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Viernes, 29 de septiembre de 2006

MUSICA › LA ORQUESTA DE MIKIS THEODORAKIS EN BUENOS AIRES

“No hay una música de la política”

Hoy y mañana se presentará Canto general, con texto de Pablo Neruda, entre otras obras. El famoso autor griego habla aquí de su estética y de la relación entre arte y política.

 Por Diego Fischerman

“De un lado, siento el aliento humano, el calor popular en mis conciertos. Del otro, el desierto.” Mikis Theodorakis, nacido en la isla de Quíos hace 81 años, reniega de los que hacen “arte para las mafias y las elites”. En 1973, la revista Crisis publicó un diálogo suyo con el poeta Juan Gelman. Allí planteaba que los músicos clásicos no se preocupaban por el pueblo. “Conozco la Misa criolla, de Ariel Ramírez”, decía allí. “Desde el punto de vista de la finalidad es casi lo mismo que yo hago. Pero con la diferencia de que yo empleo un texto revolucionario, contemporáneo, de grandes poetas como Neruda, mientras en la Misa criolla se utiliza el Evangelio que, para mí, es la reacción. Se acabó eso. La religión de hoy es El canto general.” Más de treinta años después, la Orquesta Popular Mikis Theodorakis, creada en 1997 y coordinada por su hija Margarita, llega a esta ciudad para realizar dos conciertos, hoy y mañana en el Teatro Coliseo, donde presentará, justamente, el oratorio Canto general.

Discípulo de Olivier Messiaen en el Conservatorio de París a partir de 1954, en el momento en que la palabra sagrada era portada por Pierre Boulez y Henri Leibowitz, Theodorakis, que los llama con algo de ironía “padres del serialismo”, también es explícito respecto de esa vanguardia que terminó institucionalizada en las últimas décadas. “Me limitaré a una sola observación”, dice a Página/12 desde Atenas. “Por un motivo inentendible todos estos señores se pusieron a cultivar, a difundir y, finalmente, a monopolizar en el mundo de la música sinfónica europea, su fealdad estética.” Su orquesta, formada por instrumentistas y cantantes que colaboraron con él, incluye instrumentos tradicionales de la música griega. Y, en sus conciertos porteños tocará también algunos de los éxitos de Theodorakis en el campo de la música para cine –Serpico, Z, Estado de sitio y, claro, Zorba el griego–, y Axion Esti, sobre poemas del Premio Nobel Odysseas Elytis, además de canciones que, en muchos casos, fueron compuestas en el campo de concentración de Oropos y se convirtieron en himnos de la resistencia contra la dictadura de los Coroneles, a partir de 1967. La Orquesta está integrada por Tatiana Papageorgiou en piano, Manolis Georgostathis y Aris Koukos en bouzouki, Andreas Katsiyiannis en santouri, Xenofon Simvoulidis en oboe y corno inglés, Giorgios Skavaras en guitarra, Mariliza Papadouri en cello, Lefteris Grivas en acordeón, Theo Lazarou en bajo y Nikos Kassavetis y Themis Simvoulopoulos en percusión.

En el estilo de Theodorakis resulta esencial el cruce entre distintas tradiciones musicales, e incluso de distintos folklores de Grecia. “Mi país tiene una cultura ancestral –explica–, y especialmente en el sector de la música siguió como un río que atraviesa por medio de los siglos sus modos y formas musicales. Las formas musicales antiguas griegas pasaron íntegramente a Bizancio cambiando sólo su nombre. Así, la característica básica de la antigua música, es decir, su unión orgánica con la poesía y con el movimiento permanece hasta hoy.”

–En su obra hay una fuerte presencia de lo político. ¿Qué opinión tiene hoy de textos como Canto general y del tratamiento musical que en su momento le dio?

–No existe ni puede existir música “de la política”. Existen por supuesto compositores como yo, a quien han caracterizado como político, pero sólo se trata de que fui un ciudadano-luchador. Igual que Pablo Neruda, con quien tenía los mismos principios e ideales. La denuncia del mal debe estar ubicada en una opinión política corriente y no en una revelación poética primitiva del mismo destino humano a la manera de Sófocles en Antígona y de Eurípides en Troyanas. Paralelamente con el himno a la naturaleza de América latina, el poeta se inclina sobre sus heridas en forma alta, reveladora, que conmueve y al mismo tiempo rebautiza los sentidos de la verdad. ¿Y existe algo más superior para el arte que servir a la verdad y al hombre? Creo que un arte de esa naturaleza es peligroso para toda clase de poderes y por eso intentan ubicarnos entre la política mediocre, corriente y mortal, y nos obligan a parecernos a aquellos artistas que son apolíticos e indiferentes ante el dolor humano y tratan de situarnos como meros observadores de esos Creontes contemporáneos, mientras consuman sus actos aberrantes.

–Con la restitución de la democracia en Grecia, usted tuvo una importante participación como parlamentario. ¿Qué diferencias encuentra entre el pensamiento político y la práctica política?

–Se entiende que nosotros, los comunistas griegos del período heroico aspirábamos a un modelo de Estado y una forma de gobierno totalmente diferente y cuando tomamos contacto con las realidades “del bloque oriental” entramos en una crisis profunda, la cual ha conducido a la actual izquierda a un rol marginal. De todas formas, el derrumbe, al mismo tiempo, del socialismo y de la Unión Soviética, conduce a la humanidad a un callejón sin salida. La falta de un modelo actual socialista que inspire y que reúna a los pueblos desembocó en un único imperio, EE.UU., que se ha convertido en un régimen arrogante militarizado con mentalidad fascista y cuyo principal objeto es la dominación mundial basada en el terror de la guerra y en la aplicación de la violencia en su peor forma, si se tiene en cuenta lo que sucede hoy en día en Irak y lo que sucedió ayer en el Líbano. Y sobre todo, vuela el demonio del surgimiento de las torturas en una política oficial de un país que quiere considerarse no solamente culto sino, además, un modelo de la democracia y de la cultura. El pensamiento político puro es inseparable de la filosofía y tiene como objetivo central la liberación de las personas de toda clase de esclavitud y obligaciones. Pero eso tiene poco que ver con la política actual, desnuda de grandes metas, que a lo único que apunta es a conquistar el poder estatal para beneficio de los grandes círculos económicos internacionales y nacionales, que reivindican el control del poder real y que luchan no por para la liberación sino, por el contrario, para el aprovechamiento y esclavitud de las personas y de los pueblos. Con “política” se pueden interpretar dos cosas totalmente opuestas. Y el desafío de cada ciudadano libre debería ser no darle la espalda sino, por lo contrario, luchar con el pensamiento y con los actos para el predominio de la forma de la verdadera política real, es decir aquella que tiene como meta la liberación del hombre con la lucha paralela para la neutralización de los círculos-fuerza que lo amenazan.

–¿Cuál es su visión de las políticas regionales de Grecia y, en particular, de las relaciones con Turquía?

–Para ser un buen y correcto patriota, debo respetar el patriotismo de los otros pueblos y especialmente el de mis vecinos. Esto me condujo a romper primero la muralla del odio que separaba a los griegos y a los turcos, porque creo que podemos y debemos vivir uno al lado del otro en condiciones de colaboración, de amistad y de paz, lo que nos va a beneficiar inimaginablemente a los dos.

–Más allá de sus obras de concierto, una parte importante de su carrera tuvo que ver con el cine. ¿Qué papel le asigna al cine entre las artes actuales?

–El buen cine forma parte del arte contemporáneo más destacado. Y, junto con la canción, es el único capaz de ir más allá de las fronteras. Sin embargo, lamentablemente, cada vez más escasean las buenas obras. Ellas también son víctimas de la subcultura norteamericana, que apunta a la obscenidad y al atontamiento de la persona.

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Mikis Theodorakis considera que la música debe surgir de lo popular e ir hacia el pueblo.
 
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