Witold Lutoslawski compuso su tercera sinfonía a lo largo de diez años, entre 1973 y 1983. La dedicó al director de orquesta Geog Solti y a la Sinfónica de Chicago, que él conducía, que fueron quienes la estrenaron el 23 de septiembre de ese año. La obra tiene, además de un notable poderío expresivo, una particularidad. En varias secciones los músicos tocan lo que quieren. O casi. La partitura les propone fragmentos o frases y los instrumentistas deben elegir la velocidad o el ritmo, independientemente de lo que haga el resto de la orquesta. 
Es, sin duda, una de las grandes obras del repertorio del último siglo. Y son muy pocas las ocasiones de escucharla en vivo en Buenos Aires. Hoy a las 20, en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner, será una de ellas. El notable compositor y director de orquesta argentino Fabián Panisello, radicado en Madrid –donde fundó y conduce uno de los mejores grupos de Europa, el Plural Ensemble– estará al frente de la Sinfónica Nacional e interpretará un programa excepcional que se completará con una obra propia, Movimientos para piano y orquesta, y Requies de Luciano Berio. Un atractivo adicional será la presencia, en los Movimientos…, de Dimitri Vassilakis, el pianista que fue solista del Ensemble Intercontemporain y que, entre muchas otras obras, estrenó Incisses de Pierre Boulez.  Requies, por su parte, es un homenaje de Berio a quien fue su mujer, la extraordinaria cantante Cathy Berberian, escrito luego de su muerte en 1983. 
“Si se piensa en Mixtur, de Karlheinz Stockhausen (de 1964), que es otra obra donde se incorpora la improvisación, esta obra de Lutoslawski es mucho más eficaz”, comenta Panisello. “Está muy bien pensada la respuesta de los músicos y lo que ellos pueden hacer. O se pide que el colectivo casi competo repitia una secuencia o bien eso sucede en pequeños grupos, que se conviertes en solistas. Pero lo líneal es fijo. Las notas largas o los silencios pueden cambiar de duración pero la secuencia es fija. Y la armonía también. O sea que está pensado para que suene bien. Otra variable son unas indicaciones que el director tiene para su mano izquierda, dando entradas alternativamente a distintos músicos para que tomen un papel solista. Diría que es una obra donde el centro está en la relación entre las masas y los solistas. Tengo una gran admiración por ella. Es una pieza que lo lleva a uno a pensar en cuestiones que a mí me interesan mucho en relación con la libertad en el tiempo de la ejecución.”
El director asegura que “estar frente a una orquesta y componer son, para mí, actividades complementarias. Una ilumina a la otra. De alguna manera se interpretan mutuamente. La práctica con la orquesta me enseña permanentemente. Boulez decía que el compositor piensa su obra en el aire y la realiza en el agua. Y hay algo de eso, Todo es muy tenue. Muy frágil. Y hay cosas que, aunque uno las imagine de una manera, se empeñan en comportarse de otra. Es lo que le pasaba a Mahler en relación con las dinámicas. Sobre todo en los bronces. Reescribía permanentemente buscando que sonara lo que él quería con instrumentos que reaccionaban de manera distinta a la que había pensado”. La experiencia de la dirección, por otra parte, es capaz, obviamente, de transformar la música misma. Panisello recuerda cuando, mientras estudiaba en Salzburgo, escuchó a la orquesta en el Requies de Berio. “La orquesta estaba muy bien preparada. Y la obra sonaba magníficamente. Pero llegó Berio, de visita, y sin decir nada se subió al atril y comenzó a dirigirla. La obra cambió completamente. Ganó todo un mundo de matices mínimos, de sutilezas, que antes estaba ausente. Desde ese momento tengo un gran cariño por esta pieza que, por otra parte, es dificilísima. En rigor hay una sola línea, y con una orquestación muy masiva aunque tocando todo el tiempo en pianissimo. Los matices tienen que ver con los instrumentos que se van sumando o no a la textura general. Fundamentalmente la elegí porque es una pieza preciosa.
El concierto de la Sinfónica Nacional será, en ese sentido, sumamente exigente. Ni más ni menos que tres obras nuevas. Y la tercera, del propio Panisello, trabaja con la idea de que el piano, aunque innegablemente en un papel solista, es un primus inter pares. “Hay una idea de virtuosismo –explica Panisello– pero no se trata de exhibicionismo sino de algo a lo que me lleva el piano. Creo que su interés radica en esa posibilidad maravillosa que tiene de hacer muchas cosas al mismo tiempo. Es el instrumento polifónico ideal”.