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Sábado, 22 de octubre de 2005

MUSICA › PAGINA/12 PRESENTA, A PARTIR DE MAÑANA, DOS DISCOS DE PICHUCO

Troilo, el que siempre está volviendo

Los CD rescatan la obra grabada por su orquesta entre 1957 y 1959, con los grandes cantores de aquella época: Roberto Goyeneche y Angel Cárdenas.

 Por Karina Micheletto

La figura de Aníbal Troilo es hoy uno de los símbolos de la porteñidad, mitificada en su obtención del título de “bandoneón mayor de Buenos Aires”. Su estilo sofisticado y a la vez sobrio y contundente, pulido técnicamente en sucesivos ensayos y presentaciones antes de llegar al estudio de grabación, quedó como un sello permanente en la orquesta que supo formar y conformar, controlando el trabajo de los arregladores con su implacable goma de borrar y eligiendo siempre a los mejores instrumentistas y cantantes. Página/12 presenta con su edición de mañana el primero de dos CD que recogen la obra de su orquesta entre 1957 y 1959, con los cantores de esa época, Roberto Goyeneche y Angel Cárdenas, más un bonus track interesante: los temas de la primera grabación de Pichuco al frente de una orquesta, registrados en un histórico disco de 1938, de aquellos de 78 rpm, con dos caras.
El repertorio de la selección abarca temas como Aquel tapado de armiño, en una versión en la que se luce Angel Cárdenas, la renovación de Danzarín, de Julián Plaza, o el vanguardismo de Lo que vendrá, de Astor Piazzolla. El segundo CD abre con La bordona, de Emilio Balcarce. Gracias a ese tema, Balcarce fue el único arreglador que egresó de la orquesta con el privilegio de que la mítica goma de borrar de Troilo no tocara una nota suya. Una goma implacable e instintiva de la que no se salvaron ni Astor Piazzolla ni Argentino Galván. Sobre esos “borrones” de Pichuco, que siempre se reservó el derecho de veto y tacha, Astor Piazzolla se quejaría años más tarde, muy en su estilo: “Yo me sentía incomprendido entonces, incluso por Troilo. Porque yo componía y el Gordo, aunque supiera que quedaba hermoso, me pasaba la goma, porque decía que no era comercial, que no tenía fuerza, que no era bailable. A mí los bailarines nunca me importaron; lo importante era ver qué cara ponían los músicos al tocarla. Si ponían cara rara, era mala señal. Si a ellos les gustaba, era mi felicidad. Y ésa es la diferencia con Pichuco. El, que es un gran intuitivo, no supo tener la personalidad necesaria frente a su música y a su orquesta. Así, dependió de los orquestadores que le hicieron perder sabor troileano” (la cita es recogida por Alberto Speratti en su libro Con Piazzolla, y tomada en la biografía de Troilo de Héctor López en la colección La historia del tango).
Distinto es el recuerdo que guardó Roberto Goyeneche, que integró la orquesta durante siete años: “Además de ser el maestro, mi amigo, mi hermano, mi padre, fue quien me encaminó. Pero no trataba de enseñar a cantar a nadie. Son mentiras eso de que él inventaba los cantores de Pichuco. Solamente daba una opinión. Eso era lo que valía. Pobres los tipos que no conocieron a Pichuco”, dijo el Polaco, según registró María Esther Gilio en su libro Aníbal Troilo Pichuco. Conversaciones. En 1957 Troilo inició la segunda tanda de grabaciones para el sello Odeón (en el medio había grabado para la RCA Victor, relación contractual que retomaría en 1962), con Goyeneche y Cárdenas como cantores, dejando los registros que ahora presenta Página/12. En el primer disco que grabó para esa serie están el vals de Chabuca Granda La flor de la canela, cantado a dúo, y Te llaman malevo, en la voz de Cárdenas, ambos incluidos en el segundo CD de esta selección.
Famoso por su habilidad como “detector” de voces, Troilo hizo lucir a sus cantantes de manera innovadora, integrándolos al conjunto. Lo acompañaron los mejores: Francisco Fiorentino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Raúl Berón, Roberto Rufino, por nombrar algunos. En la etapa que rescata esta colección había reclutado a un Roberto Goyeneche promisorio, que había despuntado con Salgán, y que se escucha aquí con una voz joven, alejada del estereotipo de decidor ronco con que quedó grabado en la memoria popular en su último período artístico. Con Angel Cárdenas –que terminó haciendo carrera en Estados Unidos– protagonizan dúos históricos, que en esta selección avanza en temas como La calesita, una de las obras recordadas de Mariano Mores, Malón de ausencia, de Edmundo Rivero, y La flor de la canela.
El repertorio más criollo aparece en milongas como Ni más ni menos o La vuelta del montonero, o en Malón de ausencia, un aire de malambo que también grabó en España Jorge Cafrune. Los instrumentales, mientras tanto, pasan por Inspiración, el contundente himno de Juan de Dios Filiberto Quejas de bandoneón, Danzarín, La bordona, Retirao y Lo que vendrá. Aunque sin un orden cronológico en su aparición, la colección incluye los únicos dos temas que Troilo grabó durante el año 1959, San Pedro y San Pablo, del bandoneonista Ismael Spitalnik (volvió a registrarlo en 1965, para la Víctor), y Marinera, de Pedro Laurenz.
Amante precoz de esa música que lo fascinó sonando en los bares del barrio del Abasto, donde nació, a los 10 años Aníbal Carmelo Troilo logró que su madre le comprara su primer bandonéon. Tras sólo 6 meses de clases con un profesor de barrio pasó a integrar un quinteto con el que empezó a interpretar obras sencillas. Su primera aparición “profesional”fue animando películas mudas en el cine Petit Colón, y a los 11 años ya estaba tocando en un escenario cercano al Mercado de Abasto. Poco después integró una orquesta de señoritas y a los 14 quiso formar su quinteto. En 1930 dio un primer paso esencial: se integró al sexteto que conducían el pianista Osvaldo Pugliese y el violinista Elvino Vardaro, donde tuvo de ladero a Ciriaco Ortiz, una de sus influencias como bandoneonista, de quien heredó su condición de “fraseador” brillante. Tres años más tarde fue primer bandoneón del Sexteto Vardaro, ya sin Pugliese, una formación venerada en la historia del género.
En 1937, cuando todavía no había cumplido los 23, debutó con su propia orquesta. La historia ubica ese momento el 1º de julio de ese año en la boite Marabú de Maipú 365, con la colaboración vocal de Francisco Fiorentino, que también se encargó del vestuario del conjunto en su condición de ex sastre. En Marabú (el nombre de una cigüeñla africana), un letrero anunciaba: “Hoy debut: Aníbal Troilo y su orquesta”. Y otro agregaba: “Todo el mundo al Marabú / la boite de más alto rango / donde Pichuco y su orquesta / harán bailar buenos tangos”. Allí, además, Pichuco conoció a Ida Calachi, Zita, la mujer que al año siguiente se convertiría en su esposa. De esta etapa iniciática datan los dos temas instrumentales que la selección que Página/12 presenta como bonus track: Comme il faut, de Eduardo Arolas, y Tinta verde, de Agustín Bardi. En los primeros cuatro años al frente de su orquesta Troilo sólo grabaría estos dos temas para Odeón en un disco de 78 rpm, el número 7160 y el primero de su carrera, que ahora vuelve como un registro histórico, en otro formato, con la misma vigencia.

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Como bonus, se ofrecen los temas de la primera grabación de Troilo al frente de una orquesta, en 1938.
 
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