, pero todo muy sutil. Quería que la canción fuera protagonista.

–En La Bomba el eje está puesto en el baile, en la fuerza rítmica, ¿sintió la necesidad de encontrarse con el formato canción?

–Aprendí mucho a grabar discos de canciones, a acompañar a un músico que está cantando y, como baterista, cuidar la canción, respetar su pureza. Toqué con Tomi Lebrero, Martín Reznik, Manu Espinosa (de Viedma), Loli Molina, Podrido Ruiz Díaz, todos compositores tremendos que son de mi misma generación. Sin embargo, La Bomba me empezó a demandar mucho tiempo y no pude seguir con ese tipo de proyectos. Entonces, en un momento apareció la necesidad de hacer mis canciones. La voz, la percusión y la danza son complementarias, no se pueden reemplazar. Como músico, me di cuenta de que necesito esas tres cosas.

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