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Domingo, 6 de septiembre de 2015

MUSICA › UNA SELECCION DE MUSICOS DIO UN EXQUISITO TRIBUTO A GUSTAVO CERATI EN LA BALLENA AZUL

Las canciones de un artista irrepetible

La Orquesta Hypnofón, dirigida por Alejandro Terán, comandó un desfile de canciones enfocadas sólo en el material solista del ex Soda Stereo. Bajo ese formidable formato instrumental, cada artista buscó ofrecer matices, siempre en versiones respetuosas.

 Por Yumber Vera Rojas

El viernes, al salir de la estación de subte Alem, el rock argentino, como si se tratara de una metáfora de su realidad, deambulaba en veredas opuestas. En una (posiblemente la más arraigada, popular y masiva) se celebraba la vuelta de Divididos al Luna Park, con el inmenso cartel luminoso del estreno de la película del Indio Solari todavía sirviendo de faro hacia el templo del boxeo. Del lado contrario de la calle, desprovisto del ánimo festivo que embargaba a su antípoda, la otra mitad de la feligresía de la escena iba presurosa al recordatorio de uno de sus héroes, caído en combate en el momento en el que se había convertido en la única gran referencia de la innovación sonora y artística local. Al conmemorarse un año de su fallecimiento, Gustavo Cerati, el último moderno de este país, recibió un nuevo homenaje, esta vez de parte de la organización del MICA 2015, en el auditorio La Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner.

A diferencia del resto de los tributos que se le brindaron hasta ahora a la memoria y obra del líder de Soda Stereo, La alfombra mágica de Gustavo Cerati – Travesías orquestales se distinguió no sólo por el formato para el que se adaptaron las canciones, sino por hacer foco exclusivamente en su repertorio solista. Si bien el nombre del show evocaba el de 11 episodios sinfónicos, realizado en el Teatro Avenida en 2001, con una orquesta de 42 músicos armada especialmente para la ocasión, existieron diferencias sustanciales. La primera radicó en el concepto. Y es que al tiempo que el recital con el que el cantautor se coronaba de crooner se apegó a rajatabla a la hechura sinfónica, la propuesta del espectáculo ideado y producido artísticamente por su amigo y compañero Tweety González se aproximó a la dimensión de George Martin junto a The Beatles, al situar a la orquesta en medio de la cosmogonía pop.

Orquesta Hypnofón se convirtió en el engranaje más idóneo, pues su formación difiere a la de una orquesta convencional. Además de la tradicional sección de vientos o de cuerdas, este proyecto multiforme creado en 2005 alberga sitar, theremin sintetizadores y batería (en esta ocasión a cargo de Fernando Samalea, componente de la última formación de Cerati). Las piezas estuvieron bajo la dirección de Alejandro Terán, fundador del ensamble y arreglador, al igual que conductor de los 11 episodios sinfónicos, lo que lo transformó en el único enlace, así como algunos temas del repertorio, entre esta performance y aquella. Sin embargo, el concepto lo terminó de definir la oncena de cantantes, en su mayoría contemporáneos, de diferentes tonos, matices y escenas, que revisitaron el cancionero del ex Soda: algunos de ellos muy cercanos a él, de la misma forma que hubo otros que poco tuvieron que ver con su persona, salvo por el impacto de su legado.

Con las entradas agotadas desde hacía varios días, y con público de diferentes lugares de América Latina, que incluso se hizo de un ticket momentos antes de que comenzara la función a través de pedidos urgentes que exhibían con pancartas apostadas en las puertas, el evento gratuito comenzó con el ingreso de la Hypnofón, secundada por su director, para ejecutar una versión instrumental de “Sal”. Después del tema del último disco de estudio del homenajeado, Fuerza natural (2009), Loli Molina llegó al escenario para cantar “Engaña”. Lo que dio paso para que el pampeano Nicolás Rainone, una de las revelaciones del indie folk patrio, se hiciera con una encantadora versión de “Sulky”, la chacarera electrónica que Cerati incluyó en Siempre es hoy (2002), y en la que Samalea peló el bombo legüero para anotarse uno de los pasajes más bonitos de la conmemoración. Al igual que Leo García interpretando “Otra piel”, oda al pop de Ahí vamos (2006).

Luego de que Lisandro Aristimuño se robara los aplausos al prestar su voz para “Crimen”, y tras las reincidencias de Loli Molina en “Lago en el cielo” y de Leo García en “Río Babel”, saltaba a la luz una realidad que causa añoranza y hasta angustia: no hay, y parece que está lejos de aparecer, un músico en la faz latinoamericana que reúna al mismo tiempo los dotes y el liderazgo de Cerati. Por lo que los covers, antes que probar con el riesgo al que podría invitar el formato, lo que además hubiera ahondado en el contraste de los diferentes matices interpretativos del show, fueron más bien respetuosos. Quienes sacaron una ligera ventaja en sus performances fueron, aparte del artífice del hit “Morrissey”, Richard Coleman, quien hizo “Verbo carne”, e incluso Leandro Fresco, que hace poco que debutó en el rol de cantautor, con “Raíz”: por su condición de compañeros de ruta y camaradas del artista, supieron ser fieles a su impronta.

Una vez que Hypnofón, de la que su director se tornó uno de los protagonistas de la noche (no sólo por su estilo poco convencional para dirigir, sino por su efectividad con la batuta), rescató una canción de Sólo por hoy (banda de sonido inédita para la cinta de Ariel Rotter, que compusieron Cerati y Flavio Etcheto), Carlos Casella adornó “Bocanada” y Lucio Mantel navegó por “Lisa”. Al momento de sonar la intro de “Puente”, Gepe, estrella del actual pop chileno, sorprendió a una audiencia que lo desconocía, por su brillante modo (poco pretencioso) de decodificar ese himno, donde Coleman se colgó la guitarra para el solo del final. Tras un amago de despedida, en un show en el que no hubo ningún tipo de palabras más que las de las canciones, Elena Roger ingresó en el universo ceratiano, sin desdoblarse ni tomar distancia de su particular marca vocal, con “Vivo”: corolario de un emotivo tributo para un icono pop cuya muerte, como bien apuntó Charly García el año pasado, ojalá sirva para que a los artistas y a los idealistas se les dé un mejor trato en vida.

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Richard Coleman, viejo compañero de Gustavo, ofreció una conmovedora versión de “Verbo carne”.
 
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