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Viernes, 20 de mayo de 2016

MUSICA › JAMES NACHTWEY, PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS

Invisibles en foco

 Por Silvina Friera

Mirar las heridas del horror, como un tatuaje imborrable en la piel, no es fácil. Los ojos nunca deberían acostumbrarse a observar el espanto, la miseria, los rastros de la pobreza extrema en las costillas puntiagudas que forman una siniestra meseta en cuerpos escuálidos y sufrientes. Hay una imagen que la retina almacena con la memoria impresionada: el primer plano de perfil de un joven hutu en Ruanda, allá por 1994, cuyo rostro está atravesado por las cicatrices de los machetazos que le asestaron en ese genocidio donde le tocó quedar del lado de los sobrevivientes. Esa fotografía de James Nachtwey -flamante Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, dotado de 50.000 euros- ganó el World Press Photo ese mismo año. Largo es el camino que ha transitado el fotoperiodista norteamericano desde que retrató el conflicto de Irlanda del Norte durante la huelga de hambre de los integrantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA) en 1981 hasta estos días.No hay guerras, matanzas ni crímenes contra la humanidad que no haya cubierto en El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Líbano, Gaza, Israel, Haití, Uganda, Kosovo,Somalia, Chechenia, Afganistán, Irak… A sus 68 años sigue recorriendo el mundo de conflicto en conflicto. La situación dramática de los refugiados sirios lo llevó a viajar recientemente a la isla de Lesbos (Grecia).

Hay una premisa que repite cada vez que le demandan una recomendación o consejo: “He sido un testigo, y estas imágenes son mi testimonio. Lo sucesos que he registrado no deben ser olvidados y no deben repetirse”. Las imágenes de Nachtwey infunden incomodidad y perplejidad por la crueldad humana que reflejan. Es imposible ser neutral o indiferente ante las cloacas y los infiernos que despliegan las fotografías de este hombre elegante que, con la cámara colgada al hombro, anda siempre alerta para poner en foco a los invisibles y humillados. “Las estadísticas nunca dan cuenta de las verdaderas tragedias de las guerras. Sólo los hombres y las mujeres que las sufren saben lo que es estar en ellas”, suele plantear Nachtwey (Siracusa, Nueva York, 1948), dos veces ganador del World Press Photo (1992 y 1994) y cinco Medallas de Oro Robert Capa (1992, 1993, 1998, 2001 y 2008), que publicó los libros Deeds of War(1989), Inferno (1999), una selección de imágenes tomadas entre 1990 y 1999 de la hambruna en Somalia, el genocidio de Ruanda, las guerras de Bosnia y Chechenia y los huérfanos de Rumania; y Pietas (2013), un resumen de sus mejores fotos.

Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes y presidente del jurado del Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, destacó que el fotoperiodista norteamericano está “considerado uno de los mejores reporteros gráficos de guerra de las últimas décadas”. El jurado ponderó el compromiso profesional de Nachtwey,que le permitió cubrir una treintena de conflictos bélicos y crisis humanitarias “sin abdicar de los principios éticos del informador, ni maquillar el dictamen de la cámara”. García de la Concha agregó que “como lúcido testigo del sufrimiento humano, su magisterio se extiende a varias generaciones de fotoperiodistas de todo el mundo”. El fotógrafo norteamericano agradeció el premio y afirmó que es un “honor estar en compañía de tantas personalidades y organizaciones sobresalientes que han sido fuente de inspiración e influencia tanto para mí como para millones de personas”.

Sobre Nachtwey y su obra versa el film War Photographer –nominado en 2002 al Oscar como mejor documental–,que narra los dilemas a los que se enfrentan los que se dedican al periodismo de guerra. “Lo peor es que, como fotógrafo, me aprovecho de las desgracias ajenas. Esa idea me persigue todos los días, porque sé que si algún día mi carrera es más importante que mi compasión, habré vendido mi alma –reconoce Nachtwey–. La única manera de justificar mi papel es respetando a aquellos que sufren. La medida en la que lo logro, es la medida en la que se me acepta, y en la que yo mismo puedo aceptarme”.

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