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Jueves, 30 de julio de 2015

MUSICA › LA NUEVA ETAPA DE FAITH NO MORE SEGúN BILL GOULD, SU BAJISTA

“Parecía que habían pasado dos años y no dieciocho”

Sol Invictus, el séptimo disco de estudio del quinteto de rock alternativo de San Francisco, confirma, casi dos décadas después del anterior trabajo, las marcas de fábrica: frescura y desprejuicio. “Componer es como cocinar, hay que balancear los ingredientes”, dice Gould.

 Por Mario Yannoulas

Fue una noche de sudor en el estadio Malvinas Argentinas cuando Faith No More entregó por primera vez la llave de su primer disco de estudio en dieciocho años. Una humeante jornada primaveral de 2011, el sonido épico pero entonces recóndito de “Matador” cacheteó a quienes buscaban la respuesta en su presunta condición de cover bizarro o lado B. Para esa oportunidad, este diario habló del “desconcierto” como uno de los yeites recurrentes en el quinteto de rock alternativo de San Francisco, tanto en la faz compositiva como en la performática. “Me acuerdo del calor infernal. Esa noche estrenamos la escenografía de flores, ¿verdad?”, recupera el bajista Bill Gould a través de la línea, antes de un concierto en Austin. “Además fue la primera vez que tocamos ‘Matador’”, amplía sin errar: esa vez Buenos Aires fue testigo del primer rayo de luz de Sol Invictus, séptimo trabajo de estudio Faith No More, lanzado mundialmente a mediados de este año.

Treinta años pasaron desde la salida del disco debut del grupo (ver aparte), 20 del estreno de una de sus mejores placas (King For a Day Fool For a Lifetime), 18 desde su última excursión al estudio hasta hoy (Album of the Year, de 1997), 17 de su separación después de un show en Portugal, 6 desde su reunión para una gira mundial, y casi 5 desde una falsa despedida en Chile, con una versión de “Kiss and Say Goodbye” (The Manhattans) como corona. Y dos desde el estreno en vivo de “Matador”: “El desafío de crear desde algo viejo es que lo puedas ver desde una nueva mirada. No tendría sentido hacer las cosas desde la perspectiva que teníamos en ese momento, sería una recuperación inútil. Había que hacer algo que sonara familiar pero que además fuera novedoso. ‘Contemporáneo’, creo que ésa es la palabra correcta”, concede Gould.

Desde aquella visita de 2011, tanto él como el cantante Mike Patton volvieron a Buenos Aires con distintos proyectos: el primero, con el dúo informático-experimental The Talking Book; el segundo, con cartas múltiples como Mondo Cane, Tomahawk y Moonchild. La quinta visita de Faith No More, programada para el 20 de septiembre en el Luna Park es, sin dudas, casi tan importante como su regreso de 2009 y su mágico show en el Club Ciudad. “Ojalá podamos comer buenos asados”, proyecta el bajista.

–Mike Patton dice que usted lo emborrachó para convencerlo de volver a grabar. ¿Qué tiene para decir?

–¿Qué debería decir? ¿Qué soy culpable? Mike no necesita mi ayuda para emborracharse, se las puede arreglar solo. Una vez que nos juntamos a charlar, salimos a tomar unos tragos, y las cosas se dieron. Fuimos para casa, le mostré algo en lo que había estado trabajando en mi estudio, y le encantó. Era “Matador”.

–¿Lo había compuesto específicamente para la banda?

–Supongo que sí. El público nos venía pidiendo un nuevo disco desde que nos juntamos, pero eso no era suficiente. En algún momento empecé a grabar ideas por mi cuenta, sin hablarlo con nadie. Mucho de ese material terminó siendo parte de Sol Invictus. Como principales compositores, la cosa con Mike funcionó casi como la primera vez que le mostré material para The Real Thing: en lugar de asustarse ante lo bizarro, se sintió cómodo y aportó nuevas ideas.

–Las diez canciones son bien diferentes entre sí, pero “Matador” tiene una épica especial. ¿Cómo es que ese tema se transformó en un disco?

–Fue la primera canción que tuve. Se las fui mostrando a todos sistemáticamente para ver qué pensaban, y alguien dijo: “Guau, me gusta. ¿Por qué no tratamos de tocarla en vivo?”. Trabajamos en eso durante dos semanas y fuimos para Buenos Aires. Sonó bien, eso nos hizo dar cuenta de que probablemente íbamos a sacar más cosas en lo inmediato.

–¿Quién fue el más difícil de convencer? Ya habían estrenado “Matador” y Patton seguía diciendo que grabar no era una opción...

–Todo el mundo dice que Mike era el más difícil, pero no, se enganchó rápido. En realidad, creo que todos querían volver a grabar pero nadie se animaba a decirlo. De hecho, yo tampoco lo dije, simplemente les mostré un tema. Me acuerdo de leer a Mike negando la posibilidad del disco, y de pensar: “No sé por qué lo dice, yo tengo otros planes” (risas).

–Aquella vez en Argentina también estrenaron los uniformes blancos que siguen usando hoy. ¿Hay una idea detrás de eso?

–Esa ropa significa bastante. Es una cristalización consciente del momento que atravesamos como grupo. Algo fresco, relajado. Sólo usamos otro uniforme, uno de curas, para tocar con Black Sabbath en el Hyde Park.

–¿Tocar siempre las mismas canciones se estaba volviendo aburrido?

–No. Pero siempre existe la posibilidad. La gira que hicimos cuando volvimos había durado casi dos años, había un fuerte riesgo de empezar a aburrirnos de hacer lo mismo. El desafío era tratar de mantener la frescura todo el tiempo. Este es otro momento.

Con sus integrantes casi dos décadas más viejos, Sol Invictus revalida sigilosamente a Faith No More en tanto acto moderno. El enigma de esos diez tracks resguarda identidad sin liquidarla con auto-plagios, y vuelve a proponer un juego perverso entre el drama y la comedia. Grabado íntegramente por Gould y mezclado en compañía del histórico Matt Wallace (We Care a Lot, The Real Thing, Angel Dust, entre otros), Sol Invictus es una manifestación de frescura y desprejuicio. Para eso, revelan, fue imprescindible manejar de forma independiente todo el proceso, algo que no habían podido hacer hasta ahora y que había sido motivo de disputa con los sellos multinacionales, como cuando su propia compañía tildó a Angel Dust de “suicidio comercial”. “No sé si esto aplica para todo el mundo, porque cada banda es diferente. Pero para nosotros hacerlo así no fue la mejor opción, sino la única –dicta Gould-. De lo contrario, ni siquiera habríamos tenido ganas de hacerlo. Por nuestro recorrido de vida, sabemos bien de qué se trata lo otro. En este grupo, si no hacemos lo que queremos nunca vamos a ser felices”.

–Son pocos los momentos de Sol Invictus en que se identifican estructuras tradicionales de canción. ¿Cuál fue la búsqueda?

–No hubo una intención explícita. Así fueron las cosas. Cuando uno siente algo y quiere ir en esa dirección, simplemente va. Eso no se cuestiona ni se pregunta. El resultado está en el disco.

–Sí acentuaron esa lucha entre lo atmosférico y lo agresivo tan característica del grupo...

–Un poco, sí. Muchas veces, componer para un disco es como cocinar: balancear los ingredientes, detectar si hace falta más sal, pimienta o picante. El cocinero se pone una meta y decide cómo quiere que sea el balance final. Esto fue igual.

–Las giras los obligaron a compartir momentos después de mucho tiempo. ¿Qué importancia tuvo la convivencia para este resultado?

–Fue muy importante. De todos los discos que hice, los más satisfactorios son los que necesitaron más tiempo para madurar. En ese sentido, saber mantener la relación con el otro es parte del proceso. Por eso, un disco es mucho más que un compilado de canciones. En cuanto a la grabación en sí misma, no fue tan distinta respecto de otras. Dijimos: “Vamos a hacer un disco”, y lo hicimos. Parecía que habían pasado dos años y no dieciocho.

–Las diez son canciones que sólo Faith No More puede hacer. ¿Es lo máximo a lo que se puede aspirar como artista?

–No. Creo que lo mejor que puede hacer un artista es lograr que su obra siga en pie con el paso del tiempo. Ese es el verdadero éxito.

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“En este grupo, si no hacemos lo que queremos, nunca vamos a ser felices.”
 
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