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Jueves, 28 de mayo de 2015

MUSICA › EL MUSEO PUNK FUE INAUGURADO Y CLAUSURADO EN EL MISMO DíA, PERO VA POR MáS

Un “no hay futuro” muy promisorio

El proyecto surgido del manager Gastón “Murdok” Tolosa se propone atar nudos entre el pasado entronizado y el presente vivo del género. En el Roxy Live hubo, además de discos, afiches y objetos varios, charlas en las que participaron Ciro Pertusi y Pil Trafa, entre otros.

 Por Juan Ignacio Provéndola

Cuando los Sex Pistols postularon el “no future” como emblema del punk rock, lo único que lograron fue asegurarle larga vida a aquello que presumían perentorio. Cuatro décadas más tarde, el movimiento cultural surgido entre el hastío obrero de los suburbios industriales ingleses acredita una existencia lo suficientemente considerable y perdurable como para incluso darse el gusto de recopilar su historia en un museo. Así como sucede en Los Angeles y Berlín, ahora es el turno de Buenos Aires, primera ciudad de América latina que se lanza a la tarea de atar nudos entre el pasado entronizado y el presente vivo de un género que, como todos los derivados del rock, tuvo alto impacto en este rincón del planeta.

El proyecto surgió de Gastón Tolosa, manager y productor local que comenzó trabajando con Cadena Perpetua y ahora continúa en Jauría. “Presencié innumerables shows, estuve en muchas salas de ensayo, recorrí el país con varias bandas y conocí a grandes músicos. Así, de a poco, se me fue despertando la idea de reunir objetos y recuerdos, para darle otro volumen. Por eso, el Museo Punk no ofrece sólo elementos, sino también charlas”, asegura el representante, conocido en el ambiente como Murdok.

El Museo Punk fue inaugurado en The Roxy Live de Palermo el martes... y clausurado el mismo día. “Muchos me putearon por eso, sobre todo del interior. ¡Y tienen razón!”, confiesa Murdok Tolosa. “Esto fue una prueba piloto. La idea es hacer algo más duradero, con otras actividades y recitales en vivo, para finalmente llegar al sueño de una exposición permanente. Pero primero debíamos superar esta instancia. El evento fue gratuito. Al público no le salió un mango, pero a nosotros sí. Ojalá podamos conseguir el apoyo de auspiciantes que se jueguen por esto.”

La muestra fue emplazada en la sala principal del boliche ubicado sobre Niceto Vega. Allí fueron colocados afiches, fotos, vinilos, discos promocionales, posters, recortes periodísticos, indumentaria, banderas, instrumentos y objetos varios. El material fue aportado por el propio Tolosa y también por amigos, colegas y compinches como Esteban Cavanna (biógrafo de Los Violadores), el manager Paya Sosa, el periodista Sebastián Duarte (autor de la biografía de Ricky Espinoza, de Flema), el productor Mariano Asch (promotor de la reciente visita de Die Toten Hosen a la Argentina) y músicos como Ciro Pertusi.

Entre los objetos más resonantes se destacan una extraña foto de Pertusi con Gustavo Cerati, la reconocida guitarra SG del ex cantante de Attaque 77, un autógrafo del célebre ladrón británico Ronnie Biggs (vinculado a los Pistols), baquetas y platillos de Marky Ramone y Vom Ritchie, una bandera gigante de Die Toten Hosen con la frase de cabecera “Bis zum bitteren ende” (“hasta el amargo final”), el banner de la banda alemana que gobernó su comentado show sorpresa en una esquina de San Telmo, una camisa con el logo de los Ramones cedida por Arturo Vega (el autor de esa imagen iconográfica) y una antología de los propios “Monchos” que, juran, es el único objeto en el mundo que reúne los autógrafos de absolutamente todos los músicos que pasaron por la banda. A pesar del deseo de muchos atrevidos, las piezas (como en todo museo) se miraban pero no se tocaban. De eso se encargaron algunos muchachos de seguridad y unas vallas de hierro puntualmente ubicadas.

Como se dijo, no sólo se trató de una memorabilia de chiches y de colección privada. También tuvo el museo su versión oral, a la vieja usanza de las tribus ancestrales que se reunían alrededor del fuego para compartir los recuerdos y mantenerlos vivos al paso del tiempo. El primer turno fue de Ciro Pertusi, ex Attaque y actual Jauría, y de Pil Trafa, ayer Violadores y hoy solista. Una mesa memorable, ya que allí se alojaban las dos voces más emblemáticas de la cultura punk criolla que, por otro lado, parecían deponer las diferencias mutuamente manifestadas en otros tiempos. Ciro contó la vez que conoció la casa de Pil y éste le grabó gran cantidad de casetes con música fundamental de un género que, hasta ese entonces, no conocía tanto como creía. El veterano cantante reveló la alegría que le produjo escuchar Dulce Navidad, el disco debut de Attaque 77, ya que hasta ese entonces el único grupo punk argentino que había grabado decentemente era Los Violadores.

A ambos les consultaron sobre la contradicción entre lo que el punk ofrece ideológicamente y el modo en el que el sistema lo comercializa. “Es una pregunta capciosa”, se plantó Pil. “Todo el mundo se mueve con el dinero porque necesita comer. Nosotros no somos la excepción. El punk es antisistema, pero capitalista. Era necesario comercializarlo. Los más ortodoxos dicen que el género se murió cuando los Clash firmaron con la CBS. ¡Lo bien que hicieron! Si no, nunca hubiésemos podido escuchar esos grandes discos.” A su lado, Ciro siguió la línea: “El punk es un movimiento que se creó para liberar. Es amor y dolor. Hay gente que lo clasifica y, de ese modo, le pone límites. Eso me parece fascista y está lejos de lo que yo siento por esta música”.

La charla final estuvo a cargo de Mariano Asch, quien confesó secretos y detalles de Die Toten Hosen y los Ramones, las dos bandas del género que más veces tocaron en la Argentina. Antes de él, alumbró al público el decano Juan Carlos Kreimer, autor de Punk, la muerte joven, algo así como la biblia en lengua española del género. Hasta León Gieco había ido a The Roxy para escuchar a una de las primeras personas en el mundo que se dedicó a analizar este fenómeno. Kreimer lo había conseguido mudándose a Londres en 1975 y trabajando de lavacopas. Así pudo conocer al género de cerca. “Pero en 1978, el punk dejó de interesarme. Los artistas que siguieron no tenían la misma mística. Igualmente, uno es punk si lo vive en el alma, y así lo sigo sintiendo”, cerró Kreimer, con el puño en alto, ante el aplauso del joven auditorio. Luego se colgó un morral, bajó del escenario y se perdió entre la gente.

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A pesar del deseo de muchos atrevidos, las piezas (como en todo museo) se miraban pero no se tocaban.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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