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Sábado, 8 de octubre de 2005

MUSICA › ENTREVISTA CON JOAQUIN SABINA, QUE HABLA DE SU REGRESO DESPUES DE CUATRO AÑOS DE SILENCIO MUSICAL

“No podía seguir fingiendo que estaba rodeado de putas”

En Alivio de luto, su flamante cd, da cuenta de la depresión que lo aquejó y de la que ha empezado a salir. “Volver a escribir me ha salvado”, cuenta el artista español, que hará pasado mañana una fugaz visita a Buenos Aires para encontrarse con Maradona en La noche del diez.

 Por Karina Micheletto

Fueron cuatro años de silencio, de “estar tumbado en la cama mirando el techo”, según describe el propio Joaquín Sabina. El hombre de los bares eternos, aquel que casi se parecía al personaje de sus canciones, se había quedado sin ganas de hacer canciones, sin ganas de cantar y sin ganas de nada, tomado por asalto por una depresión importante. La forma en que salió de aquella Nube negra –tal como la llamó en la canción de su reciente disco, Alivio de luto– la narra ahora también como si fuera una canción, esta vez con final feliz, instalado en otro lugar que el del antihéroe que deja el cuerpo y el corazón en cada amor imposible: “Un día vino a casa mi amigo Luis García Montero y me desafió: ‘Oye, cabrón, ya que tú no escribes lo he hecho yo’. Traía en la mano la letra de Nube negra, que era exactamente como yo me sentía. Así empezó todo. Y ahora estoy otra vez metido en el barullo, haciendo gimnasia mental para volver a subir a un escenario”.
Pasado mañana, Sabina estará en la Argentina en una fugaz visita de un día y medio. No habrá tiempo para conciertos, “ni siquiera para pasear un poquito por Buenos Aires, para recorrer esas preciosas librerías de viejo que tenéis allí”, lamenta el cantautor. El motivo de su visita es su promocionada participación en el programa de otro que está viviendo una historia de canción feliz, Diego Armando Maradona. “Estoy loco por verlo, por darle un abrazo. Tengo preparado un blusecito para el Diego”, adelanta a Página/12. La gira que volverá a traer al español por estas tierras conocidas, si es que su gimnasia mental da resultado, quedaría pospuesta para febrero o marzo del año próximo.
“Cuando siento piedad por sentir lo que siento, cuando no sopla el viento en ninguna ciudad, cuando ya no se ama ni lo que se celebra, cuando la nube negra se acomoda en mi cama... Sólo puedo pedirte que me esperes, al otro lado de la nube negra, allá donde no quedan mercaderes, que venden soledades de ginebra”, pide Sabina en su canción. Pero ese tiempo ya pasó, dice, y ahora está viviendo su Alivio de luto: “Es una expresión de la época de nuestras abuelas. Las viudas llevaban lutos interminables y feroces, y de pronto, pasados seis o siete años de que se había muerto el marido, se empezaban a poner unos lunaritos blancos, o un poquito de carmín, y eso era el alivio de luto. A mí, que estaba saliendo de aquel bajón depresivo mortal, me pareció un buen título”.
–¿Y cuáles son los colores que se empieza a poner ahora?
–Los colores todavía no son rosas ni amarillos brillantes. Digamos que estoy en un... azulón. Pero hace cuatro meses que entregué el disco, entonces, aunque para el público es una cosa nueva, para mí ya pertenece al pasado: ya está editado, ya está en la calle, ya marcha solito. Ahora yo estoy pensando en las canciones que vendrán. Y la nube negra ya no está sobre mi cama, ni sobre mi cabeza.
–¿Cambió rutinas en esta nueva etapa?
–Todo ha ido viniendo con la propia excitación, el vértigo y la energía que genera por un lado sentirte bien y por otro notar algo que es lo mejor después de haber estado con pocas ganas de todo: tener ganas de trabajar. Incluso toda esta promoción es como un pire: yo llevaba 15, 20 años sin hacer prácticamente nada de promoción, entonces dije voy a hacerlo todo como si fuera mi primer disco. Y ahora no sé si estoy empezando a arrepentirme... (risas), pero aquí estoy. Y ese propio vértigo del trabajo, de empezar a hablar con la gente, de salir fuera de casa, ver caras nuevas, discutir, me ha puesto en una actividad casi febril que agradezco mucho.
–El último disco le salió tristón, medio tanguero.
–Sí, es el más tanguero que he hecho nunca. No porque haya ningún tango, sino porque está habitado por esa melancolía insoportable que tienen los tangos.
–También parece haber un cambio en las letras, como si ahora hablaran más de Sabina que del personaje de Sabina, aquel perdedor habitante de los bares y las noches.
–Es cierto, aquí no hay personaje, ni siquiera caricatura del personaje. ¡Pero es que el personaje hace cinco años que no va a los bares, y tampoco anda por ahí perdiendo gloriosa y felizmente el tiempo! Lo que ha hecho todo este tiempo es estar metido en un rinconcito de su casa, también trasnochando, tomando tragos, pero con los amigos, y amigos bastante bien elegidos. En ese sentido, inevitablemente tenía que cambiar el tono, no podía seguir fingiendo que estaba rodeado de putas, metiéndome coca e invitando una ronda tras otra, cuando no era verdad.
–Ahora es un personaje más barato.
–¡Mucho más! Y además no he pagado ni una peseta de psiquiatra: las canciones me han sacado solas. Volver a escribir me ha salvado.
–La única canción de amor del disco (¡Ay! Rocío) la escribió para su hija.
–Sí, fíjate que estoy mayor.
–¿Ya no hay otras mujeres que merezcan una canción de Sabina?
–Sí las hay. Pero las canciones de amor que tengo –que tampoco son muchas–, casi nunca han sido para mis novias o las chicas que compartían mi vida. Siempre le escribí a chicas imprevistas o previstas en las ventanillas de un tren, a chicas que había conocido cinco minutos o a chicas que me gustaría conocer cinco minutos. Pero nunca pude hacer canciones de amor doméstico. Ahora me ha salido algo más doméstico y es para mi hija, pero es una especie de venganza. Ella me había mandado un mail feroz, parricida: “Sigue bebiendo, emborrachándote, fumando, sigue sin acostarte, sigue destruyéndote, muérete, no me llames, no me busques”, me decía. Entonces pensé: ¿cómo hago para que a esta tipa la persiga toda la vida una canción? Y me puse a escribirle. Después estaba aterrorizado porque en una parte de la letra le digo “hija de puta” (“Sufro tu adolescencia / como una insolencia / que disfruta volviéndome loco / no seas hija de puta / si me das jaque mate / me enroco”). Claro, en una canción para una niña, suena un poco raro. Pero la puta es el padre, no la madre, cuidado.
–¿Y cómo es su relación con sus hijas, cómo es Joaquín Sabina como padre?
–Como padre supongo que soy un desastre, aunque cumplo mis obligaciones escrupulosamente. Como cómplice y amiguete, ahora que tienen ya 14 y 15 años, creo que hago un mejor papel. Antes no encontraba el lenguaje, es que yo no sé dirigirme a los niños. Pero ahora sí, nos morimos de risa, la pasamos muy bien.
–La canción Pájaros de Portugal surgió de una noticia. ¿Por qué le llamó tanto la atención?
–Era una noticia que había dormido dos años en un cajón, pero en su momento toda España hablaba de ello. La noticia era divertida: una muchacha y un muchacho de 14 años habían desaparecido de sus casas, y todos creían que los habían raptado, violado, matado. Lo que había pasado es que se habían escapado a Portugal. Pero lo impresionante es que lo hicieron porque querían ver el mar. Y cuando lo vieron, dijeron: “Era mejor en la tele”, y llamaron a sus padres acojonados. Me pareció que esa historia habla mucho de esa generación. Por lo demás, me leo toda la prensa. Soy un perioadicto.
–¿Y lee diarios de la Argentina?
–A veces compro Página/12 cuando la trae algún argentino, porque aquí no es fácil encontrarla. A veces compro Clarín en un kiosco o La Nación. Pero cuando estoy allí compro Página/12 y Clarín, todos los días.
–¿No lo dirá porque lo llamo de Página/12?
–¡Le juro que no! Pero fíjese que he estado diplomático, he nombrado a los tres.
Lógico: Sabina juega casi de local en la Argentina, y tiene incorporados los códigos. Pero, además, desde hace un año y medio, mantiene una columna semanal en una revista de actualidad que, aunque escrita en verso, lo acerca al oficio del periodismo. “Hago pequeños artículos donde comento la realidad en tono satírico, y están escritos en verso, como se hacía en los ’30, también en la Argentina”, cuenta. “Salen en Interview, que básicamente es una revista de tetas. Y entre teta y teta escriben Fernando Savater, Manuel Vázquez Montalván... digamos que es de tetas y de firmas”, describe.
–¿Cómo fue esa experiencia como periodista?
–Ha sido fantástica, primero porque yo me consideraba absolutamente incapaz de mantener una rutina semanal, y más en verso. Es verdad que escribo en artículo mortis, es decir, la media hora antes de que cierre la revista, llevado por la urgencia y la desesperación... Pero así lo hecho siempre.
–Suele ocurrir en periodismo: la urgencia ilumina.
–Sí, ¡pero en verso es jodido, eh! La verdad es que me divierte mucho. Además, en el tiempo en que he estado muy desocupado por voluntad propia, eso me hacía dejar de pensar que era un miembro inservible de la sociedad. Todas las semanas escribo, y el solo hecho de tener que hacerlo me quita las ganas de estar tirado mirando el techo. Escribir me ha salvado. Supongo que no soy el único.

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“Estoy loco por ver a Maradona, por darle un abrazo. Tengo preparado un blusecito para el Diego”, dice.
 
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