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Sábado, 28 de abril de 2007

MUSICA › EL MUSICO URUGUAYO PRESENTO “12 SEGUNDOS DE OSCURIDAD”

Otro Jorge, el mismo Drexler

Con una nueva banda de apoyo, que vistió de nuevos colores a sus canciones, el ganador del Oscar protagonizó un intenso juego de ida y vuelta con el público que atestó la sala.

Lo primero es el faro, ese que, según contó Jorge Drexler en cuanta entrevista dio, fue el que marcó los 12 segundos de oscuridad que dan nombre al disco que ahora está presentando, y a la primera canción del primero de sus shows en el teatro Gran Rex. Allí está ese faro, simulado por una luz direccional, y esa canción, que arranca chiquita, desde un costado, solo en guitarra, y enseguida se amplifica con el ingreso de toda la banda. El músico uruguayo jugó de local en Buenos Aires, frente a un auditorio repleto con ganas de fiesta, que coreó y siguió con palmas cada una de sus canciones, aún aquellas que el anfitrión marcaba como “contraindicadas” para tal demostración de entusiasmo.

Las canciones del último disco del ganador del Oscar, y también algunos clásicos pasados (“Eco”, “Sea”, “Todo se transforma”, “Milonga del moro judío”), se cargaron de otros sonidos con la banda que esta vez presentó el uruguayo: samplers y programaciones electrónicas con un lugar destacado, un contrabajo y un violín que logran sonidos de lo más diversos, chiches varios como una mandolina o un extraño violín de agua, guitarras eléctricas que conviven con las de línea de lo más naturalmente. La banda es nueva, el sonido también, y las canciones suenan como nuevas, apartadas por diferentes motivos de las versiones grabadas.

Esa mezcla de lo acústico y lo electrónico siempre fue el núcleo de lo que tiene para mostrar Drexler, el gran acierto que marcó el tramo ascendente de su carrera. Ahora, el cantautor parece venir a decir que lo que trae no es más de lo mismo. Aprovechando este disco más cargado de melancolía que los anteriores (“más centrípeto”, según define él), Drexler trae algo más jugado por el lado de la electrónica y las búsquedas de arreglos instrumentales, menos fiestero y más complejo, para decirlo ligeramente. Claro que cuando Drexler suelta al “Drexler tradicional” (en “Transoceánica”, de su nuevo disco; en el coro compartido por todo el teatro de “Milonga del moro judío”, solo con su guitarra) se desata la fiesta que parece contenida en otras canciones.

El transcurso del show va dejando perlitas y algún que otro yeite repetido. Entre las primeras, la versión en milonga de “Dancing to the end of love”, de Leonard Cohen, especialmente preparada para la ocasión, que en otro contexto podría marcar una rica vía de desarrollo del folk electrónico (¿para cuándo esa sub batea en pie?). Entre las segundas, ciertas imposturas al cantar de este uruguayo sin voz gruesa (toda una rareza en el universo de las gargantas de los hermanos orientales), quizás agravadas por una ronquera insinuada, ciertas repeticiones como los recursos de samplers. Nada grave: el teatro está repleto y Drexler puede hacer jueguito, jugando de local en cancha grande.

Hay otros momentos altos del concierto, que duró algo más de dos horas y se extendió en bises, con Drexler solo con su guitarra y con la banda, alternadamente. Están, por ejemplo, las versiones de temas como “Hermana duda” o “Era de amar”, que suenan más electrónicas que en el disco. Cuando llegan los grandes éxitos (“Eco”, “El pianista del ghetto de Varsovia”, “Sea”), el grupo los entrega totalmente transformados, casi sin abrir la posibilidad a las palmas y los coros. Así que los momentos en que se desata el griterío aparecen cuando Drexler, solo con su guitarra, pregunta: “¿Alguien quiere algo en especial?”, y todos cantan con él “730 días”.

Finalmente, el faro que marca las interrupciones de luz que dan nombre al disco, Cabo Polonio, el lugar donde Drexler cuenta que se recluyó a escribir los temas del disco, la historia personal que alguna vez necesitó ser explicada para dar un marco al disco, quedan atrás. Nada de lo que se escucha es fiel al disco, ni a los anteriores. El show toma forma propia, con estas canciones de nuevos ropajes, que los fanáticos agradecen. Otro Drexler, el mismo Drexler.

7-RECITAL DE JORGE DREXLER

Presentación de 12 segundos de oscuridad

Músicos: Vicente Miñana “Huma” en guitarra, Borja Barrueta en batería, Diego Galaz en violín y mandolina, Ignacio Benedetti en samplers y programación, Miguel Rodrigañez en contrabajo.

Lugar: Teatro Gran Rex.

Público: 3300 personas.

Duración: 130 minutos.

Jueves 26 de abril. Repitió ayer y hará una última función el lunes 30 en el teatro Coliseo.

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Drexler jugó con los matices que generaba el contraste entre lo acústico y lo electrónico.
 
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