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Domingo, 29 de abril de 2007

MUSICA › RECITAL DE JAIME ROOS EN EL ESTADIO LUNA PARK

El mundo fue y será una maravilla

Lejos del aura melancólica que se le atribuye a la música popular uruguaya, el cantautor ofreció un show distendido y alegre. Hasta se permitió modificar la frase introductoria de “Cambalache”. Una fiesta, entre el candombe y el swing de la murga canción.

 Por Cristian Vitale

Operativo lavaje. En el Luna Park, con unas cinco mil personas dentro, van 30 minutos de recital y Jaime Roos avisa que va a tocar una de sus canciones más viejas: “Viviendo”. Es de su época más beatle, menos percusiva. Al comando de Hugo Fattoruso –invitado estrella– en teclados, la banda se hunde en una zapada que transita por caminos sinfónicos inesperados. Pero el “detalle” musical no impide descubrirle a Jaime su intención: en el medio cuela y modifica la frase introductoria de “Cambalache”: “Que el mundo fue y será una maravilla ya lo sé”, canta. Objetivo consumado. La presentación de su último disco, Fuera de ambiente, luego de cinco años de silencio discográfico, sería una apuesta a la alegría. Un stop al aura melancólica, “mateísta”, que suele atribuirse a la música popular uruguaya. El grueso de los 120 minutos de show fue en colores, distendido y entrador. Entregado a la fiesta, el candombe y el swing de la murga canción, que tanto le debe al hombre del bigote a la sargent pepper.

Claro que hubo momentos de excepción. Si hay un detalle que convierte a Roos en un grande del Río de la Plata es su apertura. Su negación a hacer de su obra un todo totalizante y homogéneo. Por eso, así como festeja, también transita lugares oscuros del alma con absoluta naturalidad. Ejemplos: los dos huaynos que se hacen uno (“Si me voy antes que vos” - “El huayno del ciego”) dotado de bellísimas cadencias norteñas. De un ritmo abrasador, curativo, que transforma a ese ciego pidiendo al sol o al que se va y pide que lo busquen en la noche, en dos anclas salvadoras. En dos caricias para los claroscuros del alma. O “Victoria Abaracón”, esa abuela que mató al marido y con otro se casó, cuya introducción psicodélica, apocalíptica, introduce la cuota de dramatismo de la que jamás carece un show de Jaime. La dialéctica del payaso que ríe y llora es, también, un tópico recurrente. Explícita en “Brindis por Pierrot” –la voz lacerante del Zurdo Besio tiene bastante poco que envidiar a la de Canario Luna–, pero subyacente, cuidadosamente arropada, en muchas canciones del acervo roosiano. En pasajes clave de “Que el letrista no se olvide”, donde el quinteto coral remarca, a ritmo de murgacandombe, una frase concluyente –Que el letrista no se olvide de sacarse la careta / de mirarse en el espejo / y pintarse un lagrimón–, en la bellísima “Colombina” –cierre formal del set– o en “Adiós juventud” –uno de los bis– donde Marcelo Montemuro en teclados, los tres hermanos Ibarburu, y Walter Haedo en tambores, llegan al cenit instrumental.

Entre más clásicos, menos cerca de las ¿excepciones?, Roos regala –intercalando con los temas de estreno– una versión algo deslucida, en tempo más rápido que la original, de “Durazno y Convención”, la enorme descripción de su esquina natal; la distendida “Nadie me dijo nada”, “Amándote” (el “hit” –algo trillado ya– que lo hizo conocido en la Argentina, más allá de sus fans de siempre); la hermosa milonga candombeada “Aquello”, “Los futuros murguistas”, “Luces en el Calabró”, muy buena canción pero boicoteada por los dramas de sonido que suelen aparecer en el Luna, y una de las piezas más hermosas que haya compuesto Jaime: “Dices que te vas”, del disco Estamos rodeados. Bonus: políticamente correcto, Jaime evita cualquier alusión manifiesta al tema papeleras, pero lo aborda en elipsis: antes de “Vamo’ arriba la celeste” –otro bis– dice: “Sabemos que ustedes y nosotros, en los mundiales, hinchamos mutuamente para sendos equipos. Siempre fue así, y lo va a seguir siendo”. Símil plan para “Los Olímpicos” –cuplé de actualidad– que promete dejar de cantar “cuando uruguayos y argentinos no tengan que irse al exterior por falta de trabajo”.

Estrenos. Jaime se excusa con todo Santiago del Estero por apropiarse de una chacarera, pero le suma sus propios colores y ofrece un raro ensamble con pizcas de candombe “eléctrico”, que da “Solo contigo”, uno de los hallazgos más disfrutados de Fuera de ambiente. Brilla Fattoruso con su acordeón a piano. Brilla Nico Ibarburu con sus personalísimos yeites, sólo posibles para un hombre que lleva el Río de la Plata en las venas. Más afincado en el acervo de Roos suena “Por amor al arte”: marcha camión, swing lento y seguro, que agita cuerpos sin distinción de edades. Pero el más efectivo, por conocido –lo grabó Adriana Varela, en el disco que le produjo el mismo Jaime– se llama “De la Canilla”. Su pluma es Raúl Castro y resalta la aspiración existencial del uruguayo medio: “Es verdad que los amigos / son lo más grande del mundo / y también que en lo profundo / de tu alma estás conmigo / escuchá lo que te digo / metételo en la cabeza / no se borra esa tristeza / subiéndote a cualquier tren / te hace falta una mujer / en lugar de mil princesas”. El que se sube a cualquier tren, y siempre llega a destino, es Jaime. Quedó demostrado.

7-JAIME ROOS

Público: 5 mil personas.

Lugar: Luna Park.

Músicos: Nicolás Ibarburu (guitarra), Hugo Fattoruso (teclados y acordeón a piano), Gustavo Montemuro (sintetizador), Martín Ibarburu (batería), Walter Haedo (percusión), Andrés Ibarburu (bajo), Freddy Bessio, Emiliano Muñoz, Pedro Takorián, Ney Perazza y Alvaro Fontes en coros.

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Jaime Roos, un clásico uruguayo, siempre abierto a distintos ritmos e influencias.
 
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